El lugar céntrico tiene una gran convocatoria de clientela y sus paredes y ventanal encierran un misterioso comercio: el de las esencias. Entre botellitas de boticario, pulverizadores y bidones las fragancias se mezclan, las esencias se respetan y conviven en un legendario inmueble que hace 50 años, era una vieja imprenta de la ciudad. J. Alberto Rodríguez SRL, de Rioja 1469, es el único nombre que identifica el comercio que esconde la emotiva historia de su creador. Mayorista en sus inicios y provisto de sustancias desde Alemania, abrió la venta minorista tras la debacle de 2001.
“Nunca le gustó su primer nombre, así que es sólo «Jota»; si lo nombrás, seguro que se baja del cielo y te reta”, fue la advertencia al preguntar sobre el nombre de pila de Don Rodríguez. Y así será.
Alicia, su hija, es la que tomó las riendas de la empresa familiar, junto a su cuñada. Y con mucho orgullo y humildad relató cómo la historia de las fragancias fue creciendo gracias al esfuerzo de su padre.
Los comienzos
Don Rodríguez había quedado huérfano muy joven y comenzó a trabajar con su hermano como cadete para una droguería. Su sueño había sido estudiar medicina, pero la familia no contaba con los recursos y tuvo que conformarse con el trabajo que tenía.
“Estaban muy justos de dinero, tal es así que venían desde su casa al centro en un carro y con esos 20 centavos que se ahorraban en el transporte se compraban dos bizcochos para todo el día”, relató Alicia.
Con el tiempo Rodríguez fue visitador médico y más tarde, al contactarse con empresarios alemanes que fabricaban esencias, comenzó a ser receptor de esta mercadería.
“El comercio se inició en casa, recién hace 50 años se pudo llegar a este local. Recuerdo que mi madre lo ayudaba mucho, era como su secretaria, y juntos llevaron adelante el emprendimiento. Hoy en día muchos que lo han conocido nos visitan y felicitan por la calidad de persona que fue mi padre. Era capaz de dejarlo todo para ayudar a alguien, siempre muy humilde y trabajador”, relató su hija.
Con el tiempo las esencias se vendieron a las empresas locales La Virginia y a la internacional Arcor, hasta qua cada una consiguió sus propios proveedores. Hoy provee de esencias de todo tipo a fábricas de helado, frigoríficos, fábricas de galletitas, licores y comercios de repostería.
Una crisis que disparó más trabajo
Hasta 2001 la empresa se dedicó a la venta mayorista, pero luego de la debacle económica que hizo historia en el país, empezó a vender minorista para paliar la situación. Fue en ese instante que desde Alemania les ofrecieron vender réplicas de los perfumes más reconocidos del mundo, y así se acercaron a una clientela nueva.
“Estos envases tienen un producto echo en Buenos Aires con concentración de perfume, no es agua de toilet, por ende duran mucho más en el cuerpo. El sacar estos productos a la venta nos ayudó a salir a flote de la crisis nacional, y además vimos cómo muchos tuvieron con la venta de imitaciones una salida laboral. De hecho, las cajitas que hoy usamos para acompañar cada perfume nos las vendieron unos artesanos de la ciudad. Sé que fue duro pasar por eso, para todos lo fue, pero de alguna manera ayudó a que aflore otro costado que tiene que ver con la solidaridad y la cooperación entre los unos y los otros, algo que siempre tuvo presente mi padre”, dijo emocionada.