Brasil experimenta un acoso de los mercados financieros internacionales, con los que en la década de gobiernos del Partido de los Trabajadores siempre mantuvo tensión aunque nunca un enfrentamiento, situación que ahora amenaza con abrir un nuevo panorama para el gigante sudamericano.
La idea de que los bonos soberanos de Brasil serán degradados a categoría “basura” podía leerse en las últimas horas en grandes titulares de la agencia internacional Bloomberg.
En torno de la situación de Brasil, como se sabe, juega una situación económica delicada, pero sobre todo un rumbo político en el que el gobierno de Dilma Rousseff enfrenta fuertes desafíos.
Del lado económico, la inflación se eleva a los mayores niveles desde 2003, mientras el Banco Central sube las tasas de interés a niveles récord para países del volumen productivo equiparable al de Brasil.
En ese marco, continúa la fuerte debilidad del real en un contexto en que, al decir del argentino Miguel Bein, asesor económico de Daniel Scioli, “Brasil no devalúa, a Brasil lo devalúan los mercados”.
Del lado político, la agencia Reuters dio cuenta a sus suscriptores de todo el mundo, con fuerte inserción en el sector financiero, que son los aliados políticos de Rousseff quienes ahora ven un “vacío de poder”.
El análisis llega luego de la ruptura del presidente de la Cámara baja, Eduardo Cunha, con el oficialismo.
Como telón de fondo están los escándalos de corrupción que afectan al mundo político pero también al económico brasileño, en un marco en el que parecen develarse situaciones que ocurrieron durante décadas en el país vecino.
El futuro de Dilma
Mientras se producen escenas de tensión política, como un ataque a la Fundación Lula en San Pablo o los cacerolazos con los que sectores de clase media y clase media alta repudian mensajes televisivos del partido oficialista, siguen las especulaciones sobre el futuro político de la mandataria brasileña.
Así, las fuerzas políticas tradicionales comenzaron a mover fichas pensando en el futuro –en ese marco se comprenden los contactos entre el aliado al oficialismo PMDB con el opositor PSDB–.
Si bien no se prevé que la tensa situación de Brasil pueda derivar en impactos directos en la campaña electoral en la Argentina, seguramente el próximo presidente tendrá que tomar nota de estas situaciones.
¿Cómo debe desplegarse con éxito el liderazgo de un presidente en un contexto económico internacional cambiante y hasta desfavorable? ¿Cuál debe ser el nivel de diálogo y coordinación con el mayor socio regional? ¿Cuántos consensos internos aparecen en Brasil como para producir un más fructífero contacto con la Argentina?
Son preguntas que por ahora no tienen respuesta pero que seguramente en los próximos meses ocuparán más y más espacio en el debate público.