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Entre exclusión y desgranamiento

La profesora y socióloga francesa Maryse Esterle pasó por Rosario y disertó sobre “Juventud, escuela y desviaciones” en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación. Abordó la problemática de las desigualdades sociales y escolares.

El Instituto Rosario de Investigaciones en Ciencias de la Educación (Irice) es uno de los Institutos de Investigación del CCT (Centro Científico Tecnológico Rosario, el Conicet rosarino) y organizó una Jornada Internacional de Exposición y Debate sobre “Juventud, escuela y desviaciones”, con la intención de abordar la problemática de las desigualdades sociales y escolares, tomando como caso testigo la escuela en Francia; un recorrido por sus instituciones (familia, escuela, y otras) y los niños/jóvenes entre la diversidad cultural y los atentados de París de enero de 2015.

Maryse Esterle es socióloga, profesora honoraria de la universidad de Artois, Francia, y miembro del Centre de Recherches Sociologiques Sur le Droit et les Institutions Pénales (Cesdip). Sus trabajos de investigación se inscriben en las conductas de riesgo, procesos de marginalización juvenil y delincuencia. Desde los años 2000 se especializó en el ámbito escolar francés: evolución del sistema escolar, abandono escolar precoz, clima escolar y ciudadanía. Su trabajo actual aborda la diversidad cultural y ciudadanía en la escuela, tomando como caso los últimos atentados en París en enero de 2015 y los debates que surgieron al respecto acerca de las reacciones en la escuela y en la sociedad.

Hoy, en Francia como en la mayor parte de occidente, la sociedad se debate en un dilema: ¿se debe castigar al joven marginalizado o se lo debe ayudar?

“Es un problema ético de fondo”, sostiene Maryse Esterle, en un español hablado sin dificultades y agrega: “Esto se ha planteado en muchos períodos históricos de la humanidad; por ejemplo, en 1945, en Francia, existía la conocida Ordenanza que obligaba a proteger a los niños. La Segunda Guerra Mundial había diezmado adultos y niños, a los que se debía proteger. Ahora hay demasiados niños comparado con aquel entonces, y no hay ni lugar, ni trabajo para ellos. Además se cree que no hay que protegerlos a ellos sino a la sociedad por los daños que ellos puedan hacer. Este es un tema que se instala muy fuerte en la sociedad francesa de hoy, que no ha definido qué tipo de sociedad quiere construir”.

—¿La escuela, en cierto sentido, los protegería a los chicos y la sociedad, de ese modo, estaría protegida?

—La escuela francesa tiene una forma de actuar desde hace mucho tiempo, y está ligada a su propia historia, que es la selección de la elite; la idea es que todos los niños van a la escuela, pero ella selecciona a los que van a dirigir a la nación. Es un proceso de selección que tiene sus determinaciones sociales, pues la escuela francesa fue construida, primero, para los chicos de clase media y mucho después, se fue incorporando el resto, cuando se masificó la enseñanza. Se extendió la obligatoriedad a la secundaria, a la que todos pudieron acceder, pero el tipo de enseñanza seguía siempre orientado a esos chicos de clase media, de hogares donde podían transferirles conocimientos y metodologías de estudio. Los chicos de hogares más carenciados sufrieron ese choque; se encontraron con una educación que estaba muy por encima de su nivel. Esa ambición de democratizar el sistema escolar develaba al mismo tiempo una selección que sigue existiendo aún hoy sin ser puesta en evidencia, sin ser hablada. Las autoridades y los ministros hablan de la igualdad de oportunidades; la que es evidente, tan sólo para el acceso a la escuela.

Francia cuenta con cerca de 65 millones de habitantes, de los cuales 12 millones son los niños/jóvenes, estudiantes, comprendidos entre los más pequeños y los que están en el secundario, son niños/jóvenes desde los 7 a los 18 años. Llegan a 14 millones si se incluye a los estudiantes universitarios.

Se imparte una educación general y humanística. La escuela es obligatoria hasta los 16 años. Cuando se le pregunta por los problemas que enfrentan en Francia con los chicos que concurren a la escuela, Esterle comienza a puntualizar: “Uno de los problemas con el que nos enfrentamos en Francia, es el ‘desgranamiento escolar’, es decir, el abandono que trae sus consecuencias. Este abandono está signado por la pobreza. Son chicos que se aíslan, pierden a sus amigos y sus relaciones; otro de los problemas son los embarazos precoces; no saben qué hacer, carecen de autovaloración, con el embarazo acceden a un reconocimiento y, además, obtiene un subsidio, otro signo de la pobreza.

Otro problema que está relacionado con el abandono escolar es la delincuencia, se conforman pandillas en los barrios carenciados, con consumo de alcohol y sustancias psicoactivas y adicciones fuertes. Las familias estallan. Se van amontonando en las grandes ciudades y conforman los llamados ‘sin domicilios fijos’. Son gente que vive en las calles. Un problema social para Francia”.

—¿Cuál es el problema principal de esos chicos con relación a la escuela?

—Es la cuestión de la adhesión de los chicos al sistema escolar; no sólo en cuanto a continuar la carrera, sino a la adopción de los valores que la escuela debería ser capaz de transmitirles. Y esto es problemático, porque en Francia siguen vigentes los valores de la república: libertad, igualdad, fraternidad; pero la realidad que nos atraviesa es otra cosa. Voy a recurrir a un ejemplo que considero ‘fuerte’: los atentados de enero. Fue un acontecimiento que conmovió a Francia y al mundo. Un terremoto. Fue simbólicamente muy fuerte para la sociedad francesa. Rápidamente, al día siguiente, se decreta duelo nacional. Y se les pide a los maestros y docentes que hagan guardar un minuto de silencio con los niños. Mientras esto se llevaba a cabo, se estaba perpetrando el segundo episodio en el supermercado kosher. Muchos niños ni siquiera sabían qué es lo que había pasado. En los colegios donde se cumple con la orden del gobierno, se producen incidentes con niños que se resisten a realizar los homenajes. Incluso hubo profesores que no se sintieron preparados para ese acto de homenaje, ni estaban en condiciones. No dispusieron de tiempo suficiente para pensar las cosas, consensuar discursos, prepararse, se hacía el minuto de silencio cuando se estaba desatando el segundo atentado, donde se remató a un policía desarmado e indefenso. Había que darle a la acción visos de institucionalidad, hacer una tarea colectiva. Había, que digerir lo que estaba pasando; esperar que pasara.

—¿Y cuál era el apuro?

—Habría que preguntarle al gobierno; él ordenaba luto y homenajes mientras los asesinos estaban en el campo. Se estaba en plena crisis. Y había una gran confusión. Después generan una polémica a partir de los incidentes de los alumnos que se negaban al homenaje. El gobierno no se tomó el tiempo de investigar y cargó contra quienes estaban, más que enfrentados al homenaje, desorientados, acusándolos de atacar los valores de la república. Piden sanciones a dos días del atentado, activando los consejos de disciplina. Luego de un tiempo se supo que los niños se negaron a hacer los homenajes porque se sentían presionados, unos porque carecían de información y otros porque el atentado exacerbaba su xenofobia.

—Lo que llama la atención es el gesto autoritario del gobierno francés y de las autoridades escolares.

—A los niños de tres años en los jardines y guarderías les hicieron hacer un minuto de silencio; incluso lo creo contraproducente en niños más grandes. Creo sí que hubiese valido la pena hacer una jornada de reflexión sobre lo ocurrido. Se debió actuar con más calma y reflexividad.

Maryse Esterle se lamenta que las autoridades hayan recurrido a la figura de la república ofendida en lugar de convocar a los concejos de alumnos que, aunque débiles, hubieran podido funcionar como grupos de convivencia, los que seguramente hubieran contribuido a amortiguar más efectivamente el impacto del atentado para luego hacer extensivo el mensaje a la comunidad educativa y al conjunto de la sociedad.

—¿Cuál es el futuro que usted visualiza Maryse?

—Desde un punto de vista general no soy muy optimista ya que los conflictos son muy hondos y vienen de muy lejos. También las cuestiones internacionales repercuten. Por ejemplo el apoyo del gobierno de Francia a las guerras contra naciones de Oriente, la no intervención de Francia y las potencias occidentales en Siria; las intervenciones del gobierno de Sarkozy en Libia. Gobierno y ejército francés han estado presentes en estos conflictos con sabor a atropello. De estas consecuencias no se ha hablado en absoluto. El problema de la escuela en Francia no se puede solucionar solamente en la escuela.

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