Por: Elisa Bearzotti / Especial para El Ciudadano
En estos días anduvo circulando un video de Tato Bores haciendo gala de su brillante humor mediante un tópico clásico de sus monólogos: la economía y el dólar, donde -con su típica ironía- se burla de las eternas corridas del argentino medio que vanamente intenta atrapar sus ahorros persiguiendo al billete norteamericano. No pude determinar la fecha de emisión, pero teniendo en cuenta que su último ciclo, Good Show, salió al aire en 1993 las cuentas resultan fáciles: la cotización del dólar y su impronta en la economía argentina le garantizaron a Tato Bores al menos 30 años de vigencia sin mayores sobresaltos. Quizás por eso, en medio del cataclismo devaluatorio, cuando el billete verde volvió a ser noticia por su cercanía a los durísimos 500 pesos, el candidato a presidente por el partido La Libertad Avanza, Javier Milei, se animó a lanzar otra de sus inefables propuestas: dolarizar la economía argentina. Si bien no fue el primero en plantear el tema (a nivel nacional estuvimos cerca en la época del 1 a 1 menemista cuya marcha atrás provocó el mayor crack financiero de la historia del país; y la medida fue probada también en Ecuador, El Salvador y Panamá que decidieron dolarizar su economía algunos años atrás) el impacto mediático fue inmediato. Ríos de tinta virtual gastados por economistas, especialistas y opinólogos de toda laya dieron cuenta de las posibilidades y consecuencias de semejante cimbronazo, que sólo podría volverse real si se recurre a una mega devaluación cercana a los $4000 por dólar, de acuerdo a los expertos. Pero a pesar de la inviabilidad del proyecto se logró el objetivo: todos hablamos de Milei.
El surgimiento y ascenso de “peluca” dentro del círculo de la política vernácula, excusa su tragicómico derrotero al emparentarlo con una tendencia mundial: la aparición de los políticos “antisistema” como catalizadores del descontento social, personajes casi siempre caricaturescos que prometen el oro y el moro (la mayoría de las veces sin fundamentos) y dueños de una gestualidad que condensa el dramatismo suficiente como para satisfacer las demandas televisivas del electorado. En este grupo figuran entre otros, Giusseppe “Beppe” Grillo, fundador el movimiento “5 Stelle”, y Silvio Berlusconi en Italia; Volodimir Zelensky en Ucrania; Arnold Schwarzenegger y Ronald Reagan en Estados Unidos, además de Donald Trump, quien ostenta una merecida corona de rey gracias a sus cualidades discursivas, mediáticas, estrafalarias y su pintoresco vínculo con las redes sociales. Las razones por las cuales estos personajes terminan ganando la simpatía (y el voto) popular son bastante complejas y exceden el espacio de esta crónica, pero hay que decir que la decadencia del actual sistema electoral y la distancia existente entre electores y elegidos son algunas de las más relevantes. La cuestión es que hoy por hoy, al menos tres consultoras de primer nivel entienden que Javier Milei puede ser el candidato más votado de las PASO, y otras lo ponen al borde de un empate técnico para entrar a un balotaje. Todo esto se da en un contexto de profundo malestar social, altísima inflación, disparada del dólar, internas que no terminan de dirimirse ni en el espacio del oficialismo ni en la oposición, y criminalidad en aumento… todas razones más que suficientes como para que la presión popular alimente un peligroso acercamiento a la consigna del 2001 que permanece latente: “que se vayan todos”.
Mientras tanto, en la provincia los políticos van calentando motores en vista a la definición de candidaturas. Esta semana se presentó oficialmente “Unidos para cambiar Santa Fe”, el nuevo armado opositor que hará frente a un peronismo golpeado por hechos de inseguridad; narcocriminalidad; denuncias de corrupción interinstitucional entre gobierno, justicia y policía; y una sequía mayúscula que aligera las arcas estatales y pone en jaque la siempre voluptuosa bolsa oficialista del poder, tan necesaria en tiempos electorales. En el llamado “frente de frentes” confluyen la UCR, el PRO, el Socialismo, la Democracia Progresista, Encuentro Republicano Federal, GEN, CREO, UNIR, Ucedé y UNO, habiendo quedado fuera la Coalición Cívica luego de las destempladas expresiones de Elisa Carrió afirmando que (allí) “hay muchas personas vinculadas al narco”; y unos 80 referentes del Partido Socialista provincial que desistieron sumarse a la alianza en rechazo de “un giro hacia la derecha”. Si bien los impulsores del frente afirman que no se trata de “un pacto electoral, sino de un acuerdo político”, lo cierto es que se logró el consenso necesario como para salir a la cancha temprano, a diferencia de lo que está ocurriendo en otras provincias argentinas. De acuerdo a lo consignado por Télam, dos de las tres fórmulas para la gobernación santafesina que competirán en las PASO el 16 de julio saldrán del radicalismo y, según las encuestas, son las que están en mejores condiciones para suceder al peronista Omar Perotti. Uno de los binomios estará encabezado por la senadora nacional Carolina Losada, quien será secundada por Federico Angelini, flamante presidente del PRO y diputado nacional; mientras que el otro será liderado por Maximiliamo Pullaro, jefe del bloque Evolución en la Cámara de Diputados santafesina.
Sin embargo, en este contexto de pocas bondades, una noticia apenas perceptible pone un rayo de luz sobre el oscuro panorama. Resulta que para hacer frente al cambio climático global, es preciso conocer cuáles son los países más contaminantes y cuáles las regiones que generan más emisiones de dióxido de carbono (CO2). Con esta premisa, la NASA confeccionó un mapa para advertir sobre esta situación y posicionó a la Argentina en uno de los mejores lugares entre más de 100 países debido a que captura más carbono del que emite; siendo los más contaminantes China, Estados Unidos, India y Rusia. Esta información podría resultar relevante si se consigue avanzar con el concepto de “perdidas y daños” en los acuerdos mundiales sobre el clima, por el cual los países más contaminantes deben compensar económicamente a los menos contaminantes. Si bien nunca se pudo lograr su implementación, ya son muchos los que presionan para dejar de ser víctimas eternas de la expoliación de recursos que realizan los centros hiperindustrializados, forzando el tratamiento del tema en cada una de las cumbres climáticas mundiales. Por eso, como dice Fito: “¿Quién dijo que todo está perdido?”. La esperanza permanece incólume si estamos dispuestos a ofrecer el corazón. El único “documento inalterable” necesario para habitar el caos reinante en la política y en la vida, último recurso de un mundo colapsado por desafíos urgentes.