“Martín era un chico reservado, se la pasaba trabajando y a la noche volvía en su moto. Ningún ser humano debe morir de esta forma, espero que se haga justicia”. Así lamentaba una mujer la muerte de su vecino Ricardo Martín Gallozo, un hombre de 35 años asesinado en forma cruel en su casa de Pueyrredón al 4000, al parecer por una persona con la que salía y a la que invitó a tomar una cerveza. Es uno de los tres homicidios dolosos marcaron una jornada aciaga en Rosario. Luego de matar, el homicida huyó con las pertenencias de la víctima. Al momento de escribir esta nota, los detectives trabajaban sobre algunos indicios para identificar al agresor, del que tenían un nombre propio y una descripción física.
El barrio es Itatí –“o sea, Villa Centeno”, según una vecina–, y cuando aún se encontraba de luto por el asesinato del adolescente Pablo Silva, alcanzado por una bala en una canchita de Garibaldi y Pueyrredón la semana pasada, otro crimen sin explicación golpeó la zona.
A la altura Pueyrredón al 4085 hay un pasillo de unos 30 metros de largo con un grafiti que reza “súper hamburguesas” y otras tantas pintadas futbolísticas. En la última puerta, color negro y algo desvencijaba, vivía Gallozo, que se afincó allí cuando un familiar se mudó a Buenos Aires. Compartía la casa con un amigo, Daniel, un joven de 30 años.
Según fuentes policiales, Daniel contó que volvió de trabajar a la medianoche y al entrar en la vivienda encontró a Martín atado a la cama de pies y manos, y con una cinta scotch que le cubría la boca y los ojos. El cuerpo estaba desnudo y sin signos vitales. Poco después llegó el Sies y una médica constató el peor desenlace: Martín había fallecido, al parecer por asfixia. No había signos de violencia externa, dijo la médica.
Martín trabajaba en el mostrador de la panadería La Nueva Artesanal, de barrio Bella Vista. El miércoles pasado era su día franco y unas horas antes de su muerte lo vieron por la cuadra cuando compró una cerveza. Estaba acompañado por un hombre de rastas. Vecinos rumorearon que ambos se conocieron por una red social y un testimonio recogido por la Policía indicó que eran amantes. Lo que dijo su amigo fue que Martín lo había citado en su casa a las 19.
“Esto no fue ningún crimen pasional. Fue un robo”. La impresión de un vecino tiene asidero: de la casa faltaron una notebook, las llaves de la casa, un celular y las llaves de la moto. Todas pertenencias de Martín. A su vez, un testigo vio salir de la casa al hombre de rastas con una mochila y una bolsa. Ninguna entrada de la casa fue violentada, constató el personal de la División Homicidios de la Policía de Investigaciones (PDI).
“Acá si querés la data posta vení de noche, ahora los que vieron al tipo de rastas están durmiendo. Cuando ellos se van a dormir nosotros nos levantamos. Además, mientras menos sepas, mejor. El barrio era tranquilo pero a la cuadra llegaron familias conflictivas y todo cambió”, dijo una vecina.
“A mí me llamó la atención un auto negro con vidrios polarizados parado en la esquina que se acercó en medio de la conmoción. Cuando apareció la Policía se fue a toda velocidad”, dijo una vecina, agregándole un tinte todavía más misterioso al asunto.
El caso quedó a cargo de la fiscal de la Unidad de Homicidios Dolosos, Georgina Pairola, quien ordenó una serie de medidas tanto al personal del Gabinete Criminalístico como de la División de Homicidios de la PDI para dar con el homicida.
En ese marco, voceros judiciales indicaron que los pesquisas trabajan sobre algunos indicios para develar la identidad del sospechoso.
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