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En la Argentina del hambre desear un chocolate se paga con la vida

Los súper tienen alarma en los cortes de carne. El jubilado que a duras penas cobra 12 mil pesos no llega a comprarla. Menos un chocolate, un aceite y un queso. Tampoco puede el custodio del Coto, pero defender al multimillonario patrón de un ladrón de chocolate lo coloca en un lugar diferente

Un hombre se llevó un chocolate, un aceite y un queso de un Coto. Lo molieron a palos y lo mataron. Lo dejaron tirado en una de las peligrosas calles porteñas, donde otro hombre murió de frío y otro de una patada policial justificada por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Un anciano enfermo toma tres suntuosos alimentos para la Argentina del hambre. Los mal pagos empleados de Coto golpean hasta matar desde la cobardía de ser mayores en número y descargarse con un hombre de casi 70 años con demencia senil hasta matarlo. La demencia senil es una enfermedad terrible. La conozco de cerca. Cuando no sabía cómo era solía enojarme con mi mamá que olvidaba que recién había comido y quería volver a comer. A veces no sabía que su nieto no era su hijo y buscaba a su bebé que, según ella, estaba llorando en otra pieza. Entendí que sólo el amor es capaz de entender a los enfermos. Y seguirles un rato la corriente a cambio de su felicidad. Cuánta desesperación había en el cuerpo de este hombre enfermo cuando le empezaron a pegar. Cuánto habrá entendido su cabeza entre la propiedad privada de un chocolate y el deseo de comerlo. Cuánto le dolieron los golpes de los cobardes empleados del Coto.

Los supermercados tienen alarma en los cortes de carne. El jubilado que a duras penas cobra 12 mil pesos no llega a comprarlos. Menos un chocolate, un aceite y un queso. Es probable que tampoco pueda hacerlo el custodio del Coto, pero defender al multimillonario patrón de un ladrón de chocolate lo coloca en un lugar diferente al del pobre, el indigente, el que duerme en la calle.

Cuando se habla de grieta pienso en esas cosas. En el estar desorientado sobre cuál es lugar al que cada uno pertenece. Y hablar en el nombre de los otros, a los que nos queremos parecer. Pero golpear y matar sólo nos hace asesinos. Matan porque pueden matar. Porque la doctrina Chocobar impuesta por la ministra Patricia Bullrich celebra al policía que mata por la espalda. La vida no es siempre el mayor valor a resguardar, ni siquiera en los fallos judiciales. No se sabe por qué alguien llega robar. No se pregunta por qué alguien se lleva comida. No importa si los pibes o los viejos comen. Sólo la tristeza de saber que hay quién justifica la muerte y otros que la celebran.

El robo de comida en los súper no es noticia. Pero se multiplicaron este año. Al menos eso dicen los partes policiales y lo ratifican en la Justicia.

Carne, productos de higiene, enlatados, conservas y bebidas son algunos de los productos que la gente se guarda entre sus ropas para intentar salir de los locales sin pagar. Pero son retenidos por la seguridad privada del establecimiento y terminan en la comisaría. Una fuente judicial dijo que en su mayoría terminan con salidas alternativas, pero generan un proceso penal.  Si un anciano con demencia senil no hubiese sido asesinado por los justicieros del Coto, seguramente tendría una causa judicial, aunque su enfermedad lo hubiese vuelto inimputable. En este país mueren los débiles. Mueren de hambre o de frío los que no pueden defenderse contra un sistema que los expulsa e inventa custodios mal pagos que vigilan comida y matan.  Cuando se le baja el precio a la vida y eso no genera indignación, el odio hacia el otro va escalando en el cuerpo. Y sólo convierte a la sociedad en un poquito peor.

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