En tiempos de confinamiento por el aislamiento social preventivo y obligatorio para limitar los alcances de la pandemia, humoristas locales de diferentes ámbitos consultados por Télam defendieron la utilización del humor para enfrentar esta inédita emergencia.
«Si reírse es tan bueno para la salud, entonces, el humor, en todas sus variantes, desde el más clarito hasta el más oscuro, desde el más intelectual y comprometido hasta el más rudimentario y frívolo, seguramente cumple una función social en estas épocas de miedos e incertidumbres», arriesgaron a Télam los integrantes del colectivo Eameo, reconocido por el filo de sus memes.
El comediante Pablo Picotto sostuvo a esta agencia que «les humoristes vivimos las mismas desgracias, pero necesitamos contarlas desde otro lugar. ¿Por qué en los velorios salen los mejores chistes? Porque elaboramos esa condición liberadora que no nos saca de la realidad pero nos permite, por el instante que dura ese chiste, abordarla desde un punto de vista más digerible».
La humorista y escritora Dalia Gutman, quien en el marco del coronavirus subió a YouTube su más reciente espectáculo «Cosa de minas», reflexionó en charla con Télam que «hacer pasar un buen rato a alguien es un rol social que está bueno ponerse al hombro. Admiro mucho a los que me sacan una sonrisa en algunos momentos y ojalá pueda lograrlo también».
Por su parte, Sebastián Fernández, actor y guionista que puede ser visto y oído en Crónica y AM 750, destacó a esta agencia que el humor asume una función «en la doble tarea de la crítica y la descompresión de la angustia social».
En relación al contexto de aislamiento, el cómico cuyas redes sociales son @sebochini en Twitter y @SebaFernández en Instagram, apuntó que «el proceso del humorista es interno, pero en tiempos de redes sociales y globalización el medio que encontramos para transformar en chiste la información que nos llega es el mismo por el cual nos nutrimos de la realidad: la internet. A partir de allí el aislamiento es casi inexistente».
Desde Eameo coincidieron y marcaron que «el aislamiento `modelo 2020′ dista abismalmente de aquel de la peste negra del siglo XVI y quejarse sería un acto de injusticia muy grande. Como dijo el intendente del pueblito italiano de Delia: ‘Estresados estaban nuestros abuelos por ir a la guerra, no por quedarse en casa'».
Los hacedores de humor gráfico agregaron que «es imposible escaparle al fenómeno de la hiperconectividad, al bombardeo mediático que por otro lado es del cual nos alimentamos para hacer lo nuestro».
Gutman sostuvo que «trato de transformar en algo humorístico las situaciones extrañas que estamos viviendo todos como ver a un señor corriendo en su balcón pequeño o esa cosa muy ridícula de celebrar un cumpleaños vía Zoom».
Y en esa línea, Picotto aportó que «en tiempos de aislamiento es importante observarse en ese proceso, qué angustias e incertidumbres aparecen, porque de las vulnerabilidades salen los chistes que la gente más identifica, el humor exorciza la angustia, y libera tensión».
En relación al tipo de humor que genera la emergencia, Gutman consideró que «es un mundo nuevo, desconocido por todos y angustiante. Todo lo que angustia genera comedia porque eso permite darle un sentido a la angustia. Así pasás de amar a alguien a detestarlo porque es imposible llevarte bien con alguien las 24 horas del día».
Para Picotto este contexto «ineludible y diario nos obliga a agudizar el ingenio a la hora de proponer algo distinto todo el tiempo y por otra parte nos saca del lenguaje escénico; además como todo el humor es por redes es más vertiginoso y un chiste de hace dos semanas ya no sirve».
En la percepción de Fernández «el humor y la cuarentena funcionan como la alimentación –comparó-: nos dimos cuenta que hay mil formas de hacer fideos, usamos la imaginación para comer fideos casi todos los días y que no nos aburra; con el humor sucede lo mismo, y encontramos mil chistes encarados desde diferentes aristas para que no nos aburra lo monotemáticos que nos ha tornado la circunstancia».
Menos afectados por el entorno, quienes crean en Eameo aseguraron que «por lo menos nosotros seguimos con la ironía, el sarcasmo y el humor negro de siempre».
Por último y tratando de reconocer en el humor una herramienta, Picotto subrayó que «no vamos a descubrir ninguna vacuna, pero sobrevivir a esto no se trata solo de no contagiarse, y ahora más que nunca, como decía Benedetti, hay que defender la alegría como una trinchera».
Con similar espíritu Gutman afirmó: «Si nos ponemos a pensar en los muertos y en el desastre mundial, me tiro en el piso a llorar. Pero estamos vivos y tenemos que tratar de pensar que esto es un momento histórico que va a pasar y es muy importante tener proyectos para cuando esto termine, aunque suene muy a manual de autoayuda».
El grupo Eameo reivindicó que «se puede hacer humor con todo. Es más, se debe. El tema es cómo se hace y qué o quiénes están involucrados en el acto humorístico. Lo correcto y ‘socialmente aceptado’ es reírse del poderoso, de los victimarios y no de las víctimas. Algunos nos aburrimos de ese status quo de censura subyacente y coqueteamos con el lado oscuro del humor, nos damos permiso para atravesar el umbral, ateniéndonos a las consecuencias».
Mientras que Fernández concluyó que «hay muchas cosas más de las que reírse en las circunstancias que atravesamos: lo novedoso de la nueva cotidianeidad del encierro,las formas de higienizarnos, las compras la soledad o la convivencia excesiva también forman parte de todo esto y nos dan tela para cortar».