Por Patricia Dibert
El multiinstrumentista y compositor Pedro Aznar comienzó la gira de presentaciones de su nuevo disco en Rosario, el sábado en el Teatro El Círculo, acompañado por Alejandro Oliva en percusión, Julián Semprini en batería, Coqui Rodríguez en guitarras y Hernán Jacinto en teclados, el ex Serú Girán y Pat Metheny Group, se presentará también en el Gran Rex de Buenos Aires el 28 de junio, y después continuará ofreciendo conciertos por todo el país.
El show de Aznar se enmarca en la presentación de su disco solista Ahora, compuesto por 14 canciones que van desde un potente rock, finos sonidos pop, bellas canciones con orquestación de cuerdas, hasta un tema donde se anima a cantar hip hop, siempre con la calidad excepcional que caracteriza su música. A continuación, Aznar…..
—“Ahora” es un material que se escucha con un sonido diferente a tus discos anteriores, ¿podemos decir que es una vuelta al pop y al rock?
—Yo no sé si es tan diferente a los anteriores, sí pienso que es una profundización; Ahora es eléctrico y potente, es una línea que había empezado en Quebrado (anterior disco en estudio, grabado en 2008), y creo que transita en líneas generales por el mismo camino pero intensificando esa visión estética.
—En este trabajo tocás diferentes instrumentos, piano en “Sólo jazmín”, guitarra en “Terrores nocturnos” y un bajo potente en “Ahora”, ¿Cómo fue el proceso de producción de esas grabaciones?
—Todo salió de manera espontánea. Me tomé un mes de tiempo en un lugar inspirador ubicado en la costa argentina, como es Mar de las Pampas, y allí estuve totalmente concentrado en el proceso de composición. Como todas las canciones son propias, me propuse componer una canción por día como una manera de no permitirme dar demasiadas vueltas y no ser tan puntilloso, simplemente tenía como objetivo dejar que cada día trajera un tipo de sonido y de propuestas. Me llevé un pequeño estudio móvil y grababa mientras componía, puedo decir que el ochenta por ciento del disco está grabado de esa manera; deliberadamente tiene el espíritu de esa primera intención, y así fue como en un mes estaba el boceto, después hicimos una semana de grabaciones con la banda y una sesión de estudio en Londres.
—La sesión de orquesta de cuerdas fue realizada en Abbey Road Studio, y curiosamente esas canciones tienen un espíritu beatle muy presente. ¿Influyó la mística de esos estudios?
—Bueno, yo creo que el espíritu Beatles me ronda a mí, y me sale espontáneamente de muy adentro. Yo había grabado antes en Abbey Road, en el 94, cuando hice la producción del disco Cielo, de Jairo, y después para mi disco David y Goliat, con dirección de Chris Cameron, que trabajaba habitualmente con George Michael. En cambio Ahora tiene producción mía.
—¿Qué sentís al entrar a Abbey Road?
—Y es una suerte de peregrinación (risas). Si bien las tres veces que grabé allá fue en el estudio Tres, que es el más grande, con espacio para una orquesta de 120 músicos más coro, donde se graba música sinfónica y de películas, y es la sala de grabación más grande del mundo, lo que es muy acogedor y conmovedor, la mayor parte de las músicas de The Beatles se grabó en el estudio Dos. Yo cada vez que puedo me escapo, y si el estudio está libre, entro y me siento un rato en la famosa escalera que conecta el control con la sala y me quedo respirando ese aire, porque es como una tierra santa, ése es el lugar donde grabaron discos históricos, de los que salieron sonidos que han cambiado el mundo
—En las letras de Ahora hablás de la mano del hombre y los cambios que produce en el planeta. ¿Te preocupa esta problemática?
—Hay un contraste fuerte en el disco. Por ejemplo, en “Panteras de Polvo” se habla de la mano amorosa, cuando somos creadores y curadores de las cosas, poniendo nuestra pasión en la caricia y no en la destrucción. Mar de las Pampas es un bosque sembrado por el hombre en 1956, cuando tres pioneros fueron allí, donde había arenal desierto empezaron a plantar árboles y hoy es un bosque precioso, a la vera del mar. Pero también son obra del hombre las megaciudades llenas de ruina y miserias. Sin ponernos fundamentalistas podemos decir que también tienen maravillas, pero si bien las ciudades tienen cosas fascinantes, como compendios de la experiencia humana del mundo occidental, como la Biblioteca de Alejandría, donde se encuentra el conocimiento y la experiencia humana, pero conviven con bolsones de miseria y decrepitud, de decadencia que también hace la mano del hombre.
—Técnicamente el disco tiene temas cantados en diferentes registros, ¿estudiás canto?
—Yo no sé nada de cantar, técnicamente no tengo idea de lo que hago, cuando los cantantes entrenados me preguntan por la respiración o la posición del diafragma, yo no sé de qué hablan, simplemente yo abro la boca y me sale esto. Yo creo que he tenido una escuela como tienen todos los intuitivos, porque en realidad uno se pasa la vida aprendiendo de otros, y desde chico traté de emular a los cantantes que me emocionaban. Años más tarde tuve el honor y la dicha de ser convocado por Leda Valladares para cantar con ella, y fue precisamente quien me cambió la manera de concebir el protagonismo de la melodía como reina de la música, y me mostró una manera de cantar que tiene que ver con las entrañas y no con algo esteticista. Creo que Leda diría que lo que en realidad lo que me enseñó a cantar fue el manantial del canto andino, y no ella misma.
Un vago para la poesía
Aznar publicó los libros de poesía Pruebas de fuego y Dos pasajes a la noche. Aún así, explica lo siguiente: “Digamos que siempre escribo y nunca estoy escribiendo. Aunque siempre estoy en el modo «escribir», como poeta soy vago. A la poesía me la dejé para vaguear, por eso le doy toda la cuerda que necesite y si estoy meses sin decir nada, no lo digo; saldrá cuando quiera», graficó.
Una emotiva carta al Flaco Spinetta
Cuando murió Luis Spinetta, Aznar escribió una carta donde decía “en todos nosotros se queda un pedacito tuyo”. Respecto al sentido último de esa esquela, Aznar señaló: “En mí quedaron muchas cosas de Luis; él fue un pionero, un punto de inflexión porque hay un antes y un después de Spinetta en la música argentina y no sólo en el rock. Él tiene la estatura de un Piazzolla o un Yupanqui. Spinetta es una persona sin la cual no podés pensar la cultura argentina del siglo XX. Y yo como músico creo que él abrió una ventana a la excelencia, a la posibilidad de que la canción de rock tenga la estatura de obra de arte y eso antes de él no existía en Argentina. El Flaco llevó la canción a un lugar de sofisticación y de maravilla como muy pocos lo hicieron».