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En el calor del verano cruje la interna peronista

El kirchnerismo comenzó a pergeñar una avanzada sobre la conducción del peronismo y la CGT.

Mientras analiza puertas adentro si las idas y vueltas sobre la salud de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner afectaron su imagen pública, el kirchnerismo comenzó a pergeñar una avanzada sobre la conducción del peronismo y la CGT, ante un panorama político que no le plantea inconvenientes con los partidos de oposición.
Esa avanzada, que por ahora se encuentra en el tramo de la gestación, alienta la posibilidad de tomar el control de las estructuras del PJ a nivel nacional y bonaerense, además de forjar un candidato con chances reales de destronar a Hugo Moyano del máximo sillón de la central obrera.
No se trata de una empresa menor, si se tiene en cuenta que la jugada no está solamente destinada a desbancar a Moyano sino también a cercar políticamente a Daniel Scioli. No hace falta explicar que Cristina Kirchner gobernó los últimos años pivoteando entre el jefe de la CGT y el gobernador de Buenos Aires.
El mandato de Moyano como secretario general de la CGT vencerá en junio próximo. El gobierno dio la última semana señales de acercamiento al jefe de la Unión Obrera Metalúrgica, Antonio Caló, aunque ninguna figura de fuste en el kirchnerismo se atreve por ahora a sostener en público que el metalúrgico es “el elegido” de la presidenta.
Con el acto de Huracán, a finales del año pasado, Moyano avisó que ya no aceptará los mandatos de la Casa Rosada sin corcovear. Pero tampoco la tiene fácil en la interna sindical, donde debe lidiar entre los jefes que buscan mantener los favores del gobierno con los que están definitivamente en la oposición.
A su modo, Scioli también puso un límite a las estocadas del kirchnerismo cuando sostuvo que está “cansado de dar explicaciones” y de que se siembren dudas constantes sobre su lealtad a la presidenta. “A partir de ahora se lo va a escuchar más seguido en ese tono”, deslizó uno de sus colaboradores.
Política y salud
Cristina Fernández se enfureció días pasados con los comentarios de políticos y periodistas a los que no les termina de cerrar el episodio de su diagnóstico “falso positivo”. “Pareciera que están enojados porque no tengo cáncer”, bramó en la Quinta de Olivos. Y enfiló sus críticas contra Nelson Castro y Hermes Binner.
En la residencia también pasa sus días el médico presidencial, Luis Buonomo. El profesional, ligado a la familia Kirchner desde hace muchos años, quedó en el centro de la polémica y comenzó a ser cuestionado por funcionarios del propio gobierno, pero ni siquiera amagó con dar un paso al costado.
Todo lo contrario: gestionó el comunicado del hospital Austral en el que se brindaron precisiones sobre la intervención a la presidenta. Por eso el texto llegó a sus manos antes que a los medios de comunicación. Se trató de una jugada defensiva, propia de alguien que se encuentra en aprietos.
En la Casa Rosada, mientras tanto, encargaron a consultores de confianza diversas mediciones para determinar si el episodio había afectado la credibilidad de la jefa del Estado. “Decir que generó un impacto negativo en la opinión pública es una afirmación sencillamente falsa”, sostuvo Artemio López, de Equis.
Sequía y algo más
Pese a la convalecencia, la presidenta sigue atenta a la gestión. Con uno de los funcionarios que más habla es el ministro de Agricultura, Norberto Yauhar, quien debe pilotear la crisis de la sequía. También sigue los consejos de Julián Domínguez, actual presidente de la Cámara de Diputados y antecesor de Yauhar.
Tanto en Olivos como en Agricultura identificaron a Eduardo Buzzi como el dirigente agrario más agresivo con el gobierno nacional a la hora de denunciar los efectos de la sequía. Incluso rastrearon unas fotos de vacas muertas en Santa Fe –distribuidas por la Federación Agraria– para determinar si eran parte de una “operación de prensa”.
Así las cosas, tres de los cuatro jefes de la mesa de enlace no asistieron a la primera reunión de la Comisión de Emergencia por la sequía que preside el bonaerense Haroldo Lebed. “Esperemos que vengan al encuentro del martes”, comentaron por lo bajo en el Ministerio ubicado sobre la avenida Paseo Colón.
Uno de ellos, Hugo Biolcati, está preocupado por su imagen pública, que se fue deteriorando notablemente desde aquellos picos de popularidad en 2008, durante la rebelión contra las retenciones móviles a las exportaciones de soja. Por eso el presidente de la Sociedad Rural fue a visitar a un reconocido consultor, que le dejó una primera recomendación: bajar el perfil todo lo que se pueda.
Bomba de tiempo
Mientras tanto, una denuncia pública realizada por la hija de un zar de los prostíbulos –y además ex agente de la Side– en la Argentina y México amenaza con salpicar a demasiada gente del poder. Es que apuntó tanto contra el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri como al juez federal Norberto Oyarbide.
Lorena Martins también denunció una red de corrupción que implica a la Policía Federal. Por eso hay varios comisarios que están en la mira de la ministra Nilda Garré, aunque no corre peligro el jefe de la fuerza, Enrique Capdevila, un protegido del secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini.
Más problemas que Capdevila tiene otro jefe policial, Hugo Matzkin. El titular de la Bonaerense viene de declarar en la causa en la que se investigan las responsabilidades por los incidentes con los militantes de La Cámpora en la Legislatura, el día en que Scioli reasumió como gobernador de la provincia.
El kirchnerismo parece decidido a poner el dedo en la llaga y se relame con la posibilidad de que la Justicia determine en los próximos días el procesamiento del jefe Matzkin.

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