Claudio Mardones – Tiempo Argentino
Dos semanas después la estrepitosa derrota en las PASO del 11 de agosto, el presidente Mauricio Macri volvió a redoblar la apuesta y relanzó su campaña proselitista con una movilización organizada en distintos puntos del país. El objetivo: reunir a su núcleo más duro, a partir de una convocatoria en las redes sociales encabezada por el actor y militante radical Luis Brandoni. A pesar de los pedidos de un sector del PRO para evitar un tono más confrontativo después de la conferencia de prensa que protagonizó el lunes 12, el presidente celebró la convocatoria de este sábado y saludó al público desde el balcón de la Casa Rosada, en una inédita apertura de las rejas que dividen a Plaza de Mayo para que los adherentes de Juntos por el Cambio pudieran acercarse a las puertas de Balcarce 50.
La escena política fue protagonizada este sábado por unas 50.000 personas que se concentraron en el microcentro porteño. La demostración de fuerza configuró la primera fuga hacia adelante del oficialismo luego del revés de las primarias, mientras el presidente transita su gestión a tres tiempos: reordenar la campaña, contener las disputas internas que se agravaron luego del 11 de agosto y administrar el estado de emergencia provocado por la maxidevaluación posterior a las elecciones.
Detrás del despliegue «aluvional» del núcleo más duro de votantes del oficialismo, el PRO transita una de las internas más espinosas desde su creación, ante la ausencia del éxito electoral como factor estructurador de su poder.
El mayor síntoma de esa crisis interna es padecido por Macri y la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal. En silencio, y bien lejos de los flashes que abundaron este sábado, ambos autorizaron a los caciques municipales de Juntos por el Cambio a que hagan «lo que esté a su alcance» para preservarse de un posible segundo revés en las generales del 27 de octubre. Si es necesario podrán despegarse de las fórmulas Macri–Miguel Pichetto, o Vidal–Daniel Salvador. Ahora podrán impulsar el corte de boleta sin los reparos que mascullaron antes de las primarias. El permiso para usar la tijera en defensa propia es, por ahora, la única coincidencia que Macri y Vidal comparten desde la derrota del 11 de agosto, donde la mandataria provincial cosechó una desventaja mayor que la sufrida por el presidente en la provincia que concentra el 37% del electorado nacional.
«¿Cómo se explica que Mariu haya perdido peor que Mauricio a nivel nacional?», se quejó un alto funcionario de la Casa Rosada para blanquear parte de las tensiones y críticas que se prodigan entre La Plata y Balcarce 50. En las comparaciones calenturientas que se ventilan desde la intimidad de la Casa de Gobierno, los casi 17 puntos de desventaja que tiene Vidal detrás de Axel Kicillof «derribaron un mito» que siempre fue funcional a la gobernadora. Para los laderos del jefe de Gabinete Marcos Peña, la estrepitosa derrota de Vidal ya no es resultado del lastre de la imagen presidencial por la crisis. Sino producto de una gestión «deficiente» que «desa-provechó las ayudas de la Nación» y que desde el año pasado concentró sus recursos para separar a Vidal de la suerte de Macri: desde el desdoblamiento de los comicios provinciales de los nacionales, hasta la irrupción del Plan V para corregir el plan reelección por una candidatura de Vidal a la presidencia. Ambos intentos sólo aumentaron la desconfianza entre Macri, Peña y su núcleo más acrítico frente al equipo de funcionarios de la gobernadora, bajo la conducción del jefe de Gabinete provincial, Federico Salvai, que estuvo al frente de toda la campaña proselitista por la reelección de Vidal. La lista de heridas y reproches no surge solamente del primer piso de Balcarce 50, donde alquilan despacho el presidente, su ministro coordinador, y el secretario general de la Presidencia, Fernando De Andreis. Las críticas, y las explicaciones de la derrota, también se destilan en el despacho del presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, y en el entorno del ministro del Interior, Rogelio Frigerio.
Los dos principales exponentes del «ala política» del Ejecutivo no pueden intervenir en el armado electoral bonaerense por expreso pedido de Vidal, que extirpó a Monzó apenas llegó al poder, y luego hizo lo propio con el titular de Interior, cuyos funcionarios no pueden visitar localidades provinciales. Tampoco recorrer ni inaugurar obras y mucho menos intervenir en el vínculo tejido por Vidal con los 135 intendentes. En esas escuderías, donde también rezonga el presidente del bloque de Diputados, Nicolás Massot, apuntan a la ajenidad del Gabinete de Vidal con la provincia que administran. «Casi todos viven en Capital y pasan más tiempo en el Museo Ferroviario de Retiro que en La Plata», se sinceró un macrista con despacho en el Congreso para criticar, casi en tono de denuncia, que la gobernadora se «apoltrona» en las oficinas que le cedió el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich. Lo mismo le endilgan al ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, que vive en un costoso chalet de Palermo, e incluso a Salvai.
Tan grande es el cisma post PASO, que las críticas contra Vidal toman un tono uniforme en boca de «peñistas» y «monzoístas», dos tribus que ya suman tres años y medio de feroces internas, pero que ahora coinciden hasta en endilgarle a La Plata las fallas en la fiscalización y en el financiamiento de la campaña.
Los funcionarios de Vidal eluden las críticas de la Rosada y reivindican la salida del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Su reemplazo por el ministro bonaerense, Hernán Lacunza, fue el final de una pésima relación entre Vidal y el funcionario saliente. Los dardos venenosos de «Mariu» contra Nico van desde las consecuencias «piantavotos» de la política económica nacional, pasando por las compensaciones incumplidas por inflación del Fondo del Conurbano y la provincialización de los servicios públicos. La lista de gentilezas incluye graves diferencias sobre la concepción de la campaña. «En vez de negar la crisis desde el año pasado y encerrarse en las directivas de Peña, podrían haber hecho otra cosa que escuchar los consejitos de Campanella», disparó un inquilino del poder bonaerense para responsabilizar al ministro coordinador. En su lectura, la estética de la campaña no tiene una conducción común desde «hace rato» y sufrió una inflexión crítica con la intervención del director de cine Juan José Campanella. En La Plata aseguran que fue el laureado cineasta el que le sugirió a Macri no hablar de la crisis y transmitir emociones. «De ahí salió el disparate de tocar el cemento cuando inauguró el Paseo del Bajo y también el ‘No se inunda más’ que gritó desencajado» poco antes de cerrar la campaña, según confió a este diario uno de los testigos de la interna.
En medio del cruce de facturas, tanto en Nación como en provincia admiten que la campaña todavía está en diseño, pero no pueden asegurar si la mandataria compartirá eventos 360° con el presidente. Si el gobierno no logra estabilizar el dólar, las posibilidades de relanzar la campaña se tornan difusas y muestran a Macri entrampado en la gestión de la emergencia. Los pasos serán definidos por la Mesa de Acción Política que comenzó a funcionar este lunes.
En esta nueva «mesa chica ampliada», Vidal y Macri se verán la cara todos los lunes, rodeados por un elenco que intentará contener la interna hasta octubre. Junto a ellos participarán Peña, Pichetto, Frigerio, el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta, los radicales Luis Naidenoff y Mario Negri, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, el ex vicejefe de Gabinete, Mario Quintana y la jefa de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, que ahora busca preservar a Peña del desgaste por la derrota y deslizó sospechas contra Frigerio por su rol en la campaña. «Parece que fueron puestos para equilibrar las decisiones de Peña y que Macri salga de su encerramiento», bromeó uno de los participantes del primer round de este lunes, que leyó las críticas de Carrió contra Frigerio, como un mensaje que Peña no puede pronunciar por el desgaste de la derrota.
Así es el camino de espinas que Macri y Vidal tienen por delante. Algunos de sus funcionarios se prodigan una profunda desconfianza en cada movimiento, mientras otros buscan cerrar filas con una advertencia que, luego de la derrota, resuena como una amenaza. «¿Vos te das cuenta de que si perdemos podemos caer en cana, no?», fue uno de los mensajes que se escucharon en los primeros días febriles posteriores a la derrota. Según supo este diario esos mensajes se multiplican mientras crecen las dudas sobre las chances de Macri para llegar al balotaje y la resignación de Vidal para no perder la retaguardia, en una elección provincial que no tiene segunda vuelta y que, según ella, ofrece un panorama muy difícil de remontar.