Cuando cerca de las 18 horas del último domingo un nutrido grupo de trabajadores de prensa se acercaba al Complejo Cultural Atlas –que funcionó como centro de cómputos del Frente de Todos–, para dar cuenta del proceso electoral, todos coincidían que sería una jornada larga. Lo que nadie imaginaba era el motivo.
Es que por esas horas circulaba información de todo tipo y color, mixturada entre la experiencia explícita y el deseo de los militantes.
Sin embargo, con el correr de los minutos los que coparon la escena fueron justamente los militantes.
En efecto, pasadas las 19, decenas de militantes con sus carpetas se amontonaban para ingresar al Atlas. Un operativo muy aceitado los hacía ingresar y los ordenaba para que, en una prolija fila separada, ingresaran a una oficina debajo del escenario.
Mientras los periodistas, camarógrafos y reporteros gráficos tomaban sus ubicaciones y el rumor de las bocas de urna inundaba la sala, cientos de militantes se encolumnaban pacientemente para entregar, a esa altura, un “material estratégico”.
El dato que en tiempo real aparecía como anecdótico, fue corporizándose de un modo tal que acaparó la atención de todos los presentes.
Así se vio desfilar a dirigentes sindicales de fuste, reconocidos militantes territoriales, docentes de todas las instancias educativas, concejales ex candidatos y presidentes de comunas. Todos con sus carpetas. Todos haciendo cálculos y cotejando datos y mesas en un ejercicio de concentración sorprendente.
Recuperar una práctica
Como un deja vu recordamos que en las elecciones provinciales donde fue electo Omar Perotti como gobernador de Santa Fe, el Frente de Todos convocó a un “encuentro de fiscales”, un domingo a las 10 de la mañana en las instalaciones del club Libertad.
En aquel momento la medida se valoró más como “efectista” que como “efectiva” por los ajenos. Al peronismo santafesino poco le importó y días después se impuso con claridad en los comicios provinciales.
El hecho no había sido casual. Lo que estaba en juego era recuperar una práctica que parecía despreciada a favor de los soportes digitales. Nada de eso. Hay cosas que no cambian. Como escuchar y mirar a los ojos de quien habla.
Por más avances tecnológicos, todos válidos por cierto, la comunicación, en tanto relación dialógica, es irremplazable.
Y si bien el peronismo, en sentido amplio, tiene larga experiencia en estas lides, el domingo expuso su mejor versión. Disciplina y concentración eran las consignas, pero en un envase de alegría y confianza.
Esa era la postal, nadie dudaba del triunfo, no tan holgado claro, pero con convencimiento que seducía.
Cuando alrededor de las 21 horas se anunció que Alejandra Rodenas, vicegobernadora electa, y Marcos Cleri, ahora candidato a diputado nacional, hablarían a todos los presentes, nadie tuvo dudas: habían ganado.
La clave del triunfo
En un marco sin datos oficiales sobre el escrutinio, con zócalos de televisión que violaban la veda electoral y anunciaban “leve ventaja de Alberto Fernández”, y la tranquilidad de un trabajo realizado con celosa escrupulosidad, el festejo estaba garantizado.
Los datos posteriores confirmaban la tendencia y entonces la celebración fue incontenible.
Las redes, ahora sí, funcionaron para convocatorias exprés para un festejo interminable.
“Mirá loco, la unidad del peronismo fue la clave para este triunfo y el rol de la militancia es el instrumento vital e incomparable para llevarlo a la práctica”, decía, a quien quería escucharlo, un experimentado militante con varias batallas en su haber.
“Pero las cosas por su nombre, Alberto es un grandísimo candidato, pero la artífice es Cristina, sin ella nada de esto es posible. Sin ella no hay frente, no hay futuro”, decía el joven militante, mientras acomodaba una cajas con el libro Sinceramente, en una oferta especial de dos libros por mil pesos.
Los trabajadores de prensa que arribaron al Complejo Cultural Atlas entendieron, por fin, que la jornada iba ser larga. No por los resultados, sino por los interminables festejos.