La situación del barrio de Cullen y La República lleva medio año entre zanjas repletas de aguas servidas por la rotura de caños que hizo una empresa que, supuestamente, está trabajando en la zona para mejorarla. Se trata de una obra pública de desagüe secundario en Empalme Graneros, los vecinos coleccionan reclamos a Aguas Santafesinas y desde el organismo dicen que esos arreglos corresponden a la empresa que hizo los daños. Mientras tanto, según los vecinos, los operarios de la empresa Del Sol asisten a su lugar de trabajo pero no trabajan, no por falta de pago, dicen, sino de ganas.
“En noviembre llegaron las máquinas para instalar los caños bajo tierra. En realidad es una obra que va a beneficiar al barrio, pero la estamos padeciendo desde entonces, porque a medida que avanzan rompen las calles y los demás caños, el agua se escapa por todos lados, por ende no tenemos en nuestra casa y estamos aislados, acorralados con las rejas que pusieron entre el inicio y el supuesto final de la obra”, relató Jorge Olivares, presidente del Círculo de Asambleas Populares.
El Ciudadano recorrió las cuadras afectadas donde se perdió la mitad de la calle asfaltada que pagaron los mismos vecinos hace ya más de una década, “la otra mitad donde aún hay asfalto pusieron los caños nuevos, o sea que descansan ahí desde hace seis meses y nosotros, cuando caen dos gotas de agua de lluvia quedamos aislados y embarrados”, advirtió Ricardo, otro de los perjudicados. “Acá, en una cuadra, con la excavación, el armado de hierro –que ya tienen todo cortado y preparado a medida–, deben hormigonear, tapar y re-asfaltar. Este trabajo no debe llevar más de treinta días y hace desde noviembre que esperamos un sector finalizado. Al contrario, vemos el avance pero no de obras, sino de roturas”, agregó Olivares.
Desde noviembre hasta hace unos días la zona fue cercada por un extenso alambrado que impedía el ingreso o la salida de vehículos del sector de Cullen entre La República y Nicaragua. “Fue muy difícil vivir esos días porque tenemos muchos vecinos enfermos o que apenas se pueden mover y no sólo los taxis quedaban del otro lado del alambrado, las ambulancias también. Por suerte ahora nos corrieron uno de los alambrados y se puede transitar”, informó Jorge quien, a su vez, señalaba a dos operarios que estaban sentados en el borde de un pozo, dejando caer sus piernas en el mismo, mientras compartían un mate. “Acá no trabaja nadie y cuando toman la iniciativa, las patas de la máquina retroexcavadora rompen todo, es una vergüenza”, lamentó.
Es así como el taller mecánico no pudo recibir trabajos, el almacén de la cuadra abría sus puertas pero en días de lluvia los clientes no podían pasar por ahí debido al barrial y los ancianos que tienen problemas motrices, simplemente, tenían la salida prohibida.
Una fuente y no la de Trevi
Bety hace años que vive en el barrio y su casita, ubicada en la mismísima esquina del conflicto, es a su vez un humilde comercio de elementos de limpieza. A través de una de las ventanas ella vende sus productos, pero la situación cada vez empeoró más su economía por la caída en las ventas, por la vereda que tuvo que pagar y por los arreglos que tuvo que “emparchar” por acción de la empresa encargada de este desagüe pluvial.
“Vivo con mis dos nietitos y desde hace dos meses tengo este chorro de agua saliendo desde el piso en la entrada de mi casa. Por eso mismo no tengo una gota de agua dentro y mi casa está rodeada de la zanja que desborda el agua servida de toda la zona. Cómo hago para vivir de esta manera?”, dijo tan angustiada como indignada.
La mujer también recordó que desde el inicio del conflicto (hace seis meses atrás) se rompió un caño maestro justo debajo de su vivienda, motivo por el cual una de sus paredes se está agrietando y por debajo se está haciendo un pozo, gracias a la erosión y presión del agua que escapa. “Tuvimos que poner escombros por todos lados, tapando huecos, pero tampoco resisten. Además –mostraba en el otro costado de la vivienda– vinieron los obreros a ver cómo podían solucionar ese caño roto, “me dijeron ‘acá hay que romper mucho’ y lo terminé haciendo yo solita con un par de vecinos que me ayudaron. Cuando quedó listo, no se hicieron cargo de nada, así que tuve que pagar los materiales y tapar todo eso, tengo un pedacito de vereda que tuve que pagar yo sola, y debajo el agua sigue corriendo”.