A Omar Alberto Fernández lo interceptaron al caer la tarde de este jueves para robarle el auto que acababa de ingresar al garaje de su casa, en Biedma al 2500, y en esa circunstancia le dispararon un tiro en el cráneo que poco después le produjo la muerte en el hospital de emergencias Heca. El vehículo sustraído apareció, calcinado, en la zona despoblada de Uriburu y Las Palmeras, en el extremo oeste de Rosario, cerca del Parque Industrial de Pérez.
El fiscal de Homicidios Dolosos Alejandro Ferlazzo, a cargo de la investigación del caso, deslizó que la hipótesis es que quienes mataron al propietario del Fiat Palio buscaron borrar las evidencias una vez que se enteraron de que su víctima había fallecido.
Ferlazzo ofreció algunos detalles del hecho en base a la reconstrucción preliminar. La dupla que mató a Fernández, un conocido del barrio que se dedicaba a hacer trofeos para torneos infantiles y vivía solo, sacó el auto de la cochera en forma intempestiva tras balear al hombre, y en esa acción dejaron abollado el portón. Todo sucedió muy rápido, estimó el fiscal, y los indicios hacen suponer que se trató de un robo «al voleo»: vieron la oportunidad y actuaron. El resultado fue otro crimen en la ciudad.
La secuencia hace recordar al asesinato, en octubre pasado y en barrio Arroyito, de Joaquín Fernando Pérez. El joven, de 34 años, se había casado hacía poco y tenía una nena. Vivió toda su vida en Juan B. Justo al 1700, a metros de la puerta de la cochera donde lo mataron, también, para robarle su Renault Clio.
El vehículo, como en el caso de este miércoles, aunque sin calcinar, fue hallado en el cruce de calles Flynn y Olivé, a ocho cuadras del crimen. La ventana del vidrio del conductor estaba destrozada, y dentro de la cabina había una pistola calibre 40.