Un médico octogenario será el primero en España en sentarse en el banquillo de los acusados por un caso de bebés robados, un tráfico que habría afectado a miles de familias durante la dictadura franquista (1939-1975).
Los niños eran declarados como fallecidos al nacer y poco después eran confiados a familias de adopción, sin que supieran nada sus padres biológicos.
En este caso, que comienza este martes, se juzga al doctor Eduardo Vela, de 85 años, que trabajaba en la clínica San Ramón de Madrid. Este médico “regaló” una niña a Inés Pérez en junio de 1969, quien la inscribió como su hija biológica en el acta de nacimiento, según el auto judicial consultado por la AFP.
La niña en cuestión, Inés Madrigal, ahora de 49 años, ha logrado llevar al doctor Vela ante los tribunales. Cuenta a la AFP que con 18 años se enteró de que era adoptada, en una conversación con su madre.
Más tarde, en 2010, leyendo en la prensa un artículo sobre los “bebés robados” del franquismo, descubrió que la clínica donde nació, cerrada en 1982, era uno de los centros del tráfico de niños en los años 1960 y 1970.
Dicho tráfico, iniciado tras la Guerra Civil (1936-1939), habría afectado a miles de niños, según las asociaciones que militan por que se haga toda la luz sobre estos casos.
“Fue como un… ¡madre mía, no me digas que me va a tocar a mí!”, cuenta esta empleada de ferrocarriles, instalada en Murcia.
Finalmente descubrió que su acta de nacimiento, que llevaba la firma del doctor Vela, estaba falsificada. “Fue un bofetón tan grande…”, recuerda todavía.
Un juicio histórico
Vela es el primer sospechoso de robo de bebés en España en sentarse en el banquillo de los acusados. Los cargos que pesan sobre él son detención ilegal, falsedad en documento público, suposición de parto y adopción ilegal.
Según la madre adoptiva de Inés Madrigal, ya fallecida, el doctor Vela le pidió simular un embarazo y, después del nacimiento, consultarle sólo a él si la niña se ponía enferma, para que nadie más estuviera al tanto de su caso.
Según las asociaciones, al menos 2.000 denuncias de hechos similares han sido presentadas ante los juzgados, sin que ninguna llegara hasta el final.
Los dosieres quedan archivados, ya que los tribunales estiman insuficientes las pruebas, o bien los hechos han prescrito, explica Soledad Luque, presidenta de la asociación “Todos los niños robados son también mis niños”.
Esta profesora de fonética está buscando a su hermano gemelo, desaparecido en 1969 en una maternidad de Madrid en extrañas circunstancias. Como en muchos otros casos, los médicos dijeron a sus padres que el niño estaba muerto, pero sin aportar pruebas, explica.
Una práctica de muchos años
Estos robos de niños habrían comenzado con la dictadura de Franco. El objetivo era castigar a los partidarios de la II República (1931-1936) liquidada por el general golpista, acusados de transmitir “el gen rojo” del marxismo, añade Duque.
El fenómeno habría afectado luego a niños nacidos fuera del matrimonio, o en familias pobres o bien muy numerosas. Fueron adoptados clandestinamente por parejas estériles o cercanas al régimen.
Dicho trafico perduró puntualmente tras la muerte del dictador en 1975, explica Duque. Se mantuvo, señala ella, por razones económicas y al menos hasta 1987, cuando se adoptó una nueva ley que en su preámbulo fustigaba “el odioso tráfico de niños, denunciado en los medios de comunicación”.
“Si él (el doctor Vela) se presenta y realmente declara y cuenta todo lo que tiene que contar, puede abrir la puerta a otros casos, a otros juicios”, confía ella.
Esta misma motivación llevó a Inés Madrigal a ir adelante, “para que no solamente me sirviera a mí, sino que sirviera a muchas más personas que vienen detrás”, cuenta.
“Ése sería mi mayor logro”, añade Madrigal, resignada a no saber nunca quién fue su madre biológica.
“Yo voy a seguir sin que Eduardo Vela me diga por qué me falsificó aquello y que me cuente la historia y que me diga en qué circunstancias me separó de los brazos de mi madre biológica”.