Por: Horacio Tabares (Psicólogo Social, experto en drogas) Luciano Orellano (miembro del Foro por la recuperación del Paraná)
En un concurrido plenario realizado esta semana, liderado por el grueso de los gremios de la zona, conjuntamente con organizaciones políticas, sociales, empresariales, sectores de la cultura, profesionales y representantes del movimiento estudiantil universitario y secundario, se decidió paro y movilización para frenar la ola de violencias narcos, reclamando del poder político enérgicas definiciones para afrontar la situación.
El clima social que se vive es de extrema gravedad, y será más lesivo aún si no se toman las medidas necesarias para resolverlo. El espejo de países que han transitado por estas problemáticas, como México, Colombia, Brasil y otras naciones latinoamericanas, nos alertan sobre la escalada criminal creciendo desenfrenadamente si no se generan acciones para erradicarla.
Se han ido configurando condiciones para la instalación de la sociedad siniestra. Altos indicadores de pobreza y desalarización, incidiendo en la destrucción del tejido social y familiar; sectores de la niñez y juventud en la deriva intentando, vanamente, llenar los vacíos del alma a través de la ingesta de sustancias (legales e ilegales). Conjuntamente asistimos al desfondamiento de instituciones rectoras para el sostén de pibas y pibes, como son escuelas, clubes barriales y centros de salud, cercados por amenazas y actos vandálicos de origen narco.
Noticias periodísticas que reafirman nuestros registros: “los menores de edad asesinados en lo que del año en el departamento Rosario asciende a 19… Desde 2014 a la fecha los homicidios dolosos de niños y adolescentes trepan a 192.” (La Capital. Rosario, 6 de junio 2023).
Asistimos a la tremenda imagen, propia solo de sociedades en pleno conflicto bélico, de padres y familias enterrando a sus pequeños. Pibes que tronchan la vida de otros pibes como ellos, y que deberían estar jugando un fulbito. Hay mucho dolor y miedo enseñoreando nuestros barrios.
Muertes, pero también tremendos daños a la salud mental de nuestra gente, particularmente a los más pequeños. Decía una madre del barrio Ludueña, luego que sufriera los efectos de una balacera en la puerta de su casa: “Tengo un hijo de 4 años que ayer se tiraba al piso y gritaba de susto. Es una vergüenza que nos sacrifiquemos para educar a nuestros hijos y que tengan que estar presos en nuestras casas. En la escuela me decían que tenía autismo porque no hablaba, pero es por falta de sociabilidad. Me encantaría llevar a mi hijo a la plaza de acá a la vuelta, pero no nos cuida nadie”,
Algunos especialistas nos advierten que cuando se instala el miedo persistente en una comunidad, con un sentido de vulnerabilidad, impotencia y fragilidad personal, los efectos en la salud mental son enormes.
Esta situación que consignamos es consecuencia del fracaso de las Políticas Públicas sobre estas cuestiones.
Los enfoques vigentes han escamoteado indagar e intervenir sobre los vínculos que unen y dan sustento al narco con sectores de las fuerzas de seguridad, con políticos venales, con jueces corruptos y particularmente con las corporaciones financieras y bancarias donde estas organizaciones criminales lavan sus activos.
Los rosarinos sabemos que la entidad emblemática de la Bolsa de Comercio de Rosario es un centro financiero y de lavado, proveniente de los negocios más oscuros regados con la sangre de nuestros pibes. Ni hablar de los puertos públicos o privados, en su mayoría extranjeros, por donde circulan toneladas de drogas que los matan.
Las internas agudizadas por la puja electoral, han puesto al desnudo cómo sectores del mismo signo político se acusan mutuamente de su connivencia con el narco.
Venimos denunciando desde hace tiempo que la función del narco es producir e inundar el tejido social de drogas, que les permite recaudar enormes ganancias y dinero fresco paraestatal. Como también pervertir las instituciones de la República, cooptando a funcionarios corruptos, generando un tremendo daño a la democracia.
La utilización de sustancias psicoactivas como modalidad de control social es conocida desde los tiempos de la conquista/sometimiento de los pueblos precolombinos. En la actualidad este mecanismo opera sistemáticamente en los grandes centros urbanos, particularmente en las zonas de mayor pobreza y exclusión, donde viven los sectores de mayor desamparo material y simbólico, lugares en los que los consumos son chalecos diseñados para castrar el potencial de rebeldía de los pibes de esas barriadas. Otro tanto es lo que ocurre con sectores juveniles de la clase obrera.
Pero los pueblos no se suicidan, y frente a esta situación que amenaza lo más preciado de una sociedad, que son su gente, su niñez y su juventud, reaccionan. Como lo demostraron nuestros hermanos del Barrio Los Pumitas, que barrieron con los bunkers narco en respuesta al asesinato del pequeño Máximo. Camino retomado hoy por las organizaciones gremiales, políticas, sociales y profesionales con las movilizaciones del día jueves 22.
Es posible derrotar al narco y sus socios corruptos, con la fuerza que brota de la unidad de todos los sectores de la sociedad que aspiran y están interesados en un país libre y soberano.
Para avanzar en este camino proponemos:
Generar en cada barrio, en cada localidad, Foros donde concurran todos los sectores gremiales, políticos y sociales de la comunidad, para proponer y realizar actividades que frenen al narco y lo pongan en retirada. El narco son pequeños grupos que asientan su fuerza en la recaudación criminal, en el arsenal del tráfico de armas y los vínculos corruptos con el poder. Pero son odiados por la mayoría de la población. Ciudadanos que se encuentran hoy desvinculados, escépticos y atemorizados.
Hay que brindar instrumentos (teóricos y prácticos) para revertir la situación, concientizar a la población de sus fortalezas, para aislar al narco, disputando la voluntad de pibes cooptados para que le sirvan (soldaditos, y conchabados para atender kioscos).
Es necesario activar las capacidades de protagonismo de la gente, fomentando dispositivos de democracia directa, con capacidad de interpelación a los comisarios a cargo de cada comisaría, para que den cuenta de sus actividades contra el delito.
Esto mismo debe replicarse a nivel de concejales, intendentes, diputados, senadores y gobernadores. Todos los niveles dirigenciales de la República deberán estar al servicio de estos esfuerzos.
Hay que sembrar el tejido social de Preventores Comunitarios, y de estrategias preventivas para formar masa crítica en cada lugar. Esto deberá ir acompañado con un aumento considerable de dispositivos clínicos terapéuticos para tratar personas con trastornos por consumos.
También hay que honrar la deuda social con el pueblo, generando trabajo estable y adecuadamente remunerado, con acceso a la vivienda, salud y educación para todos.
Hoy más que nunca, la palabra “soberanía” retoma enorme significación como camino, para recuperar el control, gestión y administración en manos argentinas de nuestros resortes estratégicos. Soñamos con volver a ser la Rosario ferro-portuaria, industrial, científica, de pleno empleo, de industria nacional, con salarios dignos, un fuerte consumo y mercado interno. Es decir, una ciudad más igualitaria, más justa.
Retomemos los ejemplos de los fundadores de la Patria, como San Martín, Belgrano, Castelli y tantos otros, como nuestras Madres de Plaza de Mayo, que no se amedrentaron frente al enemigo y se asentaron en la fortaleza de las convicciones y de la unidad popular, para triunfar.