Search

En la UNR estudian un síndrome relacionado con el agotamiento laboral

Desde la Facultad de Psicología están desarrollando un proyecto en escuelas públicas de la ciudad con el fin de medir el Burnout (agotamiento, en inglés). La idea es hacer una proyección en docentes argentinos

Victoria Arrabal / Universidad Nacional de Rosario

Desde la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, Víctor Quiroga, docente de esa carrera, está desarrollando un proyecto en escuelas públicas de la ciudad con el objetivo de medir y evaluar la prevalencia del síndrome de Burnout y hacer una proyección de indicadores en docentes argentinos.

El síndrome de Burnout (agotamiento, en inglés) fue reconocido este año por la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad asociada al empleo.

Los principales grupos de riesgo son los trabajadores de la educación, la salud y los asistentes sociales, quienes deben relacionarse con otras personas durante muchas horas.

Quiroga es profesor de las cátedras “Psicología en el trabajo” y “Organizaciones e Instituciones”. El profesional afirmó que en un principio el síndrome “fue considerado como un estrés laboral crónico”. Pero, según su visión, se trata de un opuesto al estrés. No genera fatiga física sino un desgaste que lleva a la persona a cuestionarse no sólo su trabajo sino también su vida.

“Si alguien se siente agotado, el médico le receta algún medicamento, descanso y luego puede volver a su trabajo. Pero en el caso de este síndrome es peor porque continúa el propio proceso de ideaciones en su casa”, explicó.

El Burnout se expresa a través de tres dimensiones: una comportamental, visible, cuyos síntomas son el maltrato, la ironía, la falsedad.

Otra es el cansancio emocional, con sensaciones negativas, imposibilidad de reconocer los afectos y expresar las emociones, tanto en el ambiente laboral como en el familiar y social. Y por último, en el área cognitiva, surgen planteos desde el abandono del trabajo hasta el suicidio.

“El que lo padece cuestiona su escala de valores y el mundo que se había armado. Lo que era prioridad deja de serlo y encuentra contraargumentos de todos los argumentos que tenía”, dice Quiroga.

Y aclara que esto no es de un día para otro. Pero sí empieza a manifestarse en algún momento. Considera que surge de una ecuación entre un tipo de personalidad y determinado ambiente de trabajo.

El Burnout tiene etapas. Una de euforia, relacionada a la idealización de la profesión. Después, una de apatía y desencanto y, alrededor de los nueve años, estancamiento, frustración y la posibilidad de abandonar el trabajo. Luego hay una etapa de sintomatología en la que puede diagnosticarse la enfermedad.

Para evaluarla se utiliza el cuestionario MBI-ES (Maslach Burnout Inventory – Educational Survey) compuesto de 22 preguntas y una escala donde no sólo se mide la frecuencia, sino las intensidades de las acciones mencionadas.

El trabajo de Quiroga está encuadrado en la psicología social y los diagnósticos que hizo son de tipo epidemiológico. Afirma que en los grupos testeados hay constantes como el cansancio emocional, la baja realización y la despersonalización, que oscilan entre un mínimo y un máximo de referencia.

Su propuesta es crear un nomenclador a nivel nacional a partir de esos indicadores.

Cansancio emocional

Si bien el Burnout es una patología antigua, su reciente reconocimiento tiene que ver con una nueva dinámica de sobrecarga laboral y una falta de elementos en la construcción subjetiva para afrontarla, según explica Quiroga.

Justamente, el cansancio emocional es ese bloqueo que genera la impotencia frente a determinadas situaciones.

“A quien tiene esta patología parecería que el mundo le resbala, pero en realidad es un sufrimiento, no puede llegar al mundo”, explicó.

La resignificación implícita del docente y el lugar de la escuela en la sociedad actual es una de las mayores problemáticas aún sin resolver por la que atraviesa el trabajador de la educación.

La carga sobre el rol del docente abarca desde el deber de enseñar (en el sentido de transmitir conocimientos) hasta observar el comportamiento de los alumnos en las inmediaciones de la escuela.

Muchos maestros asisten a la higiene y el cuidado personal, controlan y vigilan las conductas de los alumnos en los recreos, prestan asistencia personalizada en las dificultades de aprendizaje, deben brindar una imagen de confianza y respeto para con los alumnos, pares y autoridades, así como también con los familiares y el resto de la comunidad.

Y, por otra parte, están las tareas específicas del ámbito curricular que también se multiplicaron. Desde asistencia a seminarios de capacitación y formación, pasando por el cumplimiento de burocracia administrativa hasta el rol de consultor en gabinetes psicopedagógicos y psicológicos.

A esto se suma en los últimos años el tema de la violencia y la inseguridad de la que fueron víctimas las instituciones y los docentes dentro de la propia organización.

Los hechos de vandalismo, robo y hurto así como la violencia y el maltrato entre compañeros ponen en vilo y alerta a la planta docente, produciendo cuestionamientos más allá de su rol específico.

La dinámica de grupos

Para el investigador de la UNR el mejor tratamiento es el rearmado del grupo en el lugar de trabajo, tomar iniciativas para fortalecerlo y que se genere confianza.

“Venimos de una tradición en la que los afectos quedan afuera de lo laboral. Pero es imposible contenerse durante 6 u 8 horas. Eso se paga psicológicamente”, afirma.

Y explica que hay estrategias de dinámica de grupos dentro de las organizaciones para que ellos mismos puedan dar una respuesta a las problemáticas que surgen.

“Que se puedan expresar los afectos dentro del lugar de trabajo ayuda a elaborar de otra manera esa violencia o lo que burocráticamente llega a la escuela”, dice Quiroga.

El investigador cree que debería haber un dispositivo grupal dentro de las instituciones, un espacio que permita hablar de los propios sentimientos, de las emociones, de las historias de vida. “Los problemas van a estar pero si hay confianza en el grupo, pueden afrontarse distinto”, explicó.

El trabajo se encuadra dentro de una cantidad de estudios que viene realizando el docente de Psicología en los últimos años y tiene por objetivos validar el cuestionario Maslach utilizado en un sinnúmero de proyectos para evaluar el grupo de riesgo que conforma el colectivo docente.

Asimismo, la idea es medir la prevalencia del síndrome de Burnout en escuelas públicas de la ciudad de Rosario, analizar los datos recolectados por medio de entrevistas en profundidad y articularlos con los datos cuantitativos.

También reconocer las posibles relaciones existentes y preexistentes a nivel social y organizacional que posibilitan la enfermedad así como también las estructuras individuales para explicar la aparición y desarrollo de este síndrome.

10