A Rosario la llamaron para presentar un libro. Gratis. Quince días después volvieron a llamarla para la presentación de otro libro. Lo cual exigía invertir tiempo y energías en leerlo y analizarlo a fin de hacer un trabajo responsable. Pidió a la editorial convocante que le pagara la hora en la que una niñera debía quedarse con su bebé. Le dijeron que no. Y llamaron a otra persona. Que fue gratis.
La historia de Rosario es la de cientxs de escritores y poetas que son ninguneadxs sistemáticamente por un sistema que no les paga por realizar lecturas, prólogos, análisis, presentaciones. Y hasta les cobra por publicar sus propios propios libros. Fue precisamente por eso que Mariana Miranda, cuyos textos de poesía y cuentos han visto la luz en Argentina, Francia, Colombia y España, tardó 20 años en reunir el dinero para su primer ejemplar.
La problemática fue planteada por la Agrupación de Escritorxs, editorxs y correctorxs feministas La Palabra Colectiva, este sábado durante un conversatorio en el Festival Internacional de Poesía. Por primera vez en treinta años, un grupo de mujeres y disidencias plantearon el pisoteo de sus derechos. La necesidad urgente de una ley que reconozca y resguarde su trabajo. El de todes les escritores. Escribir es trabajo, repitieron con vehemencia. Porque lo obvio, no siempre lo es. Y la agrupación decidió patear el tablero.
La jornada fue histórica y marcó un mojón el en la lucha por los derechos de les autores de la región.
Si nos quedan dudas de que lo que hacemos tiene algún peso en la historia de nuestro país, y más allá de él, recordemos que: Hubo un tiempo que no fue hermoso, donde desaparecieron y asesinaron a muchos poetas, escritores en general. ¿Por qué lo han hecho si este trabajo “no sirve para nada”, si es pura gratuidad, como bien sabemos: lecturas, muestras, videos, sin cobrar jamás un dinero exceptuando alguna que otra gestión cultural? ¿Por qué aquellas y aquellos murieron entonces? ¿Será porque este lenguaje es un sedimento donde se apoya gran parte de nuestra cultura, nuestra historia? ¿Será porque el poema puede desmitificar falsos sentidos de la vida? ¿Será porque la literatura siempre será la huella más genuina de nuestro paso por la tierra, y por la tierra que nos tocó o pudimos elegir habitar y ser pueblo con los otrxs?
El texto de Adriana Borga, provocó lágrimas entre escritorxs que llevan años de oficio y han visto a sus pares desamparadxs, en la pobreza o en la ruina económica. Ante la indiferencia de un sistema que no reconoce de hecho su valor. Y también alertó a lxs más jóvenes sobre la importancia de crear una Asociación Civil que les represente y pueda defenderles.
Sin ir más lejos, encontrar en la ciudad de Rosario libros de autores locales es una odisea. “Sumando fuerza colectiva, como sector, podríamos plantear entre otros temas que se jerarquice la presencia y la difusión de nuestras obras ya que muchas veces es complicado acceder a ellas en algunas librerías”, expresó Alicia Salinas, poeta, escritora, periodista y docente. Cofundadora de La Palabra Colectiva. Todes asintieron ante sus palabras. No solo es dificultoso encontrar el tiempo para escribir, teniendo que realizar otras tareas para sustentarse económicamente. También lo es publicar. Y luego de hacerlo, lograr que esos textos circulen como pequeñas llamas en los cuerpos voraces de sus lectores. Darles la espalda o abrir los brazos. De eso se trata ahora.
¿Es posible pensar en una ordenanza que exija a las librerías existentes en Rosario, exhibir los textos de lxs autores que la habitan? ¿Cómo es que nadie lo pensó antes?
Las leyes
Si invisibles han sido les autores ante gestores culturales y autoridades que dicen en sus discursos amar los libros, La Palabra Colectiva llegó para decirles que sin autores no hay literatura posible. Que la injusticia repetida tiene un límite: el de la conciencia propia.
Las integrantes expusieron una investigación exhaustiva de posibles soluciones. Existe actualmente un proyecto de ley en el Congreso Nacional (el expediente 4308-D-2020) presentado por la diputada Romina Plá, que establece una asignación mensual personal, intransferible y vitalicia, equivalente a tres veces el haber mínimo jubilatorio nacional y servicio de salud. ¿Para quiénes? Cónyuges y convivientes de escritorxs que residan como mínimo quince años en el país y hayan publicado 5 libros propios o 10 en coautoría. La iniciativa espera su tratamiento ante el desconocimiento de la mayoría. Poner allí la lupa, hacer visible el proyecto se transformó en una premisa que invita a todxs lxs escritores del país a sumarse.
“Lo que siempre supimos es que la gratuidad en la poesía no le hacía bien ni a la poesía ni a los poetas. Entonces, ¿trabajamos cuando hacemos todo esto? ¿Qué son los derechos culturales? Necesitamos reunirnos y pensar juntxs”, propuso una vez más Adriana Borga. Ganadora del Premio Nacional de Poesía Paestum (Italia), autora de dos libros e integrante de numerosas antologías poéticas.
No se trata de una utopía sino de hechos concretos y tangibles que ya funcionan en otras provincias como Córdoba, Entre Ríos y La Pampa. En la primera existe una Ley de Reconocimiento Artístico que consiste en una gratificación mensual que triplica el haber jubilatorio mínimo a los mayores de 65 años con cinco libros publicados.
También en la provincia de Santa Fe hay una propuesta vigente presentada por el legislador Rubén Giustiniani para otorgar una pensión honorífica a quienes hayan ganado el primer premio en cualquiera de las ramas del arte organizado por el Ministerio de Cultura de la Provincia. El proyecto espera su tratamiento en la comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados. ¿Serán lxs legisladores que se jactan de su amor por los libros capaces de darles un sustento digno a quienes los escriben?
Durante el encuentro aparecieron palabras del pensador Avishai Margalit como faros en una oscuridad que lleva siglos, para denunciar que “una sociedad será indecente en la medida que no permita que haya actividades significativas”, pero lo será igualmente si teniéndolas no son remuneradas ni reconocidas a través del tiempo de su ejercicio.
Por último como el golpe seco de un gong que pretende despertar lo aletargado y ganar lo que durante tantos años se ha dado por perdido, Borga puso palabras propias a la lucha colectiva:
Seguimos escribiendo sabiendo que esta profesión conlleva grandes desventajas (…). Los poetas, no tienen protectores. (…) Pero sí la clara convicción de que somos personas que trabajamos para que la sociedad pueda seguir nombrando, recordando, pronunciando o aunque sea balbuceando, aquello que es o nos fue indecible.
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