Eliana Braier, Noticias Argentinas
Corría 1987. Era nuestro quinto y último año en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Mi amiga Ruth Jaliff y yo nos enteramos de que tres egresados (Débora Pérez Volpin, Diego Dubcovsky y Guillermo Mastrini) habían abierto un taller de periodismo y nos anotamos.
Me puse a buscar a Luca Prodan. Empecé llamando a las oficinas de Daniel Grinbank. Nadie me prestó atención. Todavía estoy esperando que respondan mi pedido. Fui a la Rock&Pop a buscar a Mario Pergolini y Ari Paluch (los revolucionarios que hacían el gran programa Feedback). No logré el contacto con Luca, pero sí que me dejaran leer libros suyos para obtener información sobre la banda y comenzar a armar la deseada nota. Yo sabía que lo iba a conseguir.
La suerte jugó de mi lado. Un sábado por la mañana, faltando unos minutos para las ocho, caminaba desde la salida del subte de Diagonal Norte y Bolívar para ir a la clase del taller en el Colegio, ¡y me encontré con Luca! Le dije que lo estábamos buscando para entrevistarlo, me hizo entrar en el bar que estaba en esa esquina, pidió una ginebra y arreglamos en vernos esa semana en su casa. Vivía a la vuelta.
El día convenido, fuimos Ruth y yo, más un par de fanáticos de años menores que se quedaron calladitos todo el tiempo, como anonadados. Nos invitó a sentarnos sobre un colchón en el piso de su habitación en la pensión y comenzamos a preguntar.
Fue una experiencia riquísima. Nosotras no éramos seguidoras de Sumo ni los habíamos visto nunca en vivo. Resultó todo un descubrimiento: un hombre muy culto, que fue compañero de estudios del que sería príncipe de Inglaterra, que vio dos adolescentes curiosas y se abrió como pocas veces.
Recuerdo una pila de revistas en un ángulo del cuarto. En un momento, tomó una, cubrió con su mano la parte baja de la chica que aparecía en la tapa, y me preguntó qué veía. Le dije que una mujer muy bonita. Levantó la mano y se veía lo que los hombres tienen entre las piernas. ¡Nunca habíamos visto una travesti! Fue el momento de mayores carcajadas de las dos horas que compartimos.
Desgrabar la charla y transformarla en un diálogo escrito fue una tarea que involucró mucho trabajo. Como no sabía escribir a máquina, mi papá se encargó de tipearla. Leyéndolo, se encariñó con ese personaje tan necesitado de afecto que vino a la Argentina huyendo del destino que le robó la vida a su hermana, muerta por la adicción a la heroína, según nos confesó.
Cuando publicamos la revista, Poder de Cuarta, nos llamaron de rectoría. La primera vez en cinco años de cursada. Recuerdo estar parada en la entrada, esperando a Ruth, que estaba en natación. El vicerrector, Pancho Azamor, me preguntó: «¿Ud. es quien escribió ese mamarracho?»». Tremenda bienvenida. Al entrar, estaban el rector, Horacio Sanguinetti, y los tres profesores del taller. El «Chancho» (como lo llamábamos los estudiantes) nos trató bastante mal y nos cuestionó haber publicado «malas palabras». Le explicamos que era parte de la personalidad del entrevistado el lenguaje que utilizaba. Todavía me resuenan sus palabras: «¿Uds. piensan pasar a la historia de la literatura con esto?».
Unos 20 años más tarde, ya con carrera en la producción periodística, pude tomarme la revancha y decirle por teléfono que fue la última entrevista gráfica que Luca dio antes de morir, unos dos meses después de ese encuentro inolvidable. Esa nota se publicó en un libro, se pasó en Hora 25 (el programa de culto de Jorge Lanata en la Rock&Pop), fue parte de una película y de una obra de teatro. Bastante parecido a quedar en la historia de la literatura, o de la historia de la música, ¿verdad?
Al mes de haberlo conocido, yo estaba sentada en las escaleras de la entrada del colegio y Luca pasó. Lo saludé, se acercó, elogió mis zapatos (unas chatitas azules con borde dorado), me dijo que le habían llevado la revista y que le había gustado la nota. Gran galardón. Nuestra graduación como periodistas. El nacimiento de una charla que se convirtió en leyenda y sigue sonando en Internet, para deleite de los que lo quisimos y lo extrañamos tanto.
Fragmentos de la entrevista:
«Alguien me preguntó: «¿Qué es Sumo?». Es una pregunta idiota, ¿entendés? Es como decir «¿Qué es tu zapato?» ¿Qué carajo me decís? Entonces yo le dije: «Sumo es algo que hace tu abuela cuando no tiene nada que pensar» (risas). Sumo es como un casamiento. Estamos casados para el beneficio mutuo, ¿entendés?, o sea, para divertirnos con la música, para ser creativos con la música y para ganar guita para poder vivir y comer. Entonces, si nos peleamos, se caga todo, ¿entendés? Y más para ellos porque, si yo me voy de Sumo, si yo me enojo con ellos… ése es mi poder en Sumo, si yo me voy… Yo soy el más carísmático, el que habla más, el que le da más bola a la gente. Los otros directamente… Pettinato es un agrandado. Vos me paraste a mí. Si parabas a Pettinato en la calle, te miraba mal, con desprecio. Ésa es la diferencia, ¿entendés?».
«Me di cuenta de joven de lo que es esta sociedad», apuntó y continúo: «Pero de verdad me di cuenta. Yo fui a un colegio que es el mejor colegio de Europa, sencillamente. Van los hijos de los reyes, de los tipos que tienen mucha guita. Yo fui a ese colegio. En Escocia. Y yo era muy rebelde en el colegio, pero era muy bueno en las materias. Me dieron una beca a Cambridge, a la Universidad de Cambridge. Yo no fui. Yo me re di cuenta. Acá en el colegio es todo a los golpes. En Argentina es: «¡Nene! ¡Pah! ¡San Martín! ¡Pum!» Allá era todo: «Tenemos que ser buenos» (lo dice en tono suave y didáctico). Acá es muy obvio. Es re grasa. El argentino es inteligente y sensible, se da cuenta. Pero donde yo fui, era todo «Vos sos vos» Te daban un librito donde anotabas todas las cosas que tenías que hacer todos los días: dos duchas frías, dos duchas calientes, dos veces lavarte los dientes, veinte lagartijas. Y tenías que poner: «Sí, lo hice» o «No, no lo hice». Se llamaba el training plan, el plan de entrenamiento. Ponías si llegaste tarde una clase, si llegaste tarde a dormir. Se llamaba The trust system, el sistema de la confianza. Y era una mentira total».
«Mis padres a mí me tienen una envidia impresionante porque yo hice lo que quise. Pero claro, para hacer lo que querés tenés que bancarte los golpes. No les escribo a ellos hace cuatro años. Pero lo vi hace tres años. ¿Qué catzo quieren? A mí me trataron mal. ¿Qué quieren? ¿Qué los trate bien porque son viejitos, pobrecitos? Que se vayan a la concha de su madre. Yo era chiquito y me trataron para la mierda. Mi hermana se suicidó y dejó una carta de como cuarenta páginas para mis viejos porque era todo culpa de ellos. Vivimos una atmósfera de familia sin afecto. El afecto es lo más importante que hay. Entonces, ¿qué carajo me van a importar ellos? No me importan. Tienen mucha guita. A mí no me importa si se mueren y no me dejan nada».
Y aseguró: «Yo soy un tipo que vivió mucho por ahí y seguí con mi locura. Hay gente que está re loca cuando tiene 17 años y de repente se casa con una boluda de Villa Devoto y se pone de empleado bancario y chau, se quedaron ahí. Y yo no, yo sigo para adelante, ¿viste? Aparte les gusta mi música. Acá la gente de mi edad es toda sufrida por el Proceso. Está mal. Pero los nuevos, los tipos como ustedes, no, vienen con otra onda. Eran chicos cuando estaba el Proceso, cuando desaparecía gente. Eso lo vivió mucha gente acá. Yo tampoco viví el Proceso. Yo vine en el 80 pero no viví la represión. Yo no la veía. Porque a mí no me reprimía nadie».
“No quiero ser argentino. Los argentinos tienen que pedir permiso para salir del país, tienen que votar a un pelotudo como ésos: radical, Perón, el PI, la Ucedé, son todos unos hijos de puta ¿Cómo vas a votar a ésos? En Italia soy, por ley, un enfermo mental. Tengo el artículo «28b». ¿Te das cuenta? Yo no hice la colimba. No la quería hacer. Hice seis años en un colegio donde tiré bombas, tiré con bazookas, marché en una banda de gaitas, marché como militar, hice de todo. ¿Qué catzo me va a decir a mí la colimba en Italia? ¿Pelar papas por un año en un lugarcito con unos sargentos que te quieren martirizar? No, gracias. Entonces, no la hice, y me pusieron en la cárcel militar, una vez tres meses y otra, dos. Deserté. Al final, volví desde Inglaterra, donde vivía, y le dije al médico: «Mire, yo me tomé todas las drogas, soy un re drogadicto» (en esa época lo era; ahora, no, ahora soy alcohólico, nada más, y lo cuento a cualquiera, a mí no me importa). Y le dije que no la quería hacer, que no servía, que iba a hacer quilombo. Le conté que había hecho de todo y había tenido demasiada disciplina desde los seis años –por eso soy tan indisciplinado ahora, reboté como para decir andá a la mierda-. Él me dijo: «Hay que hacer un informe. ¿Qué drogas tomó?» Y empecé. Había una lista así. El tipo veía que yo no era un tipo estúpido o perdido y me dijo: «Te tengo que dar el artículo 28b. Eso significa que no podés votar». Yo dije: ¡Guau! ¡Qué suerte! Y dijo: «Y no podés ser empleado estatal». Y yo: ¡Jujú! ¡Buenísimo! Me estás dando un regalo. Entonces yo, para la ley italiana, soy un enfermo mental. El artículo 28a es puto, 28b es enfermo mental, o sea mogólico o algo así –eso soy yo-, y 28c es drogadicto. Pero él me dio el b para ser un poco más sutil”.
“Soy medio vidente. Todos los temas de Sumo, del primer casete al último, son predicciones. No lo hice a propósito. Yo hago los temas en el acto. Por ahí hay un estribillo que ya está listo, pero las letras salen en el estudio. Mientras estoy grabando, las invento. Nunca sé de qué carajo estoy hablando. Después de un año o dos, las escucho y pasó exactamente lo que yo había cantado. Mi hermano también es vidente. Él sabe exactamente lo que me pasa a mí acá, y yo ni me comunico con él. Él me escribe cartas y me manda cintas con temas y todos me están diciendo: «Cuidado, Luca», y me dice cosas que me están pasando. Es raro. No sé cómo explicarlo”.
Respecto al rock nacional y su relación con otros músicos del país, Prodan no tuvo filtro a la hora de manifestar su opinión: “El rock es música en inglés. Que se vaya a la concha de su madre el rock nacional. El rock es música en inglés y basta. ¿Quién vende más acá, Zas o The Police? (…) No es tanto la música. Casi la totalidad de los músicos argentinos son unos pajeros, ¿entendés? Yo no los invitaría a comer a mi casa. Por ahí elegiría a Pipo Cipolatti; lo invitaría porque es divertido. Pero no sé. Hablame de alguien famoso ahora. A Miguel Mateos no, aunque votó a Sumo en esa encuesta. Yo no lo podía creer. Me quería matar cuando vi eso. A Gustavo Cerati, tampoco; es un chetito con toda la guita de papi, se pinta, se pone el pelito así… es un pelotudo. Yo no lo conozco. No es un buen tipo, no es buena persona. Miguel Abuelo es un hijo de la gran mil puta, un chorro, un hipócrita, tampoco es buena persona. Así nomás. No sé. ¿De quién más podemos hablar? Los Violadores: empezaron con buenas intenciones y ahora son unos chetitos. Pero no hablo de la música, hablo de ellos. Mirame a mí, loco, mirá dónde vivo. A mí no me importa el televisor a color, el coche ni la mina rubia-alta-linda. A mí me importa la gente. Acá, a la mayoría le importan esas cosas. Incluso conjuntos como Todos tus muertos son unos hipócritas. Si ellos quieren tener un Mercedes Benz. Tocan dos veces en el Centro Parakultural y piensan que son Jimi Hendrix o The Beatles, y son cuatro pelotudos de Villa Devoto. Es claro, a cualquiera le gustaría ser famoso. Hasta que te peleás con tu novia, salís a la calle y hay 40 idiotas que te piden autógrafos. Estás mal pero tenés que seguir. Sino dice: «Ah, es un agrandado». Yo sigo siendo el mismo. Hasta me puse más mono”.
“Cualquier idiota puede agarrar una guitarrita y hacer un tema. Pero hacerlo bien, y no pelearse, y hace un buen show, y cuidar todo, eso es difícil. Cualquiera puede hacer un grupo de rock si tiene guita. ¡Ojito¡ Yo tenía. Yo invertí 20 mil dólares en Sumo. Pero a mí me pagan igual que al fucking Roberto Pettinato que no hace nada, ¿me entendés? Yo no es que gane más que los demás. Pero él no hace un carajo. Nunca subió un equipo, nunca puso un mango, siempre afanó”.
“No es una coincidencia que el disco de Sumo se llame Divididos por la felicidad, que sería Divided by joy, Joy division, la división de entretenimiento era una parte de Auschwitz donde estaban las prostitutas. O sea que había prostitutas en Auschwicz y esa parte del campo de exterminación se llamaba Joy division (división de entretenimiento). Entonces ese conjunto tomó su nombre de eso. Y a mí ese conjunto me ayudó mucho cuando yo vine a la Argentina. Yo escuchaba mucho a ellos y estaba muy influenciado. Cuando empezó Sumo yo quería hacer una onda tipo Joy division aunque era con músicos de acá que no sabían ni quién era Joy division. Y bueno, y ese tema salió porque, en Inglaterra, mi novia era la manager de un conjunto que se llamaba Manicured Noise, o sea Ruidos manicureados, y la batera que después fue la primera batera de Sumo, era la novia del guitarrista de Joy division que después fue el guitarrista de New Order también”.