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Eleonor Faur: «La necesidad de equilibrar los cuidados es un imperativo ético y un derecho humano»

Faur habló con El Ciudadano sobre cómo las sociedades reparten los trabajos no remunerados dentro del hogar. "El cuidado es como un ancla para las mujeres, y por eso hablábamos de la disminución de la autonomía femenina y de la persistencia de las desigualdades de género", dijo

Por Silvina Tamous y Lucía Demarchi

La sociedad deposita sobre las mujeres una de las funciones indispensables para la vida: los cuidados. «Hay una carga sobredimensionada de cuidado en las mujeres y eso tiene que ver con los roles de género históricamente asignados, que suponían que todo lo que se producía en el ámbito privado era responsabilidad exclusiva de las mujeres, mientras que los varones eran llamados a participar de manera activa en la vida pública», explica a El Ciudadano la doctora en Ciencias Sociales, Eleonor Faur. ¿Qué son los cuidados? Ese trabajo puertas adentro que desde lo discursivo se asocia con el amor y no con lo laboral: la atención de niños, niñas y adultos mayores, el mantenimiento del hogar, la preparación de alimentos, entre otras tareas no remuneradas pero indispensables incluso para que la economía funcione. Para Faur, es menester la sanción de una Ley Integral de Cuidados.

—Uno de los temas que está incluido dentro de la agenda feminista tiene que ver con los cuidados. Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de cuidados y por qué representan una sobrecarga de trabajo para las mujeres?

—Cuando hablamos de cuidados, hablamos de un elemento absolutamente central del bienestar humano. No hay nadie que pueda sobrevivir sin recibir los cuidados adecuados a lo largo de la vida. Hay algunos momentos, etapas o situaciones que atravesamos donde necesitamos cuidados con mayor intensidad, por ejemplo durante la infancia, cuando tenemos o transitamos alguna enfermedad o cuando vivimos algunas situaciones de discapacidad que nos dificultan el tránsito independiente en la vida diaria. O cuando somos personas mayores y tenemos algún tipo de deterioro cognitivo o de salud que puede hacer que requiramos mayores cuidados. Pero lo cierto es que en toda la vida necesitamos cuidados. De hecho, todos y todas los necesitamos. El tema es que no todos y todas los proveemos de la misma manera. Entonces, hay una carga sobredimensionada de cuidado en las mujeres y eso tiene que ver con los  roles de género históricamente asignados, que suponían que todo lo que se producía en el ámbito privado era responsabilidad exclusiva de las mujeres, mientras que los varones eran llamados a participar de manera activa en la vida pública, en la vida de la economía monetaria, de la política, de la ciencia, de las artes. Esto generó una desigualdad muy importante en las vidas de varones y mujeres, entre otras cosas porque no sólo se asignaron los cuidados de manera principal a la vida hogareña, a la vida doméstica, sino que además se supusieron esos cuidados como una tarea no remunerada, que se realizaba por amor, por abnegación de las mujeres, y  esto también tuvo un impacto importante en la autonomía de las mujeres, en su menor disponibilidad para participar del trabajo remunerado. Y devino en una serie de desigualdades de género que tenemos en la vida social, y no solamente en relación con los cuidados.

—Una de las cosas que dejó la pandemia es el trabajo en casa, pero para las mujeres representa un doble trabajo. ¿Cómo se pueden equilibrar esas desigualdades?

—Claramente la pandemia, con la reorganización de la vida laboral y la imposición o fomento del teletrabajo, produjo una superposición de esferas y de actividades humanas que se realizan todas adentro del hogar. Entonces, trabajamos de manera remunerada dentro del hogar durante todo el año, les niñes también estuvieron cursando su escolaridad dentro del hogar, todo se superpuso dentro del hogar: las actividades de ocio, recreación, los zooms con amigos, las prácticas deportivas. No quedaba otra que hacer todo dentro del hogar, sobre todo en los hogares que tuvieran las condiciones habitacionales adecuadas para poder trasladar todas estas actividades a esta esfera. Y con los trabajos o los empleos que permitieran también el traslado hacia el teletrabajo o el trabajo remoto. Claramente esto se combinó  con un aumento  importante del trabajo de cuidados, y acá me refiero sobre todo al trabajo doméstico: toda la limpieza del hogar, la preparación de alimentos, la compra de los alimentos, la desinfección, que se volvió una actividad mucho más presente en estos tiempos; más los cuidados personales, la atención de niños y niñas, las personas mayores. En fin, todas las situaciones domésticas de estos trabajos de cuidado. Sean directos, de atención personal; o indirectos, de generar las condiciones habitacionales adecuadas para que ese cuidado se pueda desarrollar, que también se ha  incrementado. Entonces, lo que vivimos fue una sobrecarga de esta tensión que casi siempre tenemos las mujeres que tenemos responsabilidades. Yo tengo la metáfora de las mujeres malabaristas como un nuevo sujeto social invisible pero que se da totalmente por sentado dentro de las políticas públicas, dentro de la trama social. Sabemos que las mujeres estamos participando con mucha más intensidad en el mercado de trabajo que lo que lo hacían nuestras madres y nuestras abuelas, sin embargo esto no disminuyó para nada la carga de cuidado de la mujeres en relación con la de los varones. Entonces, en el momento de la pandemia, estos malabares se potenciaron o se multiplicaron exponencialmente. Si bien hay varones que han participado más de la vida doméstica, claramente a brecha se mantuvo vigente: las mujeres participaron mucho más de la visa doméstica. Lamentablemente, no tenemos encuestas representativas, pero los datos de encuestas exploratorias que hemos estado observando y siguiendo muestra que esta brecha se mantuvo de una manera notable.

—¿De qué manera puede intervenir el Estado para tratar de equilibrar las desigualdades en este aspecto? ¿Y cómo es el proyecto para crear un sistema integral de cuidados?

—En cierto sentido, al mismo tiempo la pandemia dejó de manifiesto la importancia que tienen los trabajos de  cuidado no remunerados para la vida de la sociedad, porque cuando toda la vida económica monetaria, industrial, comercial se mantuvo en suspenso, los cuidados no sólo no se suspendieron sino que se incrementaron. Por eso también decimos que el cuidado hace parte de una economía invisible, porque sin los trabajos de cuidado la economía misma no podría existir y por eso también fue muy importante el trabajo de identificar la proporción de PBI que corresponde a las tareas de cuidado. Es decir: Si los cuidados se remuneraran, cuánto correspondería esto en relación con el PBI. En todos los países las encuestas de uso del tiempo lo que nos muestran es que es uno de los sectores más importantes de la economía nacional y mundial. El tema es hacerlo realmente visible.

—¿Por qué es tan importante avanzar sobre el aspecto de los cuidados y reconocer este trabajo?

—La necesidad de equilibrar estos cuidados es un imperativo ético y es un derecho humano. El cuidado es como una especie de ancla en cierto sentido para las mujeres, y por eso hablábamos de la disminución de la autonomía femenina y de la persistencia de las desigualdades de género. Hace falta redistribuir los cuidados, no solo reconocerlos sino además redistribuirlos, no tanto entre varones, mujeres y otras identidades sexogenéricas, sino también entre instituciones. Los cuidados no pueden seguir considerados como una responsabilidad exclusiva de las familias. Si bien sabemos que hay instituciones que se dedican a los cuidados, no siempre los mencionan como tales. Por ejemplo, los jardines de infantes, que son un recurso muy importante para las familias para lograr externalizar, por lo menos por algunas horas de cada día, los cuidados de sus hijos e hijas. Por ahora la oferta de jardines de infantes es  muy desigual en todo el país, entonces quienes pueden pagar los jardines de infantes privados son quienes más cuidados terminan recibiendo. Acá hay un problema que no es sólo de género, sino un fuerte problema de desigualdad de clase, desigualdad socioeconómica, porque quienes externalizan los cuidados mercantilizándolos, o sea pagando, privatizando la provisión de los cuidados, por supuesto que tienen mejores condiciones para no quedar tan anclados en relación con los cuidados. Ahora bien, lo que yo creo es que lo importante de redistribuir los cuidados es generar una conciencia y una sociedad más cuidadora. O sea, la idea no es deshacernos de los cuidados ni remunerar todos los cuidados familiares, la idea es que podamos realmente pensar, actuar y generar las condiciones para que todas las instituciones, todas las personas, se comprometan con el cuidado de sus sociedades, el cuidado de sus poblaciones. Las políticas públicas son absolutamente fundamentales en este sentido. El 1° de marzo, cuando el presidente abrió la asamblea legislativa, señaló la prioridad de las políticas de cuidado y sobre todo las del cuidado de la primera infancia en los próximos años. Hay una comisión en la cual yo participo, que que estamos redactando un anteproyecto de ley para crear un sistema integral de cuidados. Esto es, por ahora, un proyecto. Se conocerán los resultados una vez que hayamos terminado el proceso de trabajo, pero creo que es una iniciativa absolutamente valiosa e indispensable si queremos una sociedad realmente más justa y más igualitaria.

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