Rodolfo Pablo Treber
Fundación Pueblos del Sur (*)
Especial para El Ciudadano
La designación de Sergio Massa, tal como se preveía, va generando una estabilidad que, para algunos desprevenidos y otros malintencionados, puede resultar un bálsamo en un contexto de caos e incertidumbre.
Una aparente estabilidad que se ve claramente reflejada en el cese de las corridas bancarias, la presión feroz que existía sobre el tipo de cambio; todo ello en un clima de consenso y unidad que se respira por primera vez en el gobierno del Frente de Todos, junto al aval y el respaldo de los Estados Unidos como padrino explícito de este proceso, y los acuerdos sellados con los sectores más importantes del poder concentrado.
Pero, ¿cuál es este punto de equilibrio que se logró alcanzar? ¿En qué contexto y bajo qué esquema económico? ¿A quiénes beneficia, y a quiénes perjudica?
Los resultados anunciados de la actual gira de Sergio Massa por los Estados Unidos traen algunas respuestas a estos interrogantes y, principalmente, muestran el arduo trabajo que nos debemos dar como pueblo si deseamos volver a transitar el sendero hacia la soberanía nacional, la independencia económica y la justicia social.
En primer término vale resaltar que quien encabeza esta nueva etapa es un perfil de confianza para el poder real, un hombre designado directamente por los Estados Unidos, desde hace años, para quebrar al movimiento nacional y unificar el criterio político de la democracia liberal argentina detrás de sus designios e intereses en esta región. Esta correcta caracterización, hasta hace pocos días atrás era compartida por muchos dirigentes del Frente de Todos que, obrando a contramano de sus dichos, traicionando a su base electoral y claudicando ante el poder económico, fueron parte del consenso para su designación.
El equilibrio en el sector financiero llega de la mano con el cumplimiento estricto de las metas y condicionamientos políticos del FMI mediante un brutal ajuste fiscal que sólo aprieta a los que menos tienen. Recortes presupuestarios, en salud, educación, vivienda (decisión administrativa 826/22), y asignaciones sociales, sumados al incesante ajuste por inflación que deprime el salario real de todos los trabajadores. Esto último, convalidado e impulsado por el mismo Banco Central de la República Argentina (BCRA) a través de una devaluación del 6% mensual, del peso respecto al dólar.
Además, llevando adelante la continuidad del perverso esquema de “deuda eterna”, que comenzó con la estafa de la toma de deuda con el FMI y su posterior validación. Esto es, adquirir créditos con organismos multilaterales, que terminan por financiar la fuga de capitales de las empresas transnacionales que dominan el comercio exterior y, así, fortalecer un espiral creciente de dependencia a una moneda extranjera que no emitimos ni controlamos. En este sentido, el próximo mes se sumarán más de 3,000 millones de dólares de deuda externa provenientes del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
A su vez, con el aumento de tasas de interés al 70% anual el sector financiero se asegura ganancias extraordinarias sin inversión productiva ni riesgo alguno; por las cuales el gobierno nacional pagará un total de 4,2 billones de pesos (equivalente a más de 20.000 millones de dólares) en un año, 17.000 millones de pesos por día.
En cuanto al modelo productivo, el equilibrio llega con la profundización de un modelo de economía primarizada y exportadora de materias primas, mediante el ingreso masivo de inversión extranjera directa (IED) para la explotación de nuestros bienes comunes (recursos naturales).
Estas IED ingresan con un marco legal desregulado (vigente desde 1976, profundizado en los 90 y perfeccionado en estos momentos) que permite a las transnacionales girar ganancias de lo producido a sus casas matrices; lo que, en otras palabras, representa una fuga, legal e incesante, de capitales. En consecuencia, la IED genera un ingreso inmediato de divisas, pero un quebranto económico exponencialmente mayor en el mediano y largo plazo; mientras que acentúan la primarización de la economía.
Al mismo tiempo, estas IED, causan daño a las posibilidades de generación de empleo genuino dado que, en los acuerdos comerciales para el crecimiento de las exportaciones, se incluyen obligaciones de compra de productos manufacturados (importación para la Argentina). En consecuencia, el modelo exportador de materias primas concluye en desindustrialización y dependencia creciente de productos importados. Más materia prima vendemos, más productos elaborados importamos. Vale recordar que, en los últimos 32 años, las exportaciones argentinas en dólares aumentaron 1.000% en dólares con los resultados para el pueblo que están a la vista de todos.
En el plano de las relaciones internacionales, el equilibrio es alcanzado mediante una subordinación total (y burdamente expuesta) a los Estados Unidos que, no por casualidad, resulta ser el principal interesado, y beneficiado, en que se profundice el esquema financiero y productivo anteriormente detallado.
Estas acciones del gobierno demuestran que, más allá de los discursos marketineros y oportunistas, nos encontramos ante la ausencia total de amor por la Patria y el pueblo en la dirigencia política. Por el contrario, lo único que manifiesta claramente el quehacer del Frente de Todos es la intención de continuar y profundizar el modelo neocolonial que retornó en el 2015 con la victoria electoral de Mauricio Macri y Juntos por el Cambio.
Por eso, es ardua la tarea que tenemos como pueblo para volver a transitar el sendero hacia la soberanía política, independencia económica y justicia social, con un proyecto de liberación nacional como guía. Volver a la Argentina soberana, con la conducción de un Estado en los sectores estratégicos en reemplazo del capital transnacional, pero que responda al interés nacional.
Volver a la Argentina independiente, mediante un modelo de desarrollo económico propio, la reconstrucción de la logística nacional y la protección, fortalecimiento y expansión federal del mercado interno.
Volver a la Argentina de la producción, mediante un proceso de industrialización por sustitución de importaciones para recuperar el trabajo que pagamos al extranjero.
Volver a la Argentina socialmente justa, donde se cumplan, sin condicionamientos, los derechos universales a la vivienda, salud, educación, trabajo y salario digno.
Volver a retomar el camino hacia la grandeza de la Patria y la felicidad del Pueblo.
Dejar de simular, y volver a ser nacionales y populares.
(*)fundacion@pueblosdelsur.org