La presencia argentina en la Antártida se remonta al 22 de febrero de 1904, cuando se instaló el Observatorio Meteorológico Antártico Argentino en el archipiélago de las islas Orcadas del Sur. La base Orcadas, dependiente de la Armada, ha estado en funcionamiento permanente desde entonces y, 1.501 kilómetros al sudeste de Ushuaia, es el más antiguo de los emplazamientos antárticos argentinos. Hoy, a las 16 en el auditorio General Belgrano del Palacio San Martín, el canciller Héctor Timerman presidirá el acto del Día de la Antártida a 110 años de aquel hito que marca la continua presencia soberana del país. En ese contexto, se adelantó que, a fines de abril, se presentará internacionalmente el proyecto de la base permanente Petrel, que incluirá una nueva pista de aterrizaje y hace años que está en carpeta.
Timerman tiene para festejar. Esa misma base el año pasado estuvo al borde de ser clausurada por falta de alimentos y combustible debido a fallas en el abastecimiento provocadas por el deficiente apoyo logístico de la empresa que resultó adjudicataria de la licitación para brindar el servicio. Al día de hoy, Orcadas y el resto de las seis instalaciones permanentes más siete temporarias tienen casi completos sus relevos, pertrechos para la invernada y cumplidos los objetivos de investigación científica.
El combo alquilado por el gobierno nacional a la Federación Rusa a través del contratista local Carlos Bertino y su empresa offshore Arkadia, integrado por el buque polar Golovnin, el rompehielos Dranitsyn y dos helicópteros Kamov 32, resolvieron por sexta vez el abastecimiento antártico criollo.
La operación es responsabilidad directa del jefe del Estado Mayor Conjunto, general Luis María Carena, quien tiene la planificación, dirección y ejecución del sostén logístico; el arriendo de naves costó 24.710.000 dólares. Por el mismo servicio, con las mismas naves, alquiladas en la campaña de 2008-2009, se pagaron 17.137.946 dólares, llamativa diferencia en más de 7.542.054 dólares, quizá efecto colateral de la crisis cambiaria.
En su discurso, el canciller expresará el entusiasmo por haber cumplido las metas del Plan Anual Antártico Científico Técnico y de Servicios 2014, que elaboró el Ministerio de Relaciones Exteriores y ejecutó la Dirección Nacional del Antártico (DNA), organismo a cargo de Mariano Mémolli. Entre ellas, el conocimiento científico sobre biodiversidad marina que arrojó el procesamiento de los datos obtenidos en la campaña oceanográfica del buque Eduardo Homberg, que en abril de 2013 surcó aguas adyacentes y costeras de las islas Georgias y Sándwich del Sur, que junto con Malvinas forman parte de la disputa de soberanía con el Reino Unido.
La iniciativa de la Cancillería, compartida con el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (Inidep) del que depende el navío, apuntó a consolidar la presencia en el archipiélago bajo el paraguas de la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA).
Esta organización internacional, ligada al Tratado del Antártico, fue fundada en 1982, la integran 25 países miembro y 11 adherentes, tiene el objetivo de conservar la fauna y la flora marinas de la Antártida.
Base y pista
Otra apuesta geopolítica que deberá aguardar un año es el Proyecto Petrel; se trata de transformar esa base antártica temporaria (opera sólo durante el verano) en permanente con una dotación integrada por militares de las tres fuerzas armadas y la ampliación de la pista de aterrizaje actual llevándola a 2.000 metros de longitud. Lo anunció el ministro de Defensa, Agustín Rossi, pero no había pasado por el tamiz de la Cancillería, cartera con responsabilidad primaria en la ejecución de la política antártica y de la que dependen todas las bases. Más aún, el Proyecto Petrel es una carpeta con años de estudio por parte de la DNA.
El puntapié inicial obligado es la elaboración de una evaluación del impacto ambiental de las nuevas construcciones, tarea que no fue requerida a las autoridades de Relaciones Exteriores, que luego debe someterse a consideración de los países del Tratado del Antártico. Petrel y su pista prolongada son clave en la visión geopolítica de los diplomáticos, le daría al país una capacidad de proyección y de relacionamiento internacional que no proporciona Marambio, cuya pista con «permafrost» (tierra congelada) a poca superficie se torna barrosa e intransitable con temperaturas sobre cero en el verano.
De los ocho países latinoamericanos con programas antárticos, prácticamente todos, incluida la Argentina, llegan desde Chile, pasando por Punta Arenas y la base Frei, que es alternativa de los Hércules C-130 de la Fuerza Aérea que se dirigen a Marambio.
La presentación del caso podría darse durante la próxima Reunión Consultiva del Tratado del Antártico a realizarse en Brasilia entre el 28 de abril y 2 de mayo.