Hacer barcos dentro de botellas es un arte que carece de nombre: sólo se lo conoce como “modelismo naval en botellas” o, más simplemente: “barcos en botellas”.
Se ignora así mismo cuándo y dónde comenzó, y quién fue su iniciador. Se supone que fue alrededor del 1700, cuando la irrupción de esta técnica coincide con la aparición de las botellas de vidrio.
El barco en botella más antiguo que se tiene referencia se encuentra en el Museo de Historia y Cultura de Lübeck, Alemania, y data de 1784, habiendo sido su autor un italiano llamado Giani Biondo.
Dos pasiones se juntaron
“Mi primer trabajo lo hice cuando tenía unos 12 años”, recuerda Roberto Scheitlin, médico especialista en urología, quien describe su primer intento como “una vulgar canoa con un palito parado en el medio. Y lo más gracioso: había que mirar por el pico ya que la botella que había conseguido era de color verde oscuro de una conocida marca de aceite de cocina”.
Lejos de cualquier frustración, Scheitlin redobló su apuesta motivado por la lectura de una historieta en la que se relataba que un pueblo vivía pendiente de querer descifrar un gran secreto que se creía estaba escrito en un barco dentro de una botella, pero nadie se animaba a romperla.
¿Qué le agrega al ejercicio de su profesión de médico practicar este arte?
Para mí es un rélax saludable. Y tengo que revelar un secreto: más de una vez suspendí el consultorio por quedarme trabajando en un barquito.
¿Qué exige? ¿Destreza? ¿Inteligencia motora? ¿Concentración? ¿Paciencia?
Es un arte que requiere ingenio y paciencia, mucha paciencia y tesón.
¿Qué le agrega su práctica profesional a este arte?
El ejercicio de la medicina me permite incorporar la cuota de paciencia que todo médico debe tener. Pero también materiales: trozos de catéteres para hacer los cañones, hilos, agujas y algunas pinzas y tijeras de cirugía laparoscópica en desuso.
Barcos eternos
¿Cuál de todos los barcos es su preferido?
Tengo dos barcos preferidos, no tanto por la estética o la calidad artesanal sino por lo que representan para mí. Ambos son portadores de sendas y apasionantes historias: uno es la goleta Penélope, cuyo nombre original era “Feuerland”. El otro es el «Luisito» del comandante Luis Piedra Buena, quien naufragó en la Isla de los Estados en 1873. Según se cuenta, Piedra Buena construyó en dos meses un pequeño barquito para poder volver al continente y lo logró.
¿Algún trabajo que no le haya conformado?
Siempre los hay, sin lugar a dudas. Una vez hice un barco Fenicio que nunca llegó a gustarme. Sin embargo con él obtuve el primer premio del Centro Naval de Buenos Aires en 2012.
¿Qué criterio usa para seleccionar los diferentes modelos?
Me gustan los barcos antiguos: galeones, naos, barcos griegos, egipcios o fenicios. No me gustan los barcos de guerra o los cruceros, aunque en este momento estoy trabajando en el “Monte Cervantes”, el Titanic argentino, un barco que se hundió en 1930 frente a Ushuaia y del que, afortunadamente, se salvaron los 1.200 pasajeros y los 350 tripulantes.
¿Hay algún barco imposible de colocar adentro de una botella?
Estoy convencido que con algo de ingenio, mucha paciencia y un poco de tesón, ningún barco se podría resistir a ser embotellado. Claro que, a veces, los obstáculos aparecen como infranqueables y dan ganas de dejar todo, porque alguna parte no puede ser puesta en su lugar. Sin embargo, según Scheitlin “en esos casos decido dejarlo por unos días. Hace un tiempo, pasé toda una noche intentando colocarle el ancla a la Carabela Santa María y no lo logré. Unos días después hicimos las pases y en menos de 10 minutos conseguí ponerla en su lugar.
¿Hay alguno que tenga un valor especial?
Le asigno una valor especial a la “Coca (Nao) de Mataró”, ya que es el primer y único barco que hice con la botella parada, fue todo un desafío. Por la forma de la botella elegida era la única posibilidad que tenía de hacerlo.
¿Qué criterios sigue para elegir el tipo de botella?
La botella debe ser transparente, en lo posible cilíndrica y de pico corto, no muy grueso. Siempre el mérito del armado está en el pico de la botella: cuanto más estrecho, mejor.
¿Nunca se le ocurrió poner dentro de la botella un barquito de papel?
Lo intente una vez y cosa curiosa: no pude desplegarlo bien. Creo que, de lograrlo, haría que me sintiera realizado.
Síndrome de Burnout
Los profesionales de cualquier profesión y especialidad sufren el conocido Síndrome de Burnout o síndrome del desgaste profesional. El ejercicio de su profesión les genera un fuerte impacto sobre su calidad de vida y su salud. En el caso de quienes ejercen la medicina, más del 30 por ciento padecen el Síndrome de Burnout. Comparados con la población general, sufren un mayor número de infartos, se divorcian más y viven menos años. Además, sufren mayores índices de alcoholismo, depresión y trastornos de ansiedad.
Coca de Mataró, una embarcación emblemática
La Coca de Mataró es un exvoto (ofrenda que los gentiles hacían a sus dioses) marinero considerado uno de los más antiguos de Europa y fue construido a mediados del siglo XV.
Este tipo de barco se desarrolló en el siglo X y se usó ampliamente del siglo XII hasta el siglo XIV.
Se cree que estaba en la ermita de San Simón de Mataró. Hoy en día se conserva en un depósito, en el Maritime Museum Prins Hendrik de Rotterdam.
La Coca de Mataró tenía el timón de codaste. Se la considera de influencia atlántica, ya que es muy parecida a una coca que se descubrió hundida en Bremen y se conserva en el Museo Marítimo alemán. Se las utilizaban para el transporte de mercancías y tropas, principalmente por ingleses y normandos.
Esta embarcación contaba con una tripulación de entre cien y ciento cincuenta hombres.
El aparejo era redondo y se calcula que tenía un solo mástil, una cubierta principal con dos cubiertas secundarias sobre los castillos de proa y popa. En el tope del palo mayor estaba el cubículo del vigía.