“No buscaba una familia. Tengo una familia. Buscaba la verdad”, cuenta Laura Cheroni Moore. Desde chica supo que su mamá no la había llevado en la panza. Pisando los 40 años y después de tres exámenes de ADN empieza a conocer cómo fue que llegó a su casa y quién es su madre biológica. Laura es una de las 140 personas que junto al gobierno de Santa Fe buscan sus orígenes. En abril de 2015 creó un espacio de acompañamiento para los “buscadores”. Así se reconocen quienes desde hace años van a los registros civiles, hospitales, tribunales, las redes sociales y enfrentan la sensación de que están traicionando a sus familias de crianza. También hay madres y padres que por voluntad o fuerza nunca más vieron a sus bebés. Hay casos de adopciones legales -hoy desterradas por al nuevo Código Civil y Comercial- y el delito de sustitución de identidad. La mayoría son de Rosario. Son personas que les cambiaron el nombre y documento, y fueron inscriptos por los padres de crianza. El 82 por ciento buscan su origen y el resto son madres o padres que buscan a sus hijos.
Romper
Laura dice que buscó toda su vida aunque fue la muerte de su mamá de crianza, Graciela, en 1997, la que aceleró la marcha. Para ella hay una sensación de traición en todos los que buscan sus orígenes biológicos y el primer enemigo es el pacto de silencio de la familia sobre cómo fue.
En 2015, cuando abrió el Área de Identidad de la Secretaría de Derechos Humanos, hizo un último intento. Después de la investigación de la provincia, en febrero conoció que su mamá biológica, Ramona, fue abusada y golpeada por su pareja que la amenazó durante el embarazo con matar a la beba cuando naciera. Era fruto de una relación anterior. La opción era entregarla. Laura llegó a su familia días después de nacer en la Maternidad Martin. Sus papás se habían casado y no tenían hijos. Militaban en los barrios y eran creyentes. Sabían que una beba necesitaba un hogar. No supieron de la violencia ni las mentiras. A Ramona le habían dicho que Laura había muerto meses después. En 2017 Laura conoció a Ramona. Sabe que tiene más hermanos biológicos y una historia por reconstruir. Le gustaría cambiarse la fecha de cumpleaños, pero no su apellido. “Soy Cheroni Moore. Es mi familia”, explica a El Ciudadano.
Cerca
A los 33 años, Leandro Zeballos encontró de donde venían los lunares que tiene en el cuerpo. Los vio en su madre biológica hace poco en Gálvez. Él vivió más de 20 años a 40 minutos, en la localidad de San Carlos, y nunca lo supo. Sabía que era adoptado. Su familia se lo dijo de entrada. Dice que nunca le pesó. Está agradecido porque su familia le dio todo para que ninguna broma de mal gusto en la primaria lo ponga incómodo al escuchar la palabra “adoptado”.
En 2016 su padre murió y por segunda vez en su vida levantó el teléfono para saber cómo llegó hasta Casa Cuna, un hogar de niños de Santa Fe. La primera se frustró y no siguió buscando porque sentía culpa, como si estuviera engañando a su familia. Después se mudó a Rosario y consiguió trabajo. Un día estaba googleando por datos de los Registros Civiles. Cuando abrió Facebook vio que le sugerían ver el perfil de la Secretaría de Derechos Humanos provincial. Dio con el Área de Identidad. En marzo llamó y le pidieron los papeles que tuviera. Llevó el acta de nacimiento y se entrevistó con la abogada Luciana Zapata y la psicóloga Lucrecia Garibay del área. En dos semanas lo llamaron para ir al ex Registro Civil de calle Salta y le explicaron que podía llevar tiempo encontrar algún dato. Los mecanismos de información aún no están aceitados por lo que hay un proyecto de ley en marcha-ver aparte-.
Leandro descubrió que su mamá biológica, Susana, vive en Gálvez aunque es de Gualeguay. Un año después de que nació, ella tuvo que volver a hacer trámites a Entre Ríos. Lo dejó al cuidado de una mujer en la pensión. Tenía que volver en una semana, pero se retrasó. La pensionista conocía a un juez que mantenía viejas costumbre de la dictadura. Lo apropió y puso en adopción y menos de 10 días pasó a Casa Cuna. En esos días aún era Julio David López y tenía un DNI que no coincide con su edad. Leandro aún está conociendo su historia.
“Queremos articular los grupos de buscadores que hay, brindarles contención y alentarlos a conocer su identidad”, contó a El Ciudadano. El 29 de septiembre habrá una reunión convocada por la provincia para anunciar las actividades para el 22 de octubre, Día de la Identidad, en homenaje a quienes empezaron y siguen con la tradición de pelear por el derecho a saber los orígenes: Las abuelas y madres de Plaza de Mayo.
El derecho a saber el origen avanza en la Legislatura
La Cámara de Diputados dio media sanción días atrás al proyecto de ley de Alicia Gutiérrez (SI) que tiene como objetivo garantizar el derecho a la identidad biológica o de origen, facilitando la investigación y búsqueda de información a toda persona que presuma que ha sido suprimida o alterada en el momento del nacimiento o posteriormente.
El texto aprobado permite el libre acceso a los datos contenidos en los archivos del Registro Civil y a la documentación de los hospitales, clínicas y establecimientos de salud municipal y provincial, tanto públicos como privados, con el fin de poder constatar la identidad de hombres y mujeres que tengan sospechas o dudas al respecto.
Gutiérrez aclaró que no se trata de personas que buscan su identidad por causas vinculadas a la última dictadura aunque admitió que se toman de mucha de la tarea realizada por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo para lograr la identidad de hijos y nietos desaparecidos o sustraídos durante aquellos años.
“Venimos trabajando hace tiempo con muchas personas que han descubierto de adultas que no conocen cuál es su identidad de origen, es decir, no saben quiénes son sus padres, cómo y dónde nacieron, si tienen hermanos biológicos, entre otras cosas. Y esto es un derecho humano fundamental”, explicó la legisladora.