Elisa Bearzotti
Especial para El Ciudadano
Se han disparado las alarmas, y su monótono chirrido semeja una música loca escrita en los bordes del miedo y el cansancio. En la ciudad, la provincia, y la Nación los referentes sanitarios no se cansan de advertir que el sistema de Salud se encuentra al borde del colapso. Las voces más derrotistas incluso anunciaron la preparación de protocolos para decidir a quiénes privilegiar cuando haya que optar por camas y respiradores. En este contexto, la Asociación Médica de Rosario emitió un comunicado solicitando a las autoridades se dispongan restricciones más severas a la circulación, sobre todo la nocturna, y la aplicación de mayores controles para evitar reuniones sociales, al menos durante 15 días. De acuerdo a lo afirmado por Dardo Dorato, secretario general de la institución, las restricciones y los controles deben realizarse en los espacios que tienden a los encuentros sociales –sean casas particulares o locales gastronómicos– y no en los sectores productivos o espacios educativos donde hay mayor acatamiento de los protocolos. “Creemos que siempre serán válidas las apelaciones al cuidado personal o grupal, a la sensibilidad y la solidaridad de la población; pero también consideramos que es necesario que los distintos niveles del Estado nacional, provincial y municipal adopten medidas más profundas y garanticen su cumplimiento. No queremos que ocurra lo que pasó en Europa, donde debieron aplicarse protocolos para definir a qué paciente se intubaba, o quien tenía mayor expectativa de vida si superaba la enfermedad”, sintetizó.
¿Hay modo de evitar un escenario tan catastrófico? ¿Es que acaso los instigadores de pujas políticas pueden desconocer el desasosiego que provocan sus actitudes en cada uno de los argentinos? Bien se sabe que para dar el primer paso se requiere algo de generosidad y, luego de la disputa de la semana pasada entre los referentes políticos nacionales y Horacio Rodríguez Larreta, la buena noticia fue la reunión convocada por el jefe de Gabinete de la Nación, Santiago Cafiero, a sus pares de la ciudad y la provincia de Buenos Aires, Felipe Miguel y Carlos Bianco, para evaluar datos epidemiológicos y compartir perspectivas. Al finalizar, indicaron que evaluarán durante las próximas horas el devenir de los contagios y luego volverán a encontrarse, lo cual implica un virtual time-out en la fuerte pelea que enfrentó a los mismos protagonistas hace apenas unos días.
En ese sentido, el tema más sensible sigue siendo el de la presencialidad de los niños y niñas en las aulas, un espacio que se encuentra atravesado no sólo por aspectos educativos sino también económicos, de promoción social y psicológicos, ya que la escuela brinda amparo y custodia para quienes se encuentran en la marginalidad, aunque sea por unas horas. Y por supuesto, también involucra cuestiones sanitarias. Sin embargo, a pesar del peligro potencial que implica la posible transmisión del virus en el ámbito educativo, es tal la relevancia de las instituciones escolares en América latina que Unicef no se cansa de pedir que por favor no se cierren, ya que estima que al menos 3 millones de niños latinoamericanos nunca retomarán sus estudios después de la pandemia. Y esto es así porque en la región, la virtualidad profundiza desigualdades, impactando particularmente sobre los más vulnerables, y por supuesto, nuestro país no escapa a estas asignaturas pendientes.
Por suerte, en la provincia de Santa Fe el criterio ha sido adaptar los protocolos sanitarios de la mejor manera posible para permitir que los niños y niñas asistan a la escuela una quincena al mes, y utilicen las herramientas virtuales el resto del tiempo. Esto ha generado un cierto alivio en los papás y mamás, ya que, además de lo dicho, hay un dato que nos impacta a todos por igual, siendo la gran variable diferencial en esta experiencia mundial, y es que la gran mayoría de las viviendas actuales no están preparadas por ser habitadas, sino sólo para ser usufructuadas en ciertos momentos del día.
Según datos aportados por una reconocida socióloga francoisraelí Eva Illouz a la BBC, hoy por hoy nuestras residencias no resultan tanto un espacio para vivir, sino “un lugar al que volvemos”, afirmando también que la casa sin la esfera pública “puede tornarse una experiencia extremadamente opresiva”. “La idea de intimidad y de pareja que tenemos actualmente se basa, en gran medida, en la posibilidad de que los dos géneros conduzcan sus vidas fuera de los confines del hogar”, indicó la profesora de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París y de la Universidad Hebrea de Jerusalén. “Muchas de estas relaciones se fundamentan en el hecho de que los hombres y las mujeres toman caminos diferentes durante el día y después, en la noche, se reúnen”. Pero los confinamientos impuestos para evitar la propagación del virus han borrado las condiciones que permiten que eso suceda. “Lo que más he observado es que lo que llamamos casa, la esfera privada y doméstica, necesita desesperadamente de la esfera pública –de los amigos, del trabajo, de las calles– para poder cumplir su función”, afirmó la investigadora, y agregó: “De repente, los padres comprendieron cuánto las escuelas apoyan, desde afuera, a las familias. Pero también nos hemos dado cuenta de que la intimidad constante y continua no es soportable para la mayoría de las parejas. Esta crisis sanitaria nos ha demostrado cuán profundamente dependientes somos de la sociedad en la que vivimos”.
Por lo tanto, entre malestares urgentes y pronósticos ominosos, la gente –de cualquier edad, sexo y condición social– ha optado por evadirse asistiendo a fiestas clandestinas, con las cuales se continúa alimentando el círculo vicioso del contagio y la reproducción viral. Los “covidiotas” –término aceptado por la Real Academia Española para definir a “las personas que se niegan a cumplir las normas sanitarias dictadas para evitar el contagio del covid-19”, avanzan cual zombies que se pasean en las sombras de la noche, amenazando con su hálito invisible la vida de los pobres ciudadanos comunes, y poniendo en jaque a un sistema sanitario que ni en sueños imaginó encontrarse alguna vez con semejante desafío. Ni Hollywood se atrevió a tanto… Es que no hay ficción capaz de reflejar los estragos causados por la desidia humana.