La idea de lo que actualmente es la Escuela Municipal de Artes Urbanas (Emau), que funciona en los remozados galpones de la costa central de Rosario, surgió hace quince años en el club “20 Amigos” de la zona oeste de la ciudad. No muy lejos de allí, en el barrio 23 de Febrero, conocido también como barrio Toba, hace tres años comenzó a gestarse un proyecto de circo social, con la intención de llevar esta disciplina artística a un lugar donde no se veía tan comúnmente. Esa idea fue creciendo a través de la construcción colectiva, las ganas y el trabajo de profesores, coordinadores, adolescentes y jóvenes del barrio para convertirse en lo que hoy es CircoOeste. Ya consolidada la propuesta, centra sus esfuerzos en una función para recaudar fondos que se hará hoy desde las 19 en las instalaciones de la Emau, en el Galpón 15, en el Parque Nacional a la Bandera. El espectáculo “será a la gorra” y habrá un “gran bufet”: lo recaudado por ambas vías será para que CircoOeste pueda asistir al próximo Encuentro Nacional de Circo Social, que se desarrollará en noviembre en Jujuy y que reunirá proyectos similares de otras ciudades del país y de Ecuador, Bolivia, Perú, Uruguay y Brasil.
“Es una forma de vida, es familia y amigos, es compartir, jugar y expresarse”, coincidieron los integrantes de este espacio, cuya sede física se encuentra, precisamente, en el oeste, en el centro de convivencia barrial “23 de Febrero”, en Espinillo y Maradona.
Pero el espectáculo se ensaya en el mismo Galpón 15, junto al Paraná. La escena es colorida: los chicos practican sus números, arreglan los trapecios, organizan el espacio. También charlan y juegan, entre mate y mate cuentan a El Ciudadano qué significa para ellos CircoOeste y de qué se trata este proyecto social y artístico.
“Surgió como una idea de la Escuela de Artes Urbanas de poder laburar en los barrios de una forma más sostenida. Se venían haciendo talleres una vez por semana y generalmente no se mantenían en el tiempo”, explicó Giovana Pidone, una de las profesoras que integran el proyecto. Aclaró, además, que el primer año se encontraban sólo una vez por semana, en tanto que ahora trabajan tres.
“Se trata de extender un poco y descentralizar la idea de los talleres y las técnicas de circo llevándolas a los barrios más lejanos del centro de la ciudad. Se eligió el barrio 23 de Febrero porque es uno de los más alejados, porque había otros lugares posibles donde poder funcionar, uno era la escuela, otro El Obrador, el Centro de Salud y otro el centro de convivencia barrial, donde finalmente nos instalamos”, agregó Aarón Lescano, docente y coordinador de CircoOeste.
“Todos esos lugares eran posibles porque no había ninguna propuesta de circo para adolescentes. Nosotros fuimos a visitar los espacios, a hablar con la gente y se eligió este lugar, donde hoy funcionamos”, agregó.
“La idea de este proyecto es no quedarnos sólo con lo técnico de las artes de circo, sino que sea un espacio interesante para todos los que concurren, donde se pueda charlar de la vida. La pasamos muy bien entre nosotros, nos reímos, compartimos. La idea es poder estar presentes en distintos momentos de la vida de cada uno. Hace poco se casó Elías, uno de los chicos de CircoOeste, y todos estuvimos ahí, no solamente los profes. Todos tenemos las mismas ganas de compartir. A veces, también se trata de poder acompañar a alguien en algún proceso quizás más difícil de la vida del otro, por eso lo social”, continuó explicando Aarón.
Actualmente, CircoOeste funciona los lunes, de 11 a 13, y los martes y jueves de 14.30 a 17. Entre diez y quince adolescentes y jóvenes de la zona, acompañados por cuatro profesores, se encuentran todas las semanas en el lugar en el centro de convivencia donde, además de hacer trapecio, tela, malabares acrobacias de piso, palo chino y minitramp, comparten charlas, pensamientos, experiencias, y según dicen ellos, “la vida misma”.
“Ellos siempre te van a dar una mano”
CircoOeste está conformado por Emanuel “Sol” Galván, Cristian Vergara, Daiana Sangría, Ruth, Lucas y Elías Cano, Florencia Dassig y Agustín Salinas. Además, Aarón Lescano, Gianina Moisés Sosa, Emiliano Piedro Luján y Giovana Pidone coordinan las actividades y, claro está, está abierto a quien quiera sumarse.
“El grupo más estable está conformado por siete u ocho. Es un grupo que está más fuerte, armado, consolidado y eso es lo que sostiene el proyecto. Ellos son los que lo sostienen, porque sino nosotros no tendríamos nada que hacer ahí”, indicó Aarón.
“El circo es familia. Hay alegrías, hay tristezas, hay peleas y discusiones. Es eso, una familia. Experimentás cosas nuevas, cosas que te emocionan, cosas que te hacen llorar”, expresó Lucas Cano, uno de los jóvenes que participa del espacio casi desde que comenzó.
Además, contó que llegó al espacio por curiosidad, al ver a sus amigos en el centro de convivencia barrial. “Cuando me dijeron que estaban formando un circo barrial, me metí, empecé a hacer tela, trapecio, acrobacia, minitramp. Un poco de todo. Me gustó, hicimos un montón de cosas que están bastante buenas. Es algo que siempre quise hacer, quiero seguir y mejorar”, se explayó.
Daiana Sangría tiene 18 años y se sumó este año al proyecto. “Antes no podía porque tengo una bebé y la tengo que cuidar todo el tiempo. Pero este año me tomé un tiempito para mí. Yo la puedo llevar a la nena si quiero, pero lo tomo como un espacio para despejarme. Hacer lo que me gusta. Me encanta y amo hacer trapecio”, dijo la joven, quien de a poco se va animando a probar otras disciplinas.
Y agregó: “CircoOeste para mí es más que un circo. Son amigos, porque vos podés ir y expresar lo que te pasa, lo que sentís y ellos siempre te van a dar una mano con cualquier cosa. Decís que estás triste y en dos minutos te sacan una sonrisa y se pusieron todos contentos, cantás, saltás, bailás. Todos juntos”, definió Daiana.
Tanto Daiana como Lucas afirmaron que quieren seguir trabajando, aprendiendo, experimentando y compartiendo la vida en CircoOeste. Además, el grupo destacó que el espacio está abierto para cualquier persona mayor de 15 años, que tenga ganas de participar, compartir, actuar y hacer del circo una forma de vida.