Especial para El Ciudadano
En lo que va del 2021, y confirmando tal vez un movimiento ya algo evidente desde hace tiempo, se puede entrever un achatamiento de la producción de series. Si ya era poco lo que salía de una media empobrecida en riesgos e ideas, el panorama de este año se muestra aún más cercano a una ausencia total de apuestas de calidad, al menos hasta ahora.
En parte podría deberse a una cierta cantidad de producciones que tuvieron que cancelarse en 2020 por la pandemia: nuevas series que no llegaron a ser y nuevas temporadas de otras que no pudieron continuar.
Pero tal situación también puede deberse, claro, al modo en que el streaming, y fundamentalmente su empresa líder, Netflix, concibe la relación entre los contenidos y el público: una relación estrictamente cuantitativa. La apuesta es por la cantidad, por el número y la profusión, por la inmediatez y la obsolescencia, por el reemplazo, por la captura maratónica.
No cabe tanto arriesgar propuestas destacables que quiebren la tendencia compulsiva del consumo, sino insistir cuantitativamente en la novedad que ningún obstáculo supone para sostener el impulso.
Husmear un poco bajo la superficie
Si Netflix, evidentemente, sostiene esa política construyendo un abultado catálogo nivelado en la pobreza de ideas, algunas de sus competidoras han intentado promover otro tipo de propuestas. HBO sostiene, en cierta medida, un nivel de producción siempre cuidado y atendible. Por su parte, Apple TV viene arriesgando más, apostando incluso a producciones novedosas, con la intención de acaparar gran parte del mercado pero con diferentes estrategias.
Por el otro lado, el gigante Amazon se juega con su Prime a una concentración quizás más radical en torno al gigante del comercio electrónico. Disney + es el otro monstruo que avanza con su archiconocida propuesta, nada nuevo por allí.
En el contexto pandémico de esa lucha, incluso con el crecimiento que supuso del consumo audiovisual vía streaming, estos primeros meses del año se han mostrado como un terreno yermo en lo que respecta a series.
Y el panorama, para los meses que siguen, no parece alentador. De todas formas, claro, siempre cabe husmear un poco bajo la superficie, tratando de encontrar alguna de esas apuestas algo tapadas o ignoradas que terminan por resultar gratos descubrimientos. La serie <Debris< postulaba para ese lugar.
Una producción un poco a lo clase B
Debris, estrenada en marzo, es una producción televisiva de la cadena NBC, y televisiva a la vieja usanza, con sus bloques narrativos que cortan abruptamente en el climax para dar lugar al espacio publicitario; y también, por qué no, con una producción un poco a lo clase B. Pero si Debris era prometedora lo era porque su responsable es H.J.Wyman, uno de los creadores de la simpática y a veces sorprendente Fringe, y aquí volvía para elaborar un universo similar (demasiado, en cierto sentido).
Debris toma el viejo modelo de los episodios pseudoautónomos, circunscriptos en torno al planteo y la resolución de un caso. Mientras tanto, sobre el fondo, se va desarrollando la trama conspirativa que lo hilvana todo. Aquí los misteriosos casos se relacionan con los fragmentos de una nave extraterrestre que estalló en la atmósfera dispersando sus “escombros” (debris) por todo el planeta. Hechos extraordinarios se relacionan con la ubicación de estos fragmentos, acontecimientos enigmáticos que desafían toda lógica.
Cada episodio presenta uno de esos sucesos y la investigación llevada a cabo por el dúo protagonista, una mujer y hombre designados por el gobierno de EE.UU para formar un grupo especial abocado a esta tarea.
A través de cada caso y de cada episodio, se va desarrollando lentamente una intriga que involucra diversos grupos en pugna y que podría explicar esos sucesos desde una lógica conspirativa. No se puede decir mucho más al respecto, ya resuena Fringe y los Expedientes X, nada nuevo.
Una festiva autoconciencia desaparecida
Hace unos diez años aproximadamente, Fringe, de la cual H.J.Wyman toma su modelo sin muchas variaciones, planteaba algo similar incluso desde la forma.
Fringe retomaba también ese modelo narrativo de las series que desarrollan un caso por capítulo, y no dudaba en dibujar a sus personajes desde el trazo más grueso de estereotipos insostenibles. Pero es allí que aquella serie supo jugar sabiamente con sus recursos, el asombro ante lo absurdo se sostenía en un imaginario sólido e inagotable, y el clisé de los personajes se desmoronaba poco a poco mientras la oscura trama de fondo revelaba hechos que los corrían de lugar y los resignificaba.
Había claramente, en Fringe, una suerte de festiva autoconciencia que le daba otra dimensión a lo en apariencia banal de su punto de partida. Sí, más allá de lo aparente, Fringe fue una gran serie, con su alegre espíritu clase B sostenido en una solidez sin muchas pretensiones.
Pero si bien la premisa es similar, nada de eso sucede en Debris. Ni un sesgo de aquella autoconciencia redentora.
Debris esboza como protagonistas a dos personajes (y ya es mucho llamarlos así) insostenibles, que se enroscan cantidad de veces en diálogos confesionales de una sensiblería difícil de creer a estas alturas. Los misterios mismos, resueltos muchas veces en deducciones ridículas y apresuradas, involucran tramas sentimentales de una estupidez que ni la peor telenovela podría ya aceptar.
La trama conspirativa de fondo se teje sobre una burda disputa con un misterioso villano que de tan insulso podría simplemente no estar. Pero lo peor, dado que toma al pie de la letra el esquema superficial de su antecesora Fringe, es que aquí no hay nada de autoconciencia que pueda echar otra mirada sobre el ridículo expuesto.
Todo se toma en serio. Y allí, donde mínimamente una serie como esta podría cuanto menos divertir, irrita profundamente. En otro caso, como en otras series, podría decirse: “hay que darle tiempo”, pero aquí eso no cabe, los seis episodios emitidos ya dan cuenta plenamente de la chatura exasperante de Debris. Una pena.
Debris / NBC / 1era Temporada
Creador: H.J.Wyman
Intérpretes: Jonathan Tucker, Riann Steele, Norbert Leo Butz