Resuelta la formalidad de la firma de un convenio entre la Biblioteca y la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur en el que se acordó garantizar una presencia física en nuestro territorio antártico del patrimonio bibliográfico argentino, los empleados de la Biblioteca se pusieron a trabajar en una selección de ejemplares que «diera fe» del acervo cultural nacional.
Los libros llegarán en los próximos días si las condiciones climáticas lo permiten, después de un largo recorrido que, de alguna forma, da cuenta de la extensión territorial.
Los libros salieron del emblemático edificio de Clorindo Testa y, en un avión, llegaron a Río Gallegos. De allí, pasaron a un Hércules que tardó cuatro horas en llevarlos a la Base Marambio, donde finalmente fueron alojados en el depósito del rompehielos cuidadosamente embalados.
Dos trabajadores de la Biblioteca Nacional son los encargados de custodiar de cerca la peripecia oceánica de estas cajas: el director de Cultura, Guillermo David, y el director de Administración, Roberto Arno.
«En esta primera etapa, la biblioteca –que nació de un convenio entre la institución y la Cancillería, que formalmente será un `espacio cultural´– contará con los libros publicados por el sello de la Biblioteca y también estarán las revistas y catálogos de exposiciones», adelanta David mientras recorre en el Irízar el Estrecho Gerlache.
El traslado de los libros, como en toda mudanza, tiene particularidades: llegarán del rompehielos al continente antártico en lancha.
También habrá lugar para rarezas bibliográficas como la obra completa del poeta Luis Luchi, la obra reunida del filósofo León Rozitchner, la revista La Biblioteca e incluso actas de simposios como el celebrado en torno a la obra de David Viñas.
«Aunque las bases en general cuentan con algún fondo bibliográfico, entiendo que es la primera biblioteca nacional, con presencia formal, del continente antártico», cuenta orgulloso David, quien dice sentir que está haciendo junto a la tripulación una suerte de «patriada» que tendrá otros capítulos cuando la Biblioteca inaugure próximamente otros espacios culturales en Córdoba, Mar del Plata y Salta.
«Con esta primera experiencia de instalación de la biblioteca nacional se cumple su misión de albergar, custodiar y comunicar el patrimonio bibliográfico que condensa la memoria histórica y cultural de la Nación. Es, de alguna manera, un gesto de construcción de soberanía porque el libro es el principal artefacto de construcción de sujetos soberanos, los lectores», reflexiona David.
Curador, escritor y traductor de autores como Gramsci, Proust y Raymond Williams, cree que «leer a Borges, a José Hernández o a Martínez Estrada, por ejemplo, es tal vez uno de los modos más eficaces de construir ciudadanía y territorialidad».
Claro que antes de ordenar y catalogar los libros, deberán dedicar una buena cantidad de horas al trabajo manual: tendrán que instalar las estanterías de madera que fueron diseñadas especialmente para el espacio.
La instalación en suelo antártico de la «sede» tiene la relevancia que da lo institucional y, además, la cantidad de ejemplares para esta primera etapa.
La Base Carlini –en la costa sur de la caleta Potter, sobre la bahía Guardia Nacional, en isla 25 de Mayo– está en una zona del continente blanco formada por lomadas suaves.