La educación pública es un derecho que hay que «cuidar, defender y sostener», dijo una joven oriunda de la ciudad entrerriana de Concordia que es la primera estudiante universitaria de su familia, cursa las carreras de Psicología y Acompañamiento terapéutico en la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader) y se moviliza junto a otros estudiantes para defenderla frente al «avance de la ultraderecha» con discursos que plantean «mercantilizar todo».
«En mi casa éramos seis y dependíamos del trabajo de mi papá como herrero changarín, que migró de Catamarca a Entre Ríos en búsqueda de trabajo. Teníamos para las necesidades básicas. Con cuatro hijos, mi mamá terminó la secundaria cerca de los 40 y después estudió la tecnicatura en Enfermería, cuando yo tenía siete años. Gracias a ese título, pasamos de vivir en una casilla de madera a poder construir, en 2012, una casa de material», contó Florencia Funes (25), quien estudia en Paraná, a unos 300 km de su ciudad natal.
Florencia se fue a vivir a Paraná en 2017, a sus 18, para estudiar Psicología en la Uader, universidad pública provincial que está construyendo su campus universitario. Por este motivo, la joven cursa en las aulas de la escuela Normal.
En paralelo realiza la carrera de Acompañamiento terapéutico, en la misma institución.
Educación pública: una herramienta y un derecho
«Lo que me dio la posibilidad de venir a vivir acá fue la residencia de estudiantes de la municipalidad de Concordia, donde pude conocer mucha gente y actualmente vivo con una compañera de esa residencia y alquilamos un departamento. Además, mi papá y mi mamá siempre tuvieron una visión de progresar y no es fácil porque hay que sostener los estudios», valoró la joven.
Y enfatizó: «Para mi familia la educación pública fue una herramienta y un derecho muy importante, nos cambió mucho nuestras vidas. Mi mamá logró recibirse con el acompañamiento de mi papá, que trabajaba en su galpón en el frente de nuestra casa y podía cuidarnos a mí y mis hermanos. Siempre fueron muy compañeros los dos», añadió.
«Nosotros vivíamos en una casilla de madera y dormíamos en dos piezas –recordó la joven–: mis tres hermanos juntos y yo dormía en una cama propia pero en la pieza de mis papás. Al construir la casa pasamos a que cada uno tuviera su pieza. Eso para mí fue súper importante, porque yo era la única mujer, mis tres hermanos son varones y estaba comenzando la adolescencia, necesitaba mi privacidad, mi lugar. Dio un giro en nuestras vidas».
Además de cursar las dos carreras, Florencia realiza «changuitas» y durante este año electoral trabaja como encuestadora, entre otras actividades.
Florencia es la primera universitaria de su familia. «Mi hermano mayor (Fernando) no terminó la secundaria, el que le sigue (Maximiliano) terminó en la escuela técnica y luego realizó un terciario, se recibió de profesor de Historia en Concordia, pero fueron otras las condiciones para ellos, que tienen más de 30, porque les costó un poco más sostener la escuela secundaria, fueron épocas de crisis tras crisis, tuvieron que trabajar, hacían changas de herrería, que les enseñó mi papá, albañilería, y eso les quitaba tiempo para estudiar», recordó.
Asimismo, su hermano menor, Martín, estudia profesorado de Educación Física.
«Me duele un montón escuchar que cuestionen el valor de las universidades o de la educación pública. Nosotros acá en Paraná, entre las universidades que hay, empezamos a hacer asambleas e hicimos una movilización el 8 de septiembre en defensa de la educación pública», destacó.
«Después de la pandemia, cuando estuvo muy quieto todo, fue necesario empezar a reunirnos para hablar más y cuidar lo que tenemos –agregó–. Desde la asamblea cuestionamos las ideas que proponen mercantilizar todo, hablamos del avance de la ultraderecha y sus políticas de mercantilización, también sobre la quita de derechos que hemos conquistado», señaló.
«La educación pública tendrá sus cosas por solucionar, pero es un derecho que hay que cuidar y sostener. Siempre tuve muy en claro que quería estudiar desde el deseo y también, como clase pobre, que era lo que podía ayudarme a dar un paso más, obviamente sin romantizar, porque también no es fácil sostener ese recorrido y yo tuve la suerte de contar con una contención de parte de mi familia», remarcó.
Por último, subrayó que en el ámbito universitario «hay mucha preocupación» porque «ya de por sí es difícil sostener los estudios, sostener un alquiler y sería aún más difícil si esto se privatizara. Para muchos, imposible. Pero optamos por la organización y poder reunirnos, hablar más allá de las diferencias políticas. Es algo que nos convoca y que hay que defender», concluyó.
La joven compartió un fragmento de su historia con el colectivo activista y feminista «Mujeres que no fueron tapa», que propuso en sus redes sociales visibilizar, a través de un conjunto de testimonios de sus seguidores y seguidoras, cómo impactó la educación pública y gratuita en sus vidas.
«Así cambió destinos preestablecidos de muchas de nosotras y nosotres. Se meten con la educación por esto que se cuenta acá, nos quieren arrodilladas, dependientes, alienadas en la ignorancia. Nos quieren despolitizadas. La educación pública humaniza, abraza, iguala, empuja. Hoy, otra vez, nos necesita en su defensa», escribieron desde el colectivo feminista en las redes sociales.