¿Qué tal si lo que sale de los baños de una población de 10.400 habitantes, en vez de contaminar napas subterráneas o cursos de agua superficiales, se convierte en 30 mil litros de bioetanol al año, y en 760 mil de agua cristalina que puede potabilizarse fácilmente? Esto es lo que en pocos meses va a ocurrir en la ciudad de Totoras. La municipalidad formalizó el último viernes de abril con la empresa social MamaGrande un convenio que pone en papeles lo que está en franco avance: la primera bio-refinería social de la Argentina. Estará ubicada a unos 1.500 metros del casco urbano. Allí, en un predio de cuatro hectáreas, ya se construyeron los dos grandes piletones de la planta de tratamiento de efluentes cloacales que, mediante la acción combinada de plantas acuáticas y un “consorcio” de bacterias, transformará las evacuaciones de los vecinos en almidón, un tipo de azúcar que además de ser la materia prima para el biocombustible podrá ser en el futuro insumo para plástico biológico, entre otros posibles destinos que generarán valor transformando uno de los mayores problemas urbanos actuales –en Rosario los súper entregan 3 millones de bolsitas al mes– en una solución.
La basura –y los residuos cloacales lo son– es un invento humano. En la naturaleza, antes de que el hombre meta la mano, lo que expulsa un organismo es alimento para otros, por lo que nada se acumula molesta y amenazadoramente. Recrear esta dinámica, potenciada con los conocimientos científicos y tecnológicos de punta, es lo que propone MamaGrande y a lo que se sumó, transformándose en piloto de la innovación, la gestión totorense de Horacio Carnevali. El vínculo comenzó el año pasado, y en éste se verán sus resultados.
El proceso de tratamiento de efluentes se basa en la acción de plantas acuáticas autóctonas de la familia de las lemnáceas, las conocidas “lentejas de agua” que pueden verse en lagunas, arroyos calmos y hasta en las zanjas estancas al costado de las rutas. Tienen la particularidad de transformar con alta eficiencia la materia orgánica de los residuos líquidos en almidón, al que alojan en su interior permitiendo luego utilizarlo como insumo en procesos industriales. Pero, para que la conversión sea más rápida y eficiente, el combo se completa con una asociación de bacterias que se encargan de hacer un trabajo previo: “romper” las moléculas de grasa para que las lentejas puedan digerirlas mejor. El consorcio bacteriano fue desarrollado, hace ya seis años y sin manipulación genética, por el biotecnólogo Sebastián Logorio, rosarino, y uno de los cofundadores de MamaGrande junto al emprendedor Federico Seineldín y al “casi biólogo” –como él mismo se define– Eduardo Mercovich.
Este mix de microorganismos ya está probado y secuenciado genéticamente, y es de cuño propio. El sistema en general, en cambio, fue experimentado con éxito, y las particularidades de cada caso, en varios puntos del planeta. A fines del año pasado, el proyecto de Totoras fue declarado de “interés nacional” por la Cámara de Diputados de la Nación.
La etapa de ensayos del proceso estuvo a cargo de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Buenos Aires y culminó con resultados que excedieron las expectativas iniciales. No sólo la tecnología es singular, también lo es parte de su financiación: la intendencia de Totoras (a 60 kilómetros de Rosario, en el departamento Iriondo) comprometió a empresarios locales para que hagan un aporte económico que se les reintegrará en su totalidad mediante descuentos en sus tributos fiscales. Por esa vía, ya se recaudaron 150 mil pesos. A su vez la provincia, a través de la Secretaría de Ciencia, Técnica e Innovación, también colaboró. Y un dato clave: la oposición totorense acompaña la jugada, por lo que todos los actores de peso están involucrados.
Los trabajos para poner a punto el sistema de tratamiento de efluentes continúan con la optimización del proceso. Esto implica mejoras en las dos lagunas de tratamiento para asegurar una correcta circulación de las aguas servidas, y las puntadas finales al diseño de la planta de bioetanol. Para esto último, hubo contactos con compañías brasileñas que tienen amplia experiencia en la materia. Además, MamaGrande sondea un acuerdo con otra empresa social, la mendocina Energe, para que provea calefones solares (calientan el agua mediante la radiación del Sol) y de este modo se reduzca sensiblemente el consumo eléctrico de la planta de biocombustible, cerrando un círculo inédito en la región.