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“En la Argentina hay un grado de movilización muy fuerte”

En “Cómo se construye un sindicalista”, la antropóloga británica Sian Lazar analiza con rigor etnográfico las dinámicas de ATE y UPCN –los dos sindicatos estatales– para explicar la vigencia y perdurabilidad del movimiento sindical argentino

En “Cómo se construye un sindicalista”, la antropóloga británica Sian Lazar analiza con rigor etnográfico las dinámicas de ATE y UPCN –los dos sindicatos estatales– para explicar la vigencia y perdurabilidad del movimiento sindical argentino, un fenómeno que esta profesora de la Universidad de Cambridge identifica como resultado de una pertenencia que se construye en la vida cotidiana antes que en las grandes movilizaciones.

Analista entusiasta de los movimientos sociales en América Latina, Lazar intuyó que la Argentina podía ser un interesante campo de exploración mientras cursaba un doctorado en la localidad boliviana de El Alto: “Supe que si quería estudiar las características del sindicalismo latinoamericano me tenía que venir acá porque es uno de los mejores sitios para entender la génesis de la acción colectiva y las organizaciones sociales”, explicó a >Télam>.

“Cómo se construye un sindicalista” (Siglo XXI Editores) recorre la articulación del sindicalismo con las transformaciones económicas de las últimas décadas a través del contraste entre los dos sindicatos estatales: por un lado la Unión del Personal Civil de la Nación, mayoritariamente “peronista, disciplinado y orgánico” y por el otro la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), que pregona “horizonalidad, autonomía política y pertenencia a las asambleas de sus militantes antes que a un partido político”.

—¿Cómo llega a interesarse el sindicalismo argentino una antropóloga que proviene de un país con gran tradición en el rubro como Inglaterra?

—En Inglaterra vivimos en los 80 una guerra muy grande del gobierno contra el movimiento obrero. No lograron vencerlo, pero sí atenuaron su impacto. Ha bajado mucho su fuerza política y social. Y esa es una de las grandes diferencias con la Argentina, donde en cambio tiene una incidencia política fuerte. Vine a la Argentina por primera vez en 2005 con la idea de trabajar sobre la cuestión de las fábricas recuperadas pero rápidamente me di cuenta que el sindicalismo más tradicional era una fuerza muy importante acá. Me interesaba estudiar ese peso social y político que tiene el sindicalismo acá.

—¿Por qué decidió concentrar su trabajo en los sindicatos estatales, ATE y UPCN?

—Ambos son representantes de las dos grandes tradiciones sindicales de la Argentina, la CGT y la CTA. En una misma rama laboral están concentrados los dos y eso implica la posibilidad de una comparación interesante. Por otro lado, normalmente en las relaciones laborales se identifican tres actores: los obreros, los empresarios y el Estado como mediador, mientras que en el sector público encontramos que el Estado es empleador y mediador al mismo tiempo. Eso es muy interesante porque permite ver con otra complejidad las negociaciones colectivas. Muchos de los representantes de estos dos sindicatos se plantean también ellos mismos como empleadores, en tanto son ciudadanos argentinos. Es decir, no se da en este marco la típica confrontación entre el obrero y el patrón. También estaba a priori la perspectiva de analizar el mito de que los trabajadores estatales tienen más estabilidad, más posibilidad de agruparse y de accionar colectivamente. Esas tres razones me llevaron a elegir a los sindicatos estatales como mi foco de exploración.

—Su trabajo identifica dos lógicas antagónicas: UPCN con una vocación más negociadora y estratégica y ATE por el contrario más horizontal y confrontativo ¿En qué otros aspectos se diferencian?

—Además de ser como un negociador oficialista, UPCN es también verticalista, y para ellos esa organicidad les da fuerza. Por el contrario, ATE es más horizontal, está más ligado a los movimientos sociales y ha tenido a lo largo del tiempo un discurso y una actuación más combativa.

En lo que hace a la militancia, los dos tiene mucho en común porque entienden la militancia de manera bastante parecida. Y respecto a la contención ponen diferentes énfasis: UPCN en un proceso terapéutico de escuchar los problemas de los afiliados, de hacer actos culturales, de abrazar al afiliado y al delegado, de cuidarlo dentro de la Obra Social y de la delegación; y ATE pone más énfasis en las asambleas, las marchas, los debates políticos y todo ese tipo de cosas.

—Se da un punto decisivo cuando la clase media se incorpora al mapa de las movilizaciones sociales ¿De qué manera incide este fenómeno en la estructura de los sindicatos?

—Se plantea una paradoja porque dentro de los sindicatos estatales, por una parte se reconocen como de clase media pero por el otro se reinvindican como trabajadores que no pertenecen a ella. No los interpela su pertenencia a la clase media sino su identidad como trabajadores. En la ciudad de Buenos Aires hay una fuerza de acción colectiva que no se da solamente adentro de los sindicatos sino también en las organizaciones barriales, los partidos políticos y otro tipo de movimientos. En la Argentina hay un grado muy fuerte de movilización. Y ser de clase media no implica necesariamente no movilizarse o ser individualista.

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