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En la búsqueda de una voz propia

Juan Rodríguez es un poeta local y miembro de la editorial Pesada Herencia cuyas lecturas en bares y centros culturales son cada vez más frecuente. Preocupado porque su obra diga más allá de lo que hable, reconoce en lo que “falta” uno de los motores de su escritura

Empecé un taller de poesía a los dieciséis años. Me había quedado libre en el colegio y mi vieja me dijo: «En estos meses hacé algo que te guste, pero hacelo». Fue una cosa extraordinaria porque la profesora, Ana Laura Buono, trasladaba el deseo de escribir”, cuenta el poeta Juan Rodríguez recordando sus comienzos formales con la escritura, doce años atrás.

Desde entonces nunca dejó la pluma. Cada vez lee con más frecuencia en bares, centros culturales, tertulias y eventos de poesía.

Siempre estuvo más dedicado a la tarea de la escritura –esa relación íntima con el lenguaje– que a publicar sus escritos sin embargo existen cuatro publicaciones que dan cuanta de ellos. Hoy no parece de este mundo es del año 2012 y fue editado por la editorial Tropofonía; en 2016 salió Zarpazo y la edición corrió por cuenta de Tercer Mundo; Charcos es de 2017 y llegó por medio de Pesada Herencia, una cooperativa editorial conformada por escritores de la ciudad de la cual Rodríguez forma parte, y a fines de 2018 y en formato fanzine fue el turno de Bucear la niebla, publicado por Pesada Herencia en conjunto con Turba, otra editorial autogestiva de la ciudad.

En viaje

“Escribís buscando una voz propia que nunca sabés si encontrás. Sabés que hay frustraciones y aproximaciones. En mi caso borro más de lo que escribo, lo que no significa que me sienta mal –señala Rodríguez cuando se le pregunta por sus años de escritura, de correcciones y re-escrituras–. Esto obedece a una estética que busco, que tiene que ver con una poética despojada, precisa, breve en lo posible. Lo que estoy continuando es esa búsqueda, creo que no lo logré y me siento en ese viaje”.

Su estilo, que se construye desde cierta descontractura gramatical y usa de andamiaje el propio contexto poético que los versos van creando, es directo, sin vueltas. Se apoya en una fina complejidad que arma el terreno para que la simpleza gane el lugar. Tiene muchos poemas en verso y también algunos en prosa. Hay un estilo que subyace más allá de los matices y los cambios que se van dando en sus distintos momentos.

Una apuesta

—¿A qué te referís con esto de “una voz propia”?

—Un lugar donde pueda reconocerme en lo que escribo sin ninguna objeción, aunque si no tuviese objeciones probablemente buscaría otra voz.

Además de las publicaciones mencionadas, Rodríguez guarda en su casa más de veinte libros inéditos, escritos que van desde 2008 a la actualidad.

—No son libros –aclara pensativamente, sin solemnidad–, son carpetas con muchos poemas corregidos. Un libro es algo que a veces no te das cuenta que tenés, y que a veces pensás que los tenés y no es así.

—¿Qué es un libro entonces?

—En mi caso es una síntesis de muchísimos borradores, correcciones, poemas descartados y vueltos a pulir; es algo que encierra diferentes estados en el trance de escribir. En definitiva es un material que da cuenta de ese tiempo de trabajo y escritura. Y finalmente una apuesta.

El hambre y la curiosidad

—¿Hay un momento de arbitrariedad, de decir: “Tengo que publicar aunque haya cierta incompletud?”

—Siempre hay algo que falta. Decía el actor y director de teatro Norberto Campos: “Estamos hechos de lo que nos falta”. Lo que falta organiza el hambre y la curiosidad de seguir escribiendo. Si no ya no haríamos más cosas.

—¿De qué hablan tus poemas?

—No busco que hablen, sino que digan. Hablar podemos hablar un montón. ¿Pero qué podemos decir? Intento escribir sobre lo que conozco, lo que no quita que pueda agregar otras cosas porque en ese caso no habría imaginación, e intento escribir también de las cosas en las que me reconozco. Si no me reconociera en mis propios poemas sentiría que me traiciono.

Algo detrás de las palabras

—¿Y qué cosas conocés?

—Mi infancia es algo que conozco. Las calles que camino y mis vínculos también.

—Lo que conocés sin dudas es la experiencia del lenguaje y sus posibilidades.

—La palabra es algo que conozco; y trato de escribir con las palabras habituales que uso sabiendo que escribir un poema no es hablar. Esas palabras están escritas para decir que hay algo más atrás de esas palabras.

—¿Te sentís continuador de estéticas o lenguajes de otra gente?

—No me siento un continuador pero sí reconozco influencias; me reconozco enamorado de la obra de ciertos poetas como Jorge Leónidas Escudero, Sor Juana Inés de la Cruz, Alberto Girri, Miguel Ángel Bustos, Jorge Luis Borges, César Vallejo ni hablar.

—¿Cómo sentís el acto de escribir ahora, a diferencia de cuándo empezaste?

—Soy más quisquilloso, caprichoso y chinchudo. Pero tampoco me doy con un látigo. Hay que seguir laburando. Siento que me aproximo a algo que siempre me gustó, pasé por un millón de tentativas y ahora veo cosas mejor logradas, los textos que escribo tienen otra respiración.

—¿Tenés una rutina para escribir?

—No soy del palo que dice que hay que escribir todos los días. No es un deporte la escritura. Puedo dar con una frase ingeniosa pero si me pongo a trabajar con ella cuando no es el momento me sale algo forzado, entonces dejo que crezca en la oreja. Como decía Leónidas Lamborghini: “Escribo con la oreja”. Te escuchás a vos mismo como parte de todo lo que escuchás. En mi caso ahí empieza el proceso de escritura. Puedo estar tres meses sin escribir una línea, y de repente estoy en un viaje, y ahí sí, durante meses escribo y reescribo.

Habitar el momento de la escritura 

Desde abril, y durante todo 2019, Juan Rodríguez va estar dictando un taller de escritura en dupla con Juan Carlos Margaretich, un escritor de la ciudad que viene autopublicando y distribuyendo sus libros hace años, y cuya principal búsqueda literaria –entre otras–, se centra en el micro-relato. “La poesía y el microrrelato son géneros que buscan una totalidad en esa estructura condensada, géneros que, por decirlo de alguna forma, van al hueso sin tantas digresiones. Charlando esas cosas nos propusimos armar esto, un taller en el cual la gente que venga pueda armar un relato, una crónica, un poema, lo que finalmente salga. Proponemos habitar los momentos de la escritura y la reescritura, porque la reescritura permite reconocer que hiciste algo que no cierra pero posee elementos valiosos para seguir escribiendo”, explica Rodríguez. El taller tendrá lugar el primer y tercer sábado de cada mes y apunta a que la gente se sume a lo largo del año, sin comienzos formales. Los interesados pueden consultar al 3412 135951 o al Facebook del poeta Juan Rodríguez.

Dos poemas

Una plaza vacía
sus cuerpos heridos
de sol. Se estremece
esa brisa filosa.
Desnuda la nube
su lenta amenaza.
Alguien
suspende los puntos

***
¿Por qué escribir la lluvia?
Hoy está cayendo y punto.
Ya me debe haber inundado
medio corazón. La otra mitad
anida fuegos inútiles.
¿Por qué escribir la lluvia?
Hoy está cayendo y punto.
Vieja y sin hijos
araña cada ventana
donde nadie se tiene

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