Ernst Cassirer fue una de las figuras más importantes y singulares de la filosofía del siglo XX, profesor en la Universidad de Hamburgo y es posible ubicarlo en la tendencia neokantiana de la escuela de Marburgo. Estudió tópicos relacionados con la gnoseología (teoría del conocimiento) y epistemológicos (temas de filosofía de la ciencia) desde la perspectiva del llamado idealismo crítico.
Cobró notoriedad por su obra Filosofía de las formas simbólicas del campo de la filosofía de la cultura. También realizó aportes sustanciales a la filosofía de la ciencia y a la historia de la filosofía.
Sus trabajos poseen una agudeza y originalidad que hacen que brille con luz propia en el pensamiento social contemporáneo. El estudio de los mitos es una de las claves posibles para analizar de modo antidogmático la dinámica de las sociedades en sus procesos de innovación o persistencia de hábitos y tradiciones.
En el proceso civilizatorio hay marchas y contramarchas y cabe recordar que, como señalaba Walter Benjamin, “toda manifestación de cultura puede ser a la vez un instrumento de barbarie”. Los horrores de las guerras pasadas y actuales son una patética muestra de esto: la tecnología más avanzada no orientada a mejorar la vida de todos los miembros de la especie humana sino al control, dominación y hasta la aniquilación de poblaciones enteras en Asia, Africa, o Latinoamérica. Todo por la codicia de los minerales del subsuelo, el mantenimiento de la producción en gran escala y el paroxismo consumista.
El reino de las mercancías y el imperio de la alienación social.
Cassirer fue contemporáneo a una de las etapas más dramáticas de la historia, fue un lúcido analista y un implacable testigo.
Breve biografía
Ernst Cassirer nació en Breslavia, Silesia, en la región sudoeste de Polonia, por entonces bajo la dominación del imperio Prusiano el 28 de julio de 1874, hijo de Eduard, comerciante alemán de origen judío. Describió uno de sus biógrafos: “Comenzó la carrera de Derecho en 1892, pero pronto pasó a estudiar literatura alemana y filosofía en la Universidad de Berlín. A partir de 1896 se trasladó a la Universidad de Marburgo, donde adscribió al neokantismo. En 1899 se doctoró bajo la tutela de Paul Natorp con un trabajo sobre Descartes titulado Kritik der mathematischen und naturwissenschaftlichen Erkenntnis.
“En el año 1902 se unió afectivamente con su prima Toni Bony, con la que engendró tres hijos. Su trabajo sobre el sistema de Leibniz fue premiado dos veces pero en muchas universidades no fue aceptado como Habilitation (máximo grado académico que se puede lograr en muchos países europeos). En 1906 alcanzó este grado en Berlín con su estudio sobre el problema del conocimiento: Das Erkenntnisproblem in der Philosophie und Wissenschaft der neueren Zeit. Durante los siguientes 13 años fue profesor en Berlín y asentó las bases de su teoría del conocimiento”.
Debate con Martin Heidegger
Como señala Alejandro Piscitelli: “Entre el 17 de marzo y el 9 de abril de 1929 tuvo lugar en Davos una reunión impensable, un encuentro memorable en donde dos pilares de la filosofía alemana cruzaron lanzas epistemológicas y metafísicas, frente a un coro atrevido de participantes que se inclinaron mayoritariamente por uno de los interlocutores, sin imaginar jamás que en esos Alpes Suizos y nada menos que en la ciudad de Davos (que se convertiría en los años 1970 en el reino de las especulaciones económicas en el célebre Forum a cargo de Karl Schwab) se estaba incubando una de las torsiones del pensamiento contemporáneo que derraparía con fuerza una década más tarde cuando el nazismo llegase al poder.”
“En el hotel Belvedere de Davos dos pilares intelectuales de fuste, cuales fueron Ernst Cassirer y Martin Heidegger, estaban por protagonizar el debate del siglo. Lo que estaba en juego en ese momento no era ni el futuro de la economía, ni el rol de las empresas, ni las condiciones del liderazgo ni la tecnología como palanca de cambio social. Para nada. Se trataba lisa y llanamente del significado de la herencia kantiana. En otro momento y en otro lugar podría haber sido un debate filosófico intrascendente, una discusión de capilla, un florilegio técnico sin mayores consecuencias, ni intelectuales ni políticas”.
“Pero la diferencia que hizo todas las diferencias, el detalle que terminaría en una tragedia fue que mientras Cassirer era un judío socialdemócrata, Heidegger, además de ser el filósofo mas importante del siglo XX y probablemente el último de los filósofos en la tradición grecooccidental, se convertiría en un defensor inequívoco del nazismo, aceptaría ser el rector nazi de la universidad de Friburgo y terminaría auto reescribiendo su propia historia intelectual (mediante una manipulación concienzuda y sutil de una de sus obras más conocidas cual fue La época de la imagen del mundo, conferencia originalmente pronunciada en 1939 y publicada por primera vez en su versión desnazificada a cargo del propio Heidegger en 1950. Para una exquisita exégesis de este relato leer la nota de Jacques Taminiaux en el excelente número especial de la revista Philosophie Magazine Hors Serie dedicado a Les philosophes face au nazisme)”.
Continúa Piscitelli: “Lo que estaba en juego eran versiones inconciliables del mundo. Mostrando que los errores y las cegueras trascienden épocas y momentos históricos recuerdo haberme sumergido indistintamente en ambas obras e inconscientemente haber creído que se podía ser al mismo tiempo neokantinao (como Cassirer) y refundacional (como Heidegger). O creer que era posible esposar la gnoseología de Cassirer y complementarla con la metafísica de Heidegger”.