Unas 200 ballenas piloto encallaron este sábado en Farewell Spit, en Nueva Zelanda, pese a los esfuerzos de centenares de voluntarios, un día después de que otros cientos de estos cetáceos murieran varados en la playa.
«A pesar de los esfuerzos hechos por todos para evitar nuevas pérdidas (…), unas 200 ballenas piloto que nadaban libremente encallaron», declaró Herb Christophers, portavoz del departamento de protección de Medio Ambiente (Department of Conservation, DOC).
La víspera, 416 ballenas piloto fueron halladas en la playa de Farewell Spit en la región de Golden Bay, en el norte de South Island, una de las principales islas de Nueva Zelanda.
Unas 300 ya habían muerto cuando fueron localizadas, y cerca de 500 voluntarios intentaron entonces salvar a las ballenas supervivientes poniéndolas a flote.
Este sábado, unos 150 voluntarios ignoraron una alerta por tiburones para formar una cadena humana en el mar e impedir que las ballenas supervivientes regresaran a la playa, así como la llegada de otros 200 ejemplares.
Pero tuvieron que interrumpir sus esfuerzos al caer la noche, y unas 200 ballenas vararon a unos tres kilómetros del lugar donde apareció el primer grupo el viernes.
Las ballenas piloto, también conocidas como calderones, llegan a medir hasta seis metros de largo y son la especie más común en Nueva Zelanda.
«Muy inusual»
«Quizá podamos salvar a cientos de ballenas varadas», dijo Herb Christophers, que explicó que el hecho de devolverlas al agua no significa que vayan a sobrevivir ya que pueden regresar a la playa.
Una veintena de ballenas rescatadas el viernes murieron así el sábado.
Farewell Spit, situada a unos 150 kilómetros al oeste de la ciudad turística de Nelson, es conocida por la frecuencia con la que encallan ballenas piloto. En los últimos 10 años, se registraron al menos nueve casos.
Hasta el momento no hay una clara explicación científica para este fenómeno. «No sabemos por qué [el nuevo grupo de 200 ballenas] entró en la bahía», aseguró Daren Grover, director general de la organización medioambiental Project Jonah, que participa en las labores de rescate.
Las ballenas «respondieron tal vez a señales emitidas por las ballenas que ya habían entrado. Es muy inusual, nunca habíamos visto nada así», añadió.
Un miembro del DOC, Mike Ogle, declaró en Radio New Zealand que los cetáceos podrían haberse dirigido hacia la costa por miedo a los tiburones.
«Ahí hay un cadáver que lleva marcas de mordeduras de tiburón», dijo. Y las autoridades señalaron la presencia de grandes tiburones blancos en los alrededores de Farewell Spit.
Andrew Lamason, un responsable regional del DOC, culpó a la geografía submarina de la zona.
«En Farewell Spit hay una gran cantidad de arena con forma de gancho y las aguas son poco profundas. En cuanto entran las ballenas, les resulta muy difícil salir», explicó al grupo mediático australiano Fairfax Media.
La playa de Farewell Spit ofrecía este sábado un espectáculo desolador con «una fila de ballenas muertas», contó Tim Cuff, un especialista en mamíferos marinos de Project Jonah, al diario New Zealand Herald.
El experto fue testigo de la pena de una voluntaria alemana tras la muerte de una ballena a la que había intentado proteger del sol matutino hasta ponerla a flote con la pleamar. «No quería abandonarla. Lloraba aferrándose a ella».
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