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En medio de la guerra con Los Monos: condenan al líder del clan Romero, su madre y dos laderos

Se trata de Lichi Romero, quien aceptó en un abreviado 7 años y 4 meses de prisión como jefe de una asociación ilícita dedicada al lavado de activos y por dos asaltos, el más resonante a un local de iluminación en 2017: junto a viejos hampones de la zona sur se llevó 250.000 pesos

El clan Romero domina la zona norte desde hace una década. Han sido sindicados por hechos de sangre, abusos de armas usurpaciones y entraderas. Con anclaje en el barrio Municipal de Nuevo Alberdi, la banda volvió a sonar con más fuerza en abril pasado, luego de que los señalaran como los autores de un secuestro que desató una guerra con Los Monos, que incluyó balaceras con más de medio centenar de disparos con ametralladoras y hasta el uso de un fusil. Este miércoles, el jefe del clan de zona norte, Hernán Ramón «Lichi» Romero; su madre, Mónica Romero; su primo Gastón y uno de sus lugartenientes, Horacio «Cuchini» Toledo, fueron condenados en un acuerdo abreviado al que llegaron la Fiscalía, representada por las fiscales Valeria Haurigot y Cecilia Brindisi, y los abogados defensores Ignacio Carbone y Renzo Biga.

La pesquisa de las fiscales de Investigación y Juicio se conoció el 4 de julio de 2017, cuando las fuerzas de seguridad supervisaron más de 30 allanamientos, en los que cayeron 16 personas. En la imputación, Haurigot y Brindisi explicaron las complicidades entre dos bandas para conformar una asociación ilícita que cometió al menos ocho asaltos y una tarea permanente de lavado de activos: en el grupo del sur eran los jefes Abel “Veneno” Fernández y Luis Francisco “Chino” Ramos (reconocidos hampones en las crónicas policiales) mientras que la banda de zona norte estaba bajo el liderazgo de Lichi Romero.

Las condenas

A casi tres años, el jefe del clan del norte, de 29 años, aceptó su responsabilidad como líder de una asociación ilícita y admitió su participación en dos asaltos. Uno de ellos contra Electricidad Centro, en mayo de 2017, cuando se alzaron con 250 mil pesos. Y también por lavado de activos. El magistrado Rodolfo Zvala aceptó el acuerdo y lo condenó a 7 años y 4 meses de prisión, y a pagar una multa de 600 mil pesos.

Su primo, Gastón Ariel Romero, de 24, fue condenado a 3 años y cuatro meses de prisión por el robo a Electricidad Centro, por ser miembro de la asociación ilícita y por lavado de activos.  Esta pena se le acumuló con una anterior a tres años, así que deberá purgar 6 años y cuatro meses de cárcel, y afrontar la misma multa que su primo Lichi.

Este acuerdo, también incluyó a otro miembro de la banda, Horacio Hernán «Cuchini» Toledo: el muchacho, de 24 años, aceptó haber participado en el asalto al local de iluminación, pertenecer a la asociación ilícita, haber cometido encubrimiento y haber detentado tenencia ilegal de arma de fuego. Fue sentenciado a 3 años y 11 meses, que se le acumularon con una condena anterior a 8 años, y pasará 11 años en la cárcel.

En tanto, Mónica Patricia Romero, de 50 años y madre de Lichi, fue sentenciada a 3 años y 7 meses de prisión por ser miembro de una asociación ilícita y por la tenencia ilegal de arma de fuego. Cuando fue detenida, el 4 de julio de 2017, a Mónica le saltó un pedido de captura por un homicidio en riña perpetrado en diciembre de 2007. Por este delito la mujer fue absuelta, debido a que se declaró la prescripción de la causa en su contra.

La víctima de ese crimen fue Miguel Ángel Funes, un hombre de 42 años, asesinado el lunes 3 de diciembre de 2007 cuando salió de su casa para ir hasta un quiosco en enu barrio de Nuevo Alberdi y se topó con una pelea en Vieytes y Caracas. Miguel intentó defender a un vecino y recibió dos balazos en una de sus piernas. Uno de los plomos le desgarró la arteria femoral y murió en el lugar.

Los robos

El asalto por el que fueron condenados Lichi, Gastón y Cuchini se cometió el 2 de mayo de 2017 en el local de Paraguay al 1000. De acuerdo a la presentación de las fiscales, ese día, a las 7.45, los tres, junto a Veneno Fernández y Luis Comparin, miembros de la otra banda, llegaron en dos autos, sorprendieron a un empleado cuando abría el negocio y tras amenazarlo de muerte sustrajeron un cuarto de millón de pesos en efectivo.  El golpe duró apenas 10 minutos.

Lichi Romero fue penado también por otro robo. Se cometió el 18 de junio de 2017, cuando su novia, Claudia B., lo llevó en auto hasta la cuadra de Garzón al 1200, donde una familia celebraba en su casa el Día del Padre. Lichi se bajó, se acercó a uno de los invitados que estaban en la vereda, y tras apoyarle el cañón del arma en el pecho lo obligó a entrar y amenazó de muerte a todos los presentes.

Una de las mujeres buscó el dinero que tenía escondido y Lichi huyó con 25 mil pesos. A los pocos minutos, policías lo atraparon al lado del auto, en Luzarriaga y Caracas, describió la acusación para agregar que la participación en la asociación ilícita de Mónica quedó clara ese día, ya que a través de escuchas telefónicas las fiscales dieron cuenta de los intentos de la mujer para que las víctimas no declararan en contra de Lichi.

La Fiscalía también les achacó a Lichi y a su primo Gastón la compra y venta de autos para encubrir el carácter ilícito del dinero, como también el uso de vehículos robados. Entre las transacciones se encontraron dos BMW, un Mini Cooper, un Volkswagen y un Citroën C4.

Los Romeros vs. Los Monos

Hace apenas unas semanas que comenzaron a sonar con más fuerza estos clanes en las crónicas policiales que dieron cuenta del recrudecimiento de las balaceras y la demostración del poder de fuego que tienen en las calles rosarinas, donde intentan quedarse con el dominio de la zona norte para la venta de drogas al menudeo.

El 4 de abril pasado, José Orlando C., un hombre de 37 años vinculado con los Cantero, fue secuestrado cuando salió a sacar la basura de su casa de Polledo y Salvat. Los cuatro captores lo estaban esperando en un Peugeot 206, le dispararon en las piernas y en el abdomen  y lo subieron a una camioneta, para luego dejarlo abandonado y malherido en el kilómetro 4 de la ruta 34. El fiscal Adrián Spelta, tiene ya dos detenidos e imputados: un joven de 21 años y un adolescente de 17, ambos vinculados con el clan Romero, dijeron fuentes del caso.

A partir de este caso, las grescas a plomo y sangre entre las bandas se recrudecieron y tuvieron sus réplicas al mes siguiente, cuando el 19 de mayo Joel Mansilla, de 17, fue asesinado por desconocidos que le dispararon más de 50 disparos en la cuadra donde habitan miembros de los Romeros, Luzarriaga al 3900. Los voceros relacionados al caso no descartaron que los atacantes pertenezcan a Los Monos.

Los días pasaron en medio de balaceras contra frentes de viviendas de la zona hasta el 27 de mayo, cuando en un supuesto intento de robo a un policía de civil, el cual nunca estuvo claro, otro uniformado que acudió al alerta terminó internado grave, con un disparo en la cabeza, en inmediaciones de ruta 34 y avenida Circunvalación.

Se trata del suboficial Víctor Hugo Páez, quien iba en el patrullero con otro policía para responder, cuando se cruzaron en Vieytes y avenida Suárez con los ocupantes de un Chevrolet Aveo. Como los encontraron sospechosos, los uniformados intentaron identificarlos y se produjo un intercambio de disparos en el que uno de los plomos impactó en la cabeza del uniformado, quien trabajaba en Uranga y estaba haciendo adicionales en Rosario.

En este caso, los testimonios recolectados por los pesquisas dieron cuenta dos cosas: un descreimiento total sobre la tentativa de robo al policía de civil porque con el crimen de Mansilla fueron varias voces que, por lo bajo, sostuvieron que ese asesinato se cometió con connivencia policial, y la otra, que los ocupantes del Aveo respondían a los Romero.

El Chevrolet fue abandonado en barrio Cristalería y los investigadores incautaron un fusil FAL.

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