Leila Torres/Télam
Este 24 de mayo se cumplen diez años de la muerte de Elsa Bornemann, la poeta, cuentista y novelista argentina que atraviesa generaciones de lectores desde hace cuatro décadas como una de las voces más destacadas de la literatura infantil y juvenil y que -gracias a la potencia de sus historias- logró instaurar debates y rupturas culturales con temáticas como el amor, la memoria y la muerte que no eran considerados para las infancias, a la vez que formó a una generación de escritores y escritoras del género.
«El libro de los chicos enamorados», «No somos irrompibles», «Queridos monstruos», el gran «Un elefante ocupa mucho espacio» y «Socorro» son algunas de las obras que forman parte del legado que la entrañable autora de literatura infantil dejó a la cultura luego de su fallecimiento en el 2013. Nacida el 20 de febrero de 1952 en el barrio de Parque Patricios de la ciudad de Buenos Aires, Bornemann comenzó su carrera apenas iniciada la adultez.
Con tan solo 18 años, Bornemann publicó «Tinke tinke» en 1970, un libro de poemas que escribió a los 14 o 15 años y se agotó enseguida, en parte gracias a que la reconocida periodista Paloma Efron, conocida como «Blackie», lo elogió fervientemente en su programa radial.
Un año más tarde salió al encuentro del público «El espejo distraído», otro libro de poesías para niños que en 1972 resultó merecedor de la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. A este poemario, siguieron cuentos como «Cuento con caricia», «Cuello duro», «El cumpleaños de Lisandro», «Sobre la falda» que dejaron huella y aún resuenan en la memoria de lectores que ya son adultos.
Para Margarita Bornemann, hermana mayor de la escritora, Elsa «fue una pionera, una adelantada para la época» porque «escribió sobre amor, sobre terror, sobre muerte y sobre adopción».
Como divulgadora de la obra de su hermana con lecturas en voz alta en las escuelas, Margarita se siente «muy honrada» de que la autora incluyera su nombre en el cuento «Una trenza tan larga». El relato conjuga la poesía y la aventura con las primeras experiencias infantiles a partir de la historia de Margarita, una niña que tiene el pelo larguísimo y no quiere contárselo.
«Elsy vio que Hilda (la otra hermana mayor) y yo teníamos el pelo largo pero ella no. Ella pidió que no le cortarán más el pelo. Y, desde esa vez, empezó a usar el pelo largo y se lo dejó así, se hacía dos trenzas, una trenza. Estaba contentísima. Más o menos tendría 14 años cuando se acordó de la historia y escribió el cuento», explica Margarita en diálogo con Télam sobre el origen de este cuento.
Obra prohibida por la dictadura
Entre la obra disruptiva de Bornemann se encuentra la antología de cuentos «Un elefante ocupa mucho espacio» que conformó la lista de los libros prohibidos durante la última dictadura militar argentina. El cuento homónimo trata sobre Víctor, un elefante de un circo que un día decide pensar «en elefante», en grande, distinto, y desobedecer las reglas de los domadores.
Cuando Bornemann pudo acceder al decreto 3155/1977 del Poder Ejecutivo Nacional a cargo de la Junta Militar una vez finalizada la dictadura, se encontró con que el documento arguyó que sus cuentos tenían «una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo». Lo que disgustaba al gobierno de facto es que todos los relatos que componen la antología están protagonizados por personajes que tienen algún rasgo que se escapa de lo estipulado y que funcionan, de alguna manera, como parábolas de la libertad, de la solidaridad y de la justicia.
Bornemann también se desempeñó como académica. Durante 1976 y 1977, estuvo a cargo de dos antologías sustanciales para la formación literaria a aquellos que aspiraban a ejercer la docencia en el nivel inicial: «Estudio y antología de la poesía infantil» y «Antología del cuento infantil». La primera recogía 366 poemas de autores de toda hispanoamérica, juegos, adivinanzas, trabalenguas y coplas de la tradición oral junto a una minuciosa tipología de la lírica infantil mientras que la segunda obra ofrecía 50 relatos de autores de todo el mundo, en muchos casos traducidos por ella misma.
Liliana Cinetto, autora de más de cien libros de literatura infantil, cuenta a Télam que «guarda estos dos libros como un tesoro». «Me fascinaron sus conocimientos teóricos acerca de la poesía infantil y también de la antología de cuentos, que tiene un estudio y cuentos de todos los lugares del mundo; es un trabajo excepcional», detalla la escritora de «Hay un monstruo debajo de mi cama» publicado por Del Naranjo.
Para Cinetto, Bornemann influyó «tanto en su recorrido como lectora como el de escritora». «Escribo mucha poesía infantil y la huella que Elsa dejó en mi fue muy importante», dice contenta la escritora.
Durante el ’76 y el ’77, Bornemann dirigió la colección Pétalos de la Editorial Latina que se proponía difundir poesía para las infancias, sin que fuera un requisito que el autor o autora la haya escrito explícitamente para ese público. Entre los poetas que eligió la autora se encontraron la poeta argentina María Elena Walsh y el escritor Federico García Lorca.
Su vínculo con la poesía y su carácter disruptivo desembocaron en la obra «El libro de los chicos enamorados», publicada originalmente en 1977. El amor, por entonces, se trataba de una temática cooptada por las personas adultas. En una entrevista publicada en 2003 en Página/12, Bornemann contó que escribir poemas de amor en esa época era distinto que en los 2000: «Los chicos no viven los amores igual que antes. Hoy hay más libertad y comprensión de los adultos. Los padres son más permisivos con los «amorcitos»».
Pese a las críticas despavoridas a ese título, resultó un éxito y un puntapié para la publicación de otros títulos sobre el amor: «No somos irrompibles (12 cuentos de chicos enamorados)» publicado en 1981 y «Corazonadas» en 1992. En 2003, llegó «Amorcitos sub-14».
«No somos irrompibles» incluye el emotivo cuento «Mil grullas» donde la bomba arrojada en Hiroshima (Japón) trunca un amor infantil. Las grullas aparecen como simbolismo de paz en la cultura japonesa.
Eliana Bratok (1988), educadora y escritora argentina de literatura infantil, todavía recuerda su primer acercamiento con la obra de esta autora a partir del cuento «Mil grullas» cuando era pequeña: «Llenamos la escuela de grullas de origami, fue muy lindo y significativo», recuerda.
«En el instituto de formación docente en el que me formé como profesora de nivel inicial recuerdo que se hizo un homenaje en 2013 que nos volvió a recordar todos sus títulos», dice y agrega que, además, Bornemann «fue una de las autoras que la convirtió en escritora».
También fue así para Paula Bombara, autora de «El mar y la serpiente»: «Sin dudas su literatura alimentó mi sueño de ser escritora, que comenzó a crecer en aquellos años, cuando empecé la escuela», dice a Télam.
Se animó a temas tabú como la educación sexual
Otra temática tabú a la que se animó Bornemann fue a la educación sexual, una asignatura muy precaria que avanzaba sigilosa a partir del destape de la posdictadura. Aparece en «Niño envuelto», publicado en 1981, y narra la historia de un niño que indaga en cómo fue su llegada al mundo y descarta las mentiras que le brindan los adultos hasta que obtiene una explicación bastante cercana a la realidad.
Con la recuperación de la democracia y frente a un escenario cultural que recuperaba optimismo, la trayectoria de Bornemann junto al de otros destacados autores y autoras de la literatura infantil juvenil, revalorizaron a las infancias como sujetos lectores. En este contexto, la editorial REI le encargó que escribiera un libro de cuentos de terror para niños y el resultado fue «¡Socorro! Doce cuentos para caerse de miedo» que hechizó a las infancias de inmediato y no paró de sumar reediciones.
La obra de Bornemann sigue circulando con la misma fuerza de los inicios y está presente en las escuelas, librerías, ferias y también en programas escolares. María Fernanda Maquieira, editora de la obra en Loqueleo, cuenta a Télam: «Sus obras han pasado varias generaciones (sus primeros libros son de los años 70). Quienes han sido sus lectores en esa época hoy son madres y padres o docentes que la recuerdan con muchísimo amor y son quienes transmiten esto a las nuevas generaciones».
Martín Blasco (1976), guionista y autor de libros infantiles y juveniles como «La oscuridad de los colores», tiene muy presente la lectura de Socorro: «Fue un libro que salió cuando yo tenía unos 12 años y nos marcó a todos, estábamos todos leyéndolo, comentándolo. Eran cuentos de terror que realmente asustaban», recuerda.
Para Blasco, Bornemann -junto a otros autores argentinos y extranjeros- «es de las primeras que se me vienen a la mente en cuanto a influencias». «Hace unos años publiqué un libro que se llama «XVZ Archivos ultrasecretos». El nombre XVZ es por los tres protagonistas que se llama Ximena, Victor y Zapata», cuenta el autor que creyó que la sigla había sido inventada por él.
Pero, cuenta: «Un día se me ocurre agarrar para leerlo después de décadas y encuentro que uno de los cuentos de Socorro es sobre un robot que se llama ‘XVZ’ así que fue un robo u homenaje pero inconsciente».
El autor concluye con orgullo: «Al final, las influencias inconscientes son las más fuertes así que larga vida a la obra de Elsa Bornemann».