Search

¿Es viable el modelo con “buenos modales”?

La oportunidad, según el columnista, está en ser un país con amplios recursos naturales.

Una parte importante de la dirigencia política, empresarial y sindical de la Argentina parece adherir a la idea de que es posible rescatar el modelo económico en vigencia desde el año 2003 de forma tal de retomar un sendero de alto crecimiento con menor inflación. Más o menos explícita en ese diagnóstico, yace la idea de que no hay grandes problemas económicos que resolver. Simplificando, sólo se deben evitar las confrontaciones políticas innecesarias, los intentos por perpetuarse en el poder (y los costos que ello acarrea) y restablecer un manejo profesional de la política económica que permita aprovechar circunstancias externas que continuarán siendo favorables en el mediano plazo. Además, existe en nuestro país una gran riqueza de recursos naturales que sería incluso más importante que el boom sojero. Su explotación aportaría recursos a la economía y al Estado, evitando un ajuste traumático que balancee las deterioradas cuentas de la Nación y de las provincias.

Este razonamiento ignora varias dificultades. Una parte importante del crecimiento argentino de la última década se origina en la alta proporción de recursos ociosos que generó la crisis del año 2002 y en las excepcionales condiciones externas que disfrutamos desde 2003 en adelante. Es fácil comprobar que esto es así. Si se compara el crecimiento real de la Argentina (no el que mide el Indec) entre 1997 y 2012 se puede apreciar que la expansión fue similar a la de Brasil (3 por ciento promedio anual), por debajo del observado en Colombia (3,3), Chile (3,8) y Perú (4,8 por ciento). Toda la región se favoreció del boom de los commodities y más recientemente de la baja tasa de interés internacional, y sin embargo no hubo crecimientos milagrosos. Además, no parece que ambos factores externos aporten tanto espacio en los próximos años.

El segundo punto es que la sociedad argentina parece enamorada de un modelo corporativo poco competitivo que no es el que aplican los países de la región con mejor desempeño en períodos largos. Este modelo tiene tres patas: a) una fuerte expansión del Estado en la economía (la mayor de la región), financiada primero con los impuestos extraordinarios introducidos durante la crisis, a los que hubo que agregar luego un par de puntos del PBI de impuesto inflacionario; b) una economía muy cerrada al comercio internacional, con aranceles altos y restricciones cuantitativas generalizadas que alimentan un capitalismo prebendario; y c) la irresistible tentación del Estado de apropiarse de stocks y cambiar los contratos según convenga a los intereses de corto plazo del Ejecutivo.

Ninguno de los otros cuatro países mencionados aplica este recetario populista con tanta devoción. Brasil tiene un Estado sobredimensionado desde hace años, pero que hoy es algo más chico que el argentino y no recurre a la inflación en gran escala para financiarlo. También Brasil es una economía bastante cerrada, pero que no ha abusado tanto de los controles «no escritos». Además, hay que tener en cuenta que Brasil es una economía de crecimiento mediocre. Los otros tres casos de mayor crecimiento relativo se caracterizan por Estados mucho más pequeños que el argentino, economías muy abiertas al comercio internacional y mayor respeto a los contratos.

Además es posible que el punto de partida del gobierno que asuma en 2015 sea más complejo que el que enfrentamos hoy. No parece que la administración actual esté dispuesta a resolver el atraso cambiario y los desequilibrios fiscal y externo que tendríamos hoy si no hubiera control de cambios. Un ajuste indoloro no está disponible hoy y tampoco estaría disponible en 2015, aunque hay un margen de maniobra porque la economía crecería por debajo de su potencial por cuatro años seguidos (2012-2015) y eso daría espacio para un «buen» primer año de la nueva administración si se adopta una política económica coherente.

Resta analizar la posibilidad de aprovechar las oportunidades que nos dio la naturaleza. La gran riqueza gasífera y minera que aparentemente tenemos podría aportar recursos a la economía y al gobierno, incluso muy por encima de lo aportado por la soja. Sin embargo, la historia muestra muchos ejemplos de la «maldición» de los recursos naturales. Primero hay que atraer los capitales con contratos creíbles a tasas de retorno razonables. Uno puede apostar a que el capital tiene memoria corta y que se olvidará de los manotazos del pasado, o puede apostar a que las empresas públicas se volverán más eficientes o, simplemente, habrá que pagar el precio si estas cosas no ocurren.

Un segundo problema es cómo administrar el éxito. Y esto requiere que sólo gastemos cada año lo que es sostenible en el largo plazo. Lo observado desde 2003 hasta la fecha obliga a ser escépticos con una sociedad que decidió que su Estado se gastase al contado todo el boom de los commodities. Si hay un nuevo salto de ingresos públicos, ¿qué nos asegura que no lo gastaremos de nuevo aumentando todavía más la participación del Estado en la economía, en lugar de utilizarlo para erradicar el financiamiento inflacionario del déficit o reducir la altísima presión tributaria?

Hay que notar además que si los hallazgos son importantes, también lo serán los flujos de divisas que presionarán por una apreciación del tipo de cambio real. ¿Dejará eso conformes a los empresarios de los otros sectores transables y a la dirigencia sindical que han apoyado el modelo actual cuando el tipo de cambio real era recontraalto?

Las economías ricas en recursos naturales que han logrado ser exitosas pudieron evitar que la renta de esos recursos se malgaste en corrupción o que se gaste sin tener en cuenta el largo plazo. Ello requiere evitar el populismo en el gasto estatal, mantener una economía abierta y respetar los contratos. No parecen ser éstos los atributos del kirchnerismo con «buenos modales».