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Elena Roger, canciones para el alma

El sábado pasado la cantante pasó por el Auditorio Fundación donde presentó "Tiempo Mariposa", su nuevo disco. Sólida, festiva y coherente con el tiempo que le toca vivir, Elena Roger desplegó sus alas de mariposa.

Una transformación: a la cantante Elena Roger, cuyo talento hace tiempo que no está en discusión ni aquí ni en gran parte del mundo, ahora le crecieron alas. En este “tiempo mariposa” que se apresta a vivir, un puñado de hermosas canciones invitan a volar, como ella lo hace en el escenario, con la certeza de que los destinos traerán al presente los sonidos y las voces de un tiempo feliz, porque, como sostiene, la felicidad es algo que se busca, se edifica, se pelea y al final se consigue.
Roger pasó el sábado por el Auditorio Fundación Astengo en el marco de la gira de presentación de su tercer disco, Tiempo mariposa (sucesor de En Concierto. Recorriendo el rock nacional y Vientos del Sur), un material compuesto por un puñado de canciones que desandó en el show, sumadas a otras que son clásicos de su repertorio, y algunos momentos mágicos heredados de los grandes musicales que la tuvieron como protagonista, como el inolvidable Mina…Che Cosa Sei?, Piaf o Evita.
El calor agobiante (también adentro de la sala) no empañó la certera presencia de una artista que, claramente, sabe de elecciones y que entiende que hoy su destino está en estas tierras: desde Ushuaia, donde construyó una casa autosustentable (Nave Tierra) junto a su pareja, el actor Mariano Torre, que ya funciona como centro de experimentación de este tipo de viviendas, hasta los confines más inhóspitos del país, con su participación en los eventos que organiza la Fundación Vida Silvestre. Así todo cierra: la coherencia entre el discurso y los hechos, entre la ética y la estética, se concreta (no suele pasar).
La artista, consagrada en Londres y Broadway con su imponente composición de Eva Perón en las últimas reposiciones del mítico musical Evita, de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice, ofrece ahora un show compacto y al mismo tiempo orgánico, acompañada por grandes músicos, que en escena son mucho más que eso: no sólo acompañan, también contienen, dialogan, crean el clima necesario como para que Roger se adueñe de la intimidad que busca a la hora de apelar a la empatía con el público.
Con dirección musical y arreglos del talentoso compositor Javier López Del Carril (guitarras), el equipo de músicos se completa con Carlos Britez (piano y acordeón), Osvaldo Tabilo (batería y percusión), Andrés Dulcet (bajo, contrabajo) y Christine Brebes (violín).
Aunque en otro orden, dado que el disco abre con el bello “Fiesta de verte”, de López Del Carril, que dejó para el cierre antes de los bises, Roger transitó esas canciones con clima festivo, sin privarlas de la emoción necesaria, pero apelando a su tránsito por el musical, donde el compromiso en la interpretación requiere de mucho más que una buena voz.
Así, tras la apertura, llegaría “Vida”, de Sebastián Irigo, para dar paso a una versión acústica (acompañada en guitarra por López Del Carril) de “Barro tal vez”, del Flaco Spinetta, un recurso que usó cada vez que se corrió del tracklist de Tiempo mariposa.
Su dicción perfecta, su límpida voz, volvieron a brillar en una versión en castellano de “O Mundo”, del compositor paulista André Abujamra, para regalar luego, nuevamente en la intimidad, la estremecedora  “Amaro E’ ‘O Bbene”, en napolitano, tal como la cantaba en Mina…Che Cosa Sei?. Hablando de amor, regresaría luego a Tiempo mariposa para apelar al amor libre en “Vamos a dar una vuelta”, con letra de Guadalupe Gaona y música de María Ezquiaga, y lucirse poco después con su inglés perfecto en una singularísima versión de “Every Breath You Take” (“Cada vez que respiras”), de The Police, que arrancó en versión jazz, pasó por el rock y terminó al ritmo del 2X4.
Casi en el medio del show, también de su último disco, llegaría “El tiempo de los mares”, de Lisandro Etala, y un cambio de roles en los instrumentos para traer a escena el poético “Punto de fuga”, de Lucio Mantel.
Otro repaso por Mina…Che Cosa Sei? y un “gracias” emocionado que se escuchó desde un palco, crearían el clima  necesario (previo silencio) para que el poema “Cuadros y ángulos”, de Alfonsina Storni (que también aparece en el disco), se convierta en la antesala del demoledor “Azúcar del Estero”, de Lisandro Aristimuño, en una versión definitivamente inolvidable. Y más Aristimuño con “Es todo lo que tengo y es todo lo que hay”, y la primera incursión en Piaf, con su maravillosa versión del clásico “El Acordeonista”, a solo piano, como escapada de una callecita de París. Luego vendrían, a modo de pequeño homenaje a la ciudad y a dos de sus hijos predilectos (Páez y Baglietto), “Las cosas tienen movimiento”, para cerrar el show con “Flores” (López Del Carril) y el resignificado “Fiesta de verte”, tras el nacimiento de su hija Bahía.
Sin embargo, cuando promediaban casi dos horas de canciones, vendrían los bises y los aplausos y ovaciones más estrepitosos con la muy pedida “No llores por mí Argentina”, del musical Evita, y “No me puedo quejar”, de Piaf, para confirmar una vez más que Roger es una de las mejores cantantes que ha dado la Argentina en años.
Como si todo hubiese sido poco, y volviendo a su conciencia por el cuidado del planeta y la reivindicación de los pueblos originarios, junto a sus músicos y en autóctona versión desenchufada, interpretó “Ka Ha’i Mai Koe”, en Rapa Nui, una lengua en vías de extinción que sólo hablan mil personas en todo el planeta.
De este modo, sólida, festiva y coherente con el tiempo que le toca vivir, Elena Roger desplegó sus inmensas alas de mariposa en un show memorable, en el que dejó en claro que el don de una voz prodigiosa debe tener un sentido sino cae en el vacío de la técnica, y que el mensaje es esa otra parte en la que un artista apela al compromiso, que en su caso, hoy más que nunca, y como escribió Aristimuño en “Azúcar del Estero”, no hay que “dejarse vencer”, y “al alma hay que darle de comer un poco de azúcar del Estero, un poco de risa y caramelos”.

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