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Érica Lonigro, de Rosario al Mundial: la historia de vida y la emoción de la familia por el debut

La delantera rosarina sumó sus primeros minutos mundialistas en el empate 2-2 de Argentina ante Sudáfrica por la segunda fecha de la Copa del Mundo. En la zona sur, la familia se emociona con el presente de "Jesi"

Con su pelo largo y lacio, el flequillo sobre la frente y el rodete en alto se prepara para entrar mostrando la tranquilidad que la caracteriza. Érica Lonigro se para al lado de la línea de cal esperando que la cuarta árbitra indique su ingreso al estadio de Dunedin donde la Selección Argentina pierde con Sudáfrica 2-0 en su segunda fecha del Mundial de Austrañia/Nueva Zelanda. Pasados los 20 minutos el cartel se levanta, la delantera ingresa en lugar de Mariana Larroquette y hace real el debut mundialista.

En Argentina, en la casa de los Lonigro en Barrio Las Flores, en el sur de Rosario, la familia sigue con un poco de nervios aún terminado el partido. “Nos dejó a todos con la boca abierta, demostró lo que ella sabe e hizo un gran cambio, vinieron los dos goles, empatamos y acá estamos todas contentas”, cuenta Romina, la hermana mayor de Érica. Y sigue emocionada: “Todo llega, y ahí llegó, entró a la cancha y puso todo”.

Una semana antes de que la delantera viaje a Nueva Zelanda para disputar su primer Mundial, El Hincha palpitó con la familia la convocatoria de la jugadora rosarina.

Romina, la hermana más grande de los siete Lonigro, es quien pone el teléfono en altavoz para que todos los familiares que están en la casa participen de la nota. Están la mamá Estella, el papá Gustavo, tías, hermanas, sobrinos y sobrinas tomando mates. Es una imagen recurrente en la casa que habita la familia Lonigro desde hace tiempo en barrio Las Flores, en la zona sur de Rosario, justo detrás del casino que se emplaza en las uniones de Bv. Oroño y Circunvalación.

En el Mundial de Australia y Nueva Zelanda, la familia de Érica va a madrugar para ver los partidos de la Selección. No saben si van a poder juntarse, los horarios no son los mejores, el partido contra Sudáfrica los reunió en el comedor de la casa a las 21, a la espera de que “Jesi” sume minutos en la Copa del Mundo. Es un deseo de ella y de toda la familia, que la acompaña desde que era chiquita en su sueño de jugar a la pelota.

Quienes conocen a la delantera de la Selección y Central le dicen “Jesi”. Cuenta la historia que el nombre elegido para Érica era Jésica, pero hubo una confusión a la hora de anotarla. Así, desde chiquita le dicen “Jesi”, como su mamá la nombraba desde que estaba en la panza, como los niños que en la canchita “los amigos”, la llamaban para que juegue con ellos. Es Érica, Jesi, Lonigro, delantera, goleadora y futbolista, y ahora también mundialista.

Romina repasa los inicios del amor de su hermana por el fútbol. “A media cuadra de mi calle tenemos una canchita que se llama los amigos”, cuenta. En pleno barrio las flores, el camino hacia la cancha es todo de asfalto y desde pequeña la delantera de la Selección “iba corriendo con los chicos del barrio a jugar”. “Fue creciendo ahí, jugando en la cancha”, dice.

A los 4 años su mamá Estella la anotó para jugar en un club, pero eran todos nenes y le dijeron que vaya, pero solo a prácticas, sin competir. No podía participar de los torneos y los partidos, pero iba a todos los entrenamientos.

Siempre pedía que le regalen una pelota y botines. Y “siempre que se pudo se le compraba”, cuenta Romina.

Cuando no entrenaba, se iba a la Plaza Nuestra Señora de Itatí a jugar a la pelota con los amigos. Uno de ellos, también de Selección y mundialista, Ángel Correa. Todos la querían en su equipo. Es que de chiquita se destacaba y metía goles de todos los colores. En la escuela HARA General Belgrano, donde terminó el secundario, en la hora de educación física también aprovechaba para poner la pelota en sus pies.

“Nunca se llevó ninguna materia. Las maestras la querían mucho. La parte técnica le gustaba, tenía su tablero. Le gusta dibujar”, explica la mayor de los hermanos Lonigro.

Mientras estudiaba, practicaba fútbol, pero no podía competir. Hasta que apareció un vecino que le contó que había grupos de mujeres de diferentes barrios de la ciudad que jugaban un torneo. “Jesi las veía siempre pasar y le dijo a mi papá que la anote”, narra Romina. Así, Gustavo habló con el vecino Aníbal y Érica se inscribió y jugó: “Competían con otros equipos de barrio de la zona sur”.

“Cada vez le gustaba más, era la escuela y el fútbol, nada más”, dice Romina. Después llegó la posibilidad de jugar en Central.

Esa pasión por jugar a la pelota la heredó de su mamá. Estella jugaba en el mismo barrio con sus hermanas y amigas. Era mediocampista creativa. “Yo jugaba y ya la tenía, era chiquita, iba con ella, Romina y Andrea. Jugaba muy bien, por eso salió a mí mi hija, le tira la sangre”, dice entre risas Estella, ama de casa que está terminando la secundaria, a quien todavía la invitan a jugar, pero no se anima a volver a las canchas.

El hermano Jonatan tiene 22 y también juega. La ahijada de Jesi sigue sus pasos. Hoy tiene tres años y “la sigue a todos lados”. Narella, otra de las sobrinas, dejó árabe y gimnasia artística para jugar a la pelota en el Club Amistad, también en barrio Las Flores.

Todas las mujeres de la familia Lonigro que tienen edad para tener celular tienen un grupo de Whatsapp. Por ese medio se enteraron de la convocatoria de Érica al Mundial de Australia/Nueva Zelanda. “Estoy contenta, estoy feliz, dieron la lista hoy, me nombraron” envió Lonigro desde el predio que la AFA tiene en Ezeiza, acompañado con íconos de una carita llorando, de felicidad.

“Se me hizo algo fuerte en el pecho, era algo emocionante, lo esperaba, no dependía de ella, ella hizo su esfuerzo y creo que sintió algo especial, porque era su sueño, se me caían las lágrimas”, cuenta Romina.

“Yo la veo que ella va a creciendo física y mentalmente, la veo bien. Cumple su sueño. Acá en Central, en Buenos Aires, ella está cumpliendo un sueño más para su vida”, se escucha por el teléfono. “Es el esfuerzo que ella hace cada día, correr detrás de la pelota y llegar a cada meta”, dicen. “Lo disfruta al máximo, cuando está en la cancha se olvida de todo”, coinciden.

Lonigro, que hace apenas cuatro años es futbolista semiprofesional, debutó con la camiseta de la Selección Argentina en un Mundial de fútbol. Su familia lo festeja y se emociona a la distancia. Rosario también lo hace, junto a Vanina Correa es la representante de la ciudad y la provincia de Santa Fe en la Copa del Mundo.

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