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Entre la libertad y el mandato social

El elogiado realizador chileno Sebastián Lelio habla de su última película protagonizada por la actriz trans Daniela Vega

En Una mujer fantástica, film que se conoce mañana en los complejos de cine locales, el cineasta chileno Sebastián Lelio se juega con lo que el mismo define como un ejercicio narrativo: una historia que no pretende ser denuncia de conductas sociales, testimonial, ni oportunista, sino simplemente cine, algo que, no obstante, es difícil de separar del contenido, una obra que permitió al director ganar (también por primera vez para Chile) el premio Goya de la Academia Española de Cine y ser candidato al Oscar.

El relato tiene como protagonista a una mujer, que es la amante de un empresario textil maduro, recién separado, con el que planea una vida en común, una segunda oportunidad para los dos, en vistas a un viaje a las Cataratas del Iguazú que puede marcar el inicio de un tiempo que dejará atrás por completo un pasado, simplemente por el hecho de querer ser cada uno como lo desea, rompiendo, incluso, prejuicios.

Esa noche en la que el hombre pone sobre la mesa los pasajes ocurre un imprevisto que nadie había incluido en medio de tanta seducción y sensibilidad, de tanto poner la mirada en ese porvenir que proponía ese primer rato en el que apenas se sabe algo de esos dos protagonistas, porque la muerte golpea la puerta, y no será fácil para ella, una mujer trans, enfrentar un universo lleno de prejuicios.
Lelio, que comenzó su carrera hace tres décadas, conocido por sus anteriores films La Sagrada Familia, Navidad y El año del tigre, pero especialmente por Gloria, de la que él mismo acaba de dirigir su remake estadounidense con Julianne Moore y John Turturro, estrena en las próximas semanas Disobedience, una producción británica según la novela de Rebecca Lenkiewicz, protagonizada por Rachel Weisz y Rachel Leibowicz.

El cineasta chileno Sebastián Lelio y la actriz Daniela Vega.

El cine como objetivo

Una mujer fantástica está protagonizada por la formidable Daniela Vega a quien acompañan Francisco Reyes y Luis Gnecco. “Luego de Gloria y Una mujer… filmé en Estados Unidos, y más recientemente Disobedience en Gran Bretaña. En realidad, uno nunca sale ni de la infancia ni de la patria, da lo mismo que esté en Júpiter. La distancia sirve para mirar mejor la propia procedencia. Parece una paradoja pero creo que hay mucho de eso”, expresó en un diálogo con la agencia de noticias Télam Sebastián Lelio, otrora ganador de la Beca Guggenheim.

En las temáticas que afronta el realizador en sus películas, se toca particularmente el tema de las diferencias y las segundas oportunidades. En relación a la problemática, el director expresó: “Creo que tienen que ver con la separación que existe entre la libertad individual y el mandato social, el potencial revolucionario de sus personajes. En Gloria, es una mujer juguetona mientras que en Una mujer fantástica se trata de una más dura. Es una gran lucha que permite abrir un camino dejando lo malo por detrás. Eso es la vida: vivimos por default, automáticamente, o nos enfrentamos al desafío de la aventura, como dice la canción, de pagar un alto precio por vivir. Creo que eso es humano. Las victorias pueden ser locales, en Santiago de Chile o en un barrio específico judío ortodoxo del norte de Londres, como el de Disobedience, pero la única manera de tocar una fibra universal es siendo radicalmente local”.

La película que se conocerá mañana en Rosario nace con la idea de una actriz con una característica singular. Respecto de cómo fue ese nacimiento, el realizador repasó: “Fue al revés de lo habitual; jugando con la pregunta acerca de qué pasa si la persona que quieres muere en tus brazos… y así se me ocurrió que fuese una mujer transgénero de Santiago. Por eso busqué una consejera sobre el tema, que fue Daniela Vega, y fue ella misma quien finalmente se convirtió en el personaje protagónico, la que me aportó muchas ideas acerca su propia experiencia, y fue quien tuvo mucha influencia en la escritura final del guión. Ella pasó de consejera a protagonista”.

En relación con un par de “elementos de suspenso”, así definidos por Alfred Hitchcock, que hacen que los personajes avancen en la trama pero que no tienen mayor relevancia en el contexto del relato, el director expresó: “Para mí el proceso de escritura fue un momento importante, el momento en el que decidí hacer una historia transgénero, en el sentido de género cinematográfico, sobre un personaje transgénero en cuanto a identidad sexual. La película no sólo aborda qué es una mujer, sino se convirtió en algo interesante para mí como director, porque la película misma era capaz de preguntarse qué es una película. El tema de la identidad no sólo abarcaba al sujeto observado, estudiado por el film, sino también a la película misma como dispositivo cinematográfico. Por eso oscila en su identidad y se resiste a ser definida en un sólo texto rápido. Parte como un melodrama de los años 40, tiene un arranque de cine romántico convencional, coquetea con el thriller, hay fantasmas, y hay coreografía. Va mutando, expandiendo los límites, como preguntándose «qué soy», y eso resuena en sus personajes; está pensado, diseñado para ofrecer un viaje cinematográfico potente”.

Y agregó sobre el mismo tema: “Como yo la entiendo, la película no es realista, mucho menos una película de causa, es sobre el cine; aborda un tema que cuando lo comenzamos a escribir, el mundo estaba pegando un giro, con las extremas derechas en Europa, Trump y otros, es como que las fuerzas satánicas están dando sus últimos aletazos antes de morir, pero lo nuevo aun no acabando de nacer. Lo que quiero decir es que nunca pensé en hacer una película de causa porque no me interesaba. Lo importante era que superase diferentes capas, con dimensión política y fantástica y el coqueteo con el thriller, y esta complejidad es la que me movilizó para superar la mera causa. Creo que aun así esa función se cumple con más fuerza porque el espectador es capaz de conectar con las tripas”.

Camino al Oscar

Después de la repercusión internacional alcanzada con Gloria, tras ser aplaudida en Berlín y su actriz Paulina García premiada con el Oso de Plata, con Una mujer fantástica, el director chileno aspira a un Oscar como mejor película de habla no inglesa. “Vivo este momento con mucho agradecimiento y alegría. Es como un amplificador que se le pone a la película y esto va a significar que más gente la vea, que es para lo que se hacen las películas. Hay toda una generación de cineastas que han venido creciendo en Chile, un logro colectivo, de colaboradores y creadores que se ven reconocidos en este momento. Para mí, como director, es particularmente emocionante. El cine chileno ocupa ahora un espacio que hace doce años no existía y es lo más importante en este momento”.

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