Una de las exigencias más sonadas de las multitudinarias marchas que cambiaron la imagen de Brasil durante la Copa de las Confederaciones fue la mejora del servicio sanitario. Como primera medida, la presidenta Dilma Rousseff llevó a cabo la contratación de médicos cubanos para trabajar en áreas de falta de cobertura, pero lejos de despertar aceptación produjo casos de xenofobia y acusaciones cruzadas.
“Esos médicos vienen a Brasil a trabajar donde los médicos brasileños no quieren” como la Amazonia o regiones famosas por su violencia, subrayó Rousseff a una radio local. “Es un inmenso prejuicio lo que algunas veces vemos contra los médicos cubanos”, sostuvo.
Un primer grupo de más de 200 médicos, del total de 4.000 profesionales que la administración de Rousseff anunció haber contratado, aterrizó al país el fin de semana pasado y la polémica fue inmediata. A pesar de que llegarán especialistas de otra parte del continente, como Argentina y Uruguay, el foco está sobre ellos por las condiciones de trabajo que les fueron impuestas.
Desde que se desataron los cruces, el momento más tenso fue el lunes pasado, cuando decenas de médicos brasileños increparon a colegas cubanos durante un reconocimiento de área en Fortaleza. Los manifestantes les gritaron en la cara “esclavos” e “inútiles”, en imágenes que fueron captadas por los medios locales.
El gobierno cubano ya lleva enviados miles de especialistas al extranjero desde el inicio del régimen, por la década del 60. Esta estrategia le permite al gobierno aumentar las relaciones con países aliados y pasar por alto el embargo estadounidense.
En el caso brasileño, el plan Más Médicos busca 15.000 puestos de trabajo en diferentes zonas del gigante sudamericano, que según Rousseff tiene 700 ciudades sin siquiera un profesional de la salud. Por este programa, los facultativos extranjeros cobrarán un sueldo mensual de 10.000 reales (al cambio actual unos 4.280 dólares), a excepción de los cubanos, que recibirán el dinero a través de la administración de la isla tras un acuerdo con Brasil y la Organización Panamericana de la Salud (OPS). De esa forma, el salario sería de la mitad de lo que recibirán sus compañeros de otros países por igual trabajo.
“No somos esclavos”, indicó Juan Delgado, uno de los médicos cubanos que se encontraba allí, en conversaciones con un periodista de Folha de Sao Paulo. “Los médicos brasileños deberían hacer lo mismo que nosotros: ir a los lugares más pobres a prestar asistencia”, agregó este cubano negro, que fue portada del matutino en momentos que era agredido.
La policía debió intervenir para evitar incidentes. Al respecto, el ministro de Salud, Alexandre Padilha, disparó en una conferencia contra los médicos locales que acudieron a la marcha y los acusó de tener actitudes que fomentan el “prejuicio” y la “xenofobia”. Además, renovó su respaldo al personal contratado y les pidió que no “sientan vergüenza” por no hablar portugués.
Ante la polémica, la fiscalía laboral de Brasil inició el miércoles pasado una investigación ante la posibilidad de que sus condiciones no cumplan las exigencias de las leyes laborales del país.
Así, los planes de Rousseff para apaciguar a la sociedad frente a las demandas de la población de una mejora en los servicios básicos se convirtió en un dolor de cabeza y una pesadilla para el Partido de los Trabajadores de cara a las elecciones del año que viene, y para las que ha perdido respaldo vertiginosamente. De ser una de las mandatarias más populares de la región, Rousseff toca un bajo 38 por ciento, y su candidatura para una nueva contienda ya está en dudas.