Muchas veces por falta de conocimiento nos cuesta entender al otro/a. El hecho que no vivenciemos lo mismo en primera persona (o en nuestro círculo cercano) por lo general reduce las posibilidades de comprensión de la realidad de las personas que no transitan lo que nosotros/as. Por ello y desde la perspectiva de la interseccionalidad, se pretende dar voz a los grupos oprimidos, a fin de visibilizar las condiciones de discriminación, expulsión y/o estigmatización que atraviesan. Es en este sentido que pretendemos transmitir las sensaciones que pueden despertar situaciones de lo más comunes (en apariencia) en un colectivo como el de la diversidad corporal.
Hace varios meses atrás un amigo nos hizo un regalo increíble: nos invitó al Colón a ver El lago de los Cisnes. Imagínense la alegría del hecho, presenciar un espectáculo que es un clásico, con una puesta imponente y en el mítico Teatro Colón. Mientras procesábamos la sorpresa de este obsequio inesperado y pensábamos en hoteles, pasajes y demás, un pensamiento intrusivo se instaló con potencia: ¿y si no entro en la butaca?
Un amigo nos invita a ver una obra maravillosa en un teatro icónico y sólo pienso en mi culo atorado en la butaca. Pienso en mi culo tratando de hacerlo entrar en el asiento de colectivos, pienso en mi culo tratando de hacerlo entrar en el asiento del teatro. Pienso en la humillación de no entrar. Pienso en mi familia viéndome no entrar. Me veo a mí misma otra vez no entrando. Me repliego. Empiezo a pensar si tiene sentido ir. Este es un punto nodal para quienes vivenciamos discriminación. Para evitar alguna situación humillante o expulsiva, se prefiere evitar la situación. Evitar viajar porque no entro, evitar comprar ropa porque no entro, evitar buscar trabajo porque no me tienen en cuenta (por no tener buena presencia), evitar ir a un boliche para que no me discriminen en la puerta, evitar, evitar, evitar. Antes de avanzar en el relato es importante recordar de manera insistente (como lo venimos haciendo en esta columna) que todas las personas tenemos los mismos derechos: derecho al acceso a la educación, al trabajo, a la salud, pero también a la ropa, al deporte y a la recreación. No importa el color, no importa el tamaño, no importa el género, no importa. Importan los derechos, importa que sean válidos para todos/as/es.
El transporte estaba resuelto, los coche-cama son cómodos para viajar (aunque claro, son más caros); sin embargo seguía preguntándome, ¿entraré en el asiento? Harta de teorizar escenarios posibles y de manera intempestiva, busqué en google el número de teléfono del teatro para preguntar las medidas de las butacas (sí, leíste bien, llamé al teatro). Boletería, habla Cecilia, escuché del otro lado. Carraspeé y avancé: mirá, tengo una consulta, me regalaron unas entradas para el Lago de los Cisnes en la zona del palco. Ahhh (interrumpe Cecilia), quien te hizo ese regalo debe quererte mucho, es una obra increíble con una puesta espectacular. Sí sí, imagino que sí, respondí nerviosa; mirá, yo quería saber algo puntual. Soy una persona gorda y me preocupa no entrar en la butaca, ¿tenés idea cuánto mide?, porque si no entro, ¿de última podría ir al paraíso y listo no?, ¿ustedes me cambiarían la ubicación del palco por paraíso? Tuve que frenar para respirar, le había tirado problema y posibles soluciones atolondradamente y a tremenda velocidad, para cerrar rápido con esto y no pensar más. Noooo nena, como te vas a ir al paraíso teniendo palco. Igualmente me dejaste helada, hace 23 años que trabajo acá y ¡es la primera vez que me preguntan eso!, ¡mirá si no vas a entrar!, nunca tuvimos ningún problema. Sin más la saludé y agradecí. Igualmente me quedé pensando, ¿y si yo era la excepción Cecilia?
La gordofobia es un problema social ya que se discrimina a partir de prejuicios sobre las corporalidades gordas. El mantra monocorde del no entro (no entra) condiciona, somete, aniquila. Las estructuras expulsivas, los diseños expulsivos, los discursos expulsivos; afectan la vida de muchas maneras (depresión, angustia, tristeza, ansiedad). En este contexto la falta de accesibilidad, desde lo arquitectónico hasta lo simbólico, obtura derechos, excluye a las personas de espacios públicos y/o privados. Si todos/as tenemos derechos ¿cómo garantizamos el cumplimiento de los mismos si no pensamos en las diversidades? Pensar en sociedades inclusivas y respetuosas de las diversidades es pensar en el diseño universal. Su implementación beneficia a toda la sociedad, ya que la hace accesible, equitativa y receptiva, garantizando así la justicia social, el pleno desarrollo de las personas, los derechos humanos.
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*Licenciada en Ciencia Política (UNR), militante por la diversidad corporal, anticapacitista, docente de Problemáticas de la Discapacidad, Sociología de la Discapacidad, y de Metodologías en la UGR, trabajadora en la Secretaría de DDHH de la UNR. Columna de opinión “Cuerpas mutantes”. Miembro fundacional de IG: @alicya.para.iberoamerica (Asociación por la liberación corporal y alimentaria para Iberoamérica). IG: romina.sarti