Fernando Garrido nació hace 22 años en Santiago de Chile, pero hace un año y medio decidió terminar la carrera de Medicina en Rosario. Se vino con su novia y también se trajo a su perro Kimbo, un golden retriever de 18 meses. Ambos, desde hace una semana, están sobre los escombros de calle Salta al 2100 trabajando sin pausa. Garrido es bombero, rescatista urbano y vehicular; junto a Kimbo se presentaron en los primeros días de abril pasado para dar una mano en la inundación que asoló en la ciudad La Plata; en 2010, con otro perro, el voluntario estuvo durante las tareas de rescate luego del tsunami que golpeó a Iloca, un pueblo costero de Chile. A punto de recibirse de médico, Garrido se quiere especializar en pediatría y aplicar sus conocimientos en el adiestramiento de perros para aplicarlos en terapia infantil. “Sentí la obligación de devolverle a Rosario todo lo que me da, es lo menos que puedo hacer”, afirma tímido, con la mirada en su celular al que le faltan teclas, con pantalla rajada, y le pasa el pulgar para sacarle el polvo y ver si tiene un mensaje que lo devuelva a las tareas.
En un alto de su trabajo, cruzó el bulevar Oroño hasta la esquina donde los chicos del jardín de infantes del colegio Maristas colgaron sus mensajes de apoyo a los bomberos y rescatistas. Se detiene y los lee uno por uno. “Ésta es mi paga, ya está, mirá el cariño de los pibes en medio tanta tristeza”, afirma mientras Kimbo se le cuelga para la foto. En su buzo azul están las huellas del trabajo, se lo sacude con una mano y se divisa el logo de Bomberos Voluntarios de Villa Constitución, donde está reclutado. En abril, Kimbo tuvo su bautismo como rescatista en Tolosa y Los Hornos, “allí marcó tres cadáveres, eso fue tremendo y muy desorganizado”, recuerda.
“El martes pasado un amigo bombero de Villa me llamó minutos después de la explosión y me presenté de inmediato. Fui uno de los primeros en llegar. Kimbo se movió muy bien y él marca un lugar determinado con ladridos, hay otros que lo hacen moviendo la cola o rascan con una pata el lugar. Marcó bastante. Todos han trabajado a la par, todos los perros actuaron muy bien, los de Paraná, los de Ezeiza, los de la Policía Federal”, destaca.
Garrido afirma que a su golden lo comenzó a adiestrar a los dos meses y es, lo que se denomina en la jerga, un can bivalente, ya que “busca venteo de vivos o venteos de cadáveres”. A la montaña de escombros no se ingresa con más de dos perros por vez y se hace un recambio cada 45 minutos, ya que “más tiempo es contraproducente porque se estresan”, están muy expuestos al polvillo o a la heridas en las almohadillas de las patas como los cortes de vidrio. Veterinarios del Imusa y algunos privados los asisten permanentemente, colocándoles crema de ordeñe (hidratante) entre las pezuñas o en el hocico, “incluso haciendo nebulizaciones por el tema del polvillo en los pulmones y colocándoles agua destilada en los ojos para evitar conjuntivitis”, apunta el rescatistas.
La empresa Royal Canin donó los alimentos, los caniles y bebederos. “En el momento en que el perro ingresa a su canil se lo alimenta y toma agua. Si está recién comido no es bueno que trabaje porque se marea y vomita”, describe.
“La orden que Kimbo escucha de mi parte es ‘busca’, simplemente, y él comienza a moverse; cuando marca el lugar, ladra. Ellos se mueven como si estuvieran jugando y esperan su premio. En mi caso tengo una pelota pequeña, de colores, con la que Kimbo juega desde cachorro; también tengo un Kong, que es un juguete donde se mete alimento y él lo va sacando de a poco, debe ser de material plástico o de cuero, algo que le llame la atención. Es importante que ingresen dos perros por turno porque si hay muchos se distraen y juegan entre ellos. Obviamente, no puede haber una perra en celo”, aporta.
Cuando Kimbo descansa, Garrido sigue como rescatistas, para lo que se preparó desde muy joven: “Hago rescates urbanos y vehiculares, como bombero voluntario; además adiestro perros para rescates, que es una pasión que me transmitió mi abuelo allá en Chile”.
Sobre el tiempo que los perros se pueden dedicar a esta tarea, el joven señaló que “eso depende del guía, que cuando ve que el perro no está en condiciones no lo hace buscar más, pero hay perros que han trabajado siete, ocho y hasta diez años”.
Por último, Garrido desliza lo que es a todas luces una verdad incontrastable: “Con el perro formamos una relación única”.
Luigi se quedó esperando en el placard
La constante aparición de mascotas resulta un bálsamo en medio del desánimo general que reina en la zona. Perros, gatos, un canario y hasta peces de colores fueron encontrados en los últimos días en las ruinas del edificio de Salta 2100 y en los alrededores. Pablo, que hasta el último martes vivía en el octavo piso de Salta 2159, recuperó a Luigi, el gato del que no sabía nada desde el día de la explosión. Emocionado, el joven relató que el último fin de semana, cuando subió por primera vez al octavo piso de su edificio para retirar elementos personales, no pudo dar con su mascota. Pero ayer, después de obtener un nuevo permiso para ingresar a su departamento, halló a Luigi en el placard, acurrucado entre la ropa.