Francisco Pelló es uno de los creadores más prolíficos del país y se distingue por su obra como pintor, escultor, restaurador y escenógrafo. Nació en Carlet, provincia de Valencia, España, el 12 de agosto de 1935 y se autodefine que es más argentino que el tereré. En 1957 pintó los retratos de José de San Martín y Manuel Belgrano para la inauguración del Monumento Nacional a la Bandera: es el único que vive de todos los que participaron de las esculturas y cuadros del Monumento. Ni nativo, ni naturalizado; un argentino por opción.
—¿Cómo empieza su formación artística?
—En una de las escuelas más exigentes y completas en toda la historia de la humanidad, en la Falla de Valencia, estudié arquitectura, escultura, ingeniería, pintura y literatura y paralelamente trabajaba con mi padre, en su obrador. Llegué a Rosario a los 14 años con él, el 20 de diciembre de 1949. A los 16 años fui distinguido con la Medalla de Plata del Certamen de Pintura en Amigos del Arte de Rosario, a los 19 años estaba a cargo del Departamento de Arte de la Municipalidad y a los 22 me pidieron que haga los retratos, de dos por tres metros, de los generales Belgrano y San Martín sobre telas de lino. De chico hacía cosas de grande.
—¿Dónde están los cuadros que pintó para la inauguración del Monumento?
—Estuvieron expuestos casi dos meses allí, después nadie sabe qué pasó. El primer director del Monumento estuvo tres años en la búsqueda y no los encontraron. Cuando me pidieron que haga ese trabajo, los hice rápido y puse a Belgrano, en lo que a mí me apasiona que es el éxodo jujeño, y a San Martín en el cruce de los Andes, y el director me retó porque decía que no había plasmado en la hoja lo que él me había pedido. Él quería que haga las cabezas grandes porque se iba a inaugurar la galería de las banderas y la idea era que cuando suba la gente, de lejos vean la bandera y de los costados las cabezas de Belgrano y San Martín.
—¿A quién recuerda de los que participaron de las esculturas del Monumento?
—Luis Grillo fue uno de los que hizo cuatro esculturas importantes donde está el propileo y en los costados, por Santa Fe y Córdoba, hay dos nichos en cada parte que pasan desapercibidos, los hizo él y no fue nombrado prácticamente. Grillo era muy buena persona, un hombre generoso y amante de la confraternidad con los artistas. El artista tiene que tener algo de dignidad.
—¿Qué está haciendo actualmente?
—Entre otras cosas, estoy con un busto para los sanmartinianos nacionales, tiene mucho tiempo de elaboración, también tengo otros sanmartines que hice hace 60 años en distintos lugares de la Argentina. En este caso, hice uno que no tuviera nada que ver con los anteriores, ni mío ni de otro, hice parras, los granaderos que custodian la imagen, el combate de San Lorenzo, la placa de rigor sanmartiniana, el cruce de los Andes. El simbolismo que le quise dar es que no sea un San Martín para cumplir. Está hecho de yeso-piedra, falta la matricería. El yeso directo significa un trabajo totalmente atípico y en la historia del arte del mundo el único que hace ese trabajo soy yo. El yeso es un material que, cuando se prepara, fragua, y después de tantos años de trabajo logré dominarlo como se me da la gana.
—¿Le gusta exponer sus trabajos?
—Hace casi 60 años que no hago trabajos para ninguna galería, no me interesa la exposición. Respeto y quiero a mis amigos galeristas, pero trabajo por encargue y eso tiene una connotación que es dramática, el trabajo que uno realiza son como los hijos que un día se van. No sé ponerle precio a mi trabajo, no lo hice nunca, si viene alguien y me dice, por ejemplo, “le doy tanta plata” y me parece bien el precio, lo acepto y si me ofende le digo que no me moleste más.
—¿Qué opina del arte moderno?
—Todas las expresiones modernas son lícitas y cada persona tiene que hacer lo que realmente siente o quiere hacer, si está bien o mal va a ser juzgado por la gente, que es el destinatario; pero si premian en Buenos Aires dos zapatos viejos con dos moluscos podridos adentro eso no es arte moderno, es un insulto a la inteligencia humana, todo tiene límites. Hay muchas expresiones modernas que son maravillosas, es necesario que el ser humano evolucione. A mí me dicen que soy poeta porque cada cosa que pasa, en algún lugar, me conmueve y luego escribo; es un trabajo de sentimientos y tengo más de 300 poemas hechos.
—¿Qué legado le dejó su padre?
—Siempre tuve un perfil bajo, nunca me gustó ser la vedette, el concepto que me transmitió es lo que vale un artista, lo que hace, lo que la gente ve y juzga. Soy muy nacionalista, eso se lo debo a mi padre también, rescato la cultura y la historia nacional, tengo premios por eso: el Ceibo de la Hermandad Rioplatense, que también se lo dieron a Jorge Riestra y a Domingo Federico, después me tocó a mí por lo que realicé en mi vida. Y por segunda vez soy presidente de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, me asociaron en 1951 y ya cumplimos 75 años de permanencia en la ciudad; además tengo nueve premios por mi defensa a la Cultura Nacional.
—¿Cuáles son sus sueños?
—Quiero seguir haciendo cosas que no pude hacer, le estoy pidiendo a la provincia y a la Municipalidad un lugar para la Asociación Argentina de Artistas Plásticos donde podamos desarrollar las actividades que jamás tendría que haberse dejado de hacer. No me interesa que sea un Da Vinci, estoy buscando gente honesta que trabaje y para que un patrimonio, como la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, no se pierda.