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Ensayo personal y colectivo

Gustavo Postiglione cuenta pormenores de  su corto “(mi) Historia Argentina”, que rodó en el marco del proyecto “25 Miradas - 200 Minutos”, los films que se hicieron como parte del festejo del Bicentenario. El material se exhibe durante esta y la próxima semana en el cine Arteón.

Por Javier Hernández | El Ciudadano

En el marco de las actividades programadas por la Secretaría de Cultura de la Nación para conmemorar el Bicentenario de la Patria a lo largo del año, mañana a partir de las 19.30 en el cine Arteón (Sarmiento778) se proyectará el ciclo completo 25 Miradas – 200 Minutos, un trabajo realizado por veinticinco cineastas argentinos que fueron convocados para prestar una particular mirada que permitiera trazar un puente reflexivo entre el presente, pasado y futuro de un joven país.

Con la participación de un amplio abanico de consagrados directores entre los que se incluyen Adrián Caetano, Leonardo Favio, Lucrecia Martel, Carlos Sorín, Pablo Trapero, Lucía y Luis Puenzo y el rosarino Gustavo Postiglione, el ciclo se compone de veinticinco cortos de ocho minutos cada uno que forman los 200 minutos del proyecto.

“Dentro de lo que uno entiende por concepción de la historia y por mirada histórica, personal, individual y colectiva, todos los directores convocados tuvimos nuestro sentido común para saber cómo encarar el proyecto más allá de las ideas personales”, dijo Postiglione a El Ciudadano.

Director de (mi) Historia Argentina, en donde repasa cuatro décadas en la vida del país, su relato se centra en la cultura popular, la música, la historieta y el cine. “Me planteé una vinculación con la historia personal y colectiva. Me paré en un lugar que, si uno piensa en un espectro de lo que puede llamarse «campo de lo nacional y popular«, tiene que ver con ciertas ideas cercanas a lo que en un momento se llamó progresismo”, señaló Postiglione.


—A priori, ¿cuál fue la inquietud que te despertó la propuesta?
—Desde el vamos formar parte de una película que tiene que ver con el Bicentenario y que está dentro de los eventos que tiene el país, porque es algo que por lo pronto iba a tener cierta importancia, no sólo ahora sino también a futuro. El desafío de meterme en ese tema fue una responsabilidad grande, pero me gustaba la posibilidad de hacerlo desde un lugar distinto y quizá no el más tradicional, de forma de aprovechar algunas ideas que tenía y que encajaban con lo que quería hacer.

—¿Te plantearon un determinado lineamiento argumental a la hora de encarar el corto?
—No, para nada, fue libertad absoluta y eso se debe destacar porque a ninguno de los directores nos dijeron, ni nos sugirieron, lo que teníamos que hacer o dejar de hacer. Estaba claro que con un poco de sentido común nadie iba a ponerse a hacer una apología de la dictadura ni una animalada por el estilo. Dentro de lo que uno entiende por concepción de la Historia y por mirada histórica, personal, individual y colectiva, todos los directores convocados tuvimos nuestro sentido común para saber cómo encarar el proyecto más allá de las ideas personales. Creo que por ese lado hay también una pluralidad de miradas porque los veinticinco directores no pensamos parecido e incluso, en algunos casos, seguramente habrá también distintas ideas políticas.

—¿Hay algún nexo entre los films?
—Premeditado no hubo un vínculo entre los cortos, justamente la propuesta era que se viera una variedad lo más heterogénea posible. Nos llamaron por representar una parte de lo que es el cine argentino, que aunque no forman la representación de todo el cine, es una parte importante la que está plasmada.

—¿En qué lugar te posicionás para hacer tu relato?
—Me paro desde mi mirada obviamente personal pero que no está descontextualizada de un criterio o idea política. En ese sentido te podría decir que, si bien el corto no habla explícitamente de política lo hace todo el tiempo; y también pone el eje en la cultura popular, la música, la historieta, el cine, desde una vinculación con la historia personal y colectiva. Me paré en un lugar que, si uno piensa en un espectro de lo que puede llamarse “campo de lo nacional y popular”, tiene que ver con ciertas ideas cercanas a lo que en un momento se llamó progresismo.

—¿Cómo se expresa ese progresismo?

—Hoy no me gusta hablar mucho de progresismo porque es tan amplio que me parece que se aleja de él, pero sí de algunas ideas vinculadas con cierto compromiso de voluntad de cambio, con una historia que rescate justamente los momentos en que el pueblo o la gente la pasó bien y donde también se cuestiona los momentos en que la pasamos mal. Creo que desde ese lugar de sentido común es desde donde me paro yo. Quizá hoy ese sentido común no esté presente en los medios, pero yo me paro desde ese lugar en el cual siempre estuve. El ejemplo más claro de la película puede ser una actriz que lee La razón de mi vida a lo largo del corto y que de alguna forma es la reinvención de Evita, pero vestida como una chica punk o como Cindy Louper en los 80. Se mezclan muchas cosas, pero después cada uno lo leerá como quiera.

—¿Qué retos te planteó la síntesis? ¿Dejaste muchas ideas afuera?
—Es una película caótica en donde, al no haber un relato en términos tradicionales, uno puede ir y venir en el tiempo, en las circunstancias y en los planos, sin necesidad de que haya correlatos entre las cosas. Es un ensayo. Por ese lado es que pude fragmentar y a la vez meter muchas cosas dentro de ese contexto. Me quedó mucho material afuera –teníamos más de doce horas de grabación– y finalmente quedaron ocho minutos. Me gusta lo sintético. La película es muy dinámica en su construcción, pero el material que quedó afuera también, pienso que lo usaré quizás en algún otro momento para hacer algo más grande; quién sabe, quizá este corto podría ser el avance de una película por venir.

—Utilizás filmaciones caseras en Súper 8; ¿qué objetivos perseguías con su uso?
—Usé Súper 8 porque tenía material de más de veinte años que había filmado en mis comienzos y que justamente incluía las elecciones del 83 y la campaña política de ese momento. También incluí filmaciones familiares más cercanas y otras que salí a filmar en ese formato. Usé el Súper 8 porque me parecía que, dentro del formato que estaba planteando con este trabajo, es un elemento interesante para meter. El Súper 8 tiene cierta cosa de recuerdo y vinculación con lo familiar, el pasado y una serie de cosas que encajaban justo.

—¿Cómo fue el proceso de producción? ¿Tuviste dificultades a la hora de llevarlo a cabo?
—El rodaje duró casi un mes, y con un largo mes de edición para lograr concentrar en ocho minutos todo el material que había, pero la producción no fue complicada porque laburamos con un equipo muy reducido de gente y teniendo en claro lo que queríamos. Además fue una experiencia bastante novedosa el trabajar con un equipo de alta definición muy portátil que permitió filmar con muy poca luz, un recurso que no habíamos usado antes y sirvió para experimentar otra cosa.

—¿Cuál será la circulación que va a tener el material?
—Los cortos se están viendo en el país en salas de cine comercial previo a los largometrajes; en todos los cines se seguirá proyectando hasta fin de año; luego se hará una edición en DVD; y después se va a ver por televisión. También se está pasando en muchos festivales afuera. La verdad es que se están pasando en todos lados. La idea de la Secretaría de Cultura es muy piola y es propiciar que se vean porque no se hicieron para ganar plata sino con el fin de que se vieran; eso también está bueno porque no hay ninguna intencionalidad detrás de meter mucho público, hay que mostrarlo y que la gente vaya y lo vea, eso es lo fundamental.

“Mi mirada no está descontextualizada de una idea política”, dice el realizador.
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