Cada diez años, en el contexto de la Convención de Diversidad Biológica (CBD, por sus siglas en inglés), los 196 países que son parte del Marco Global para la Biodiversidad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acuerdan una estrategia para enfrentar las múltiples crisis socioambientales relacionadas con la pérdida de la biodiversidad y el deterioro de la naturaleza.
Es así que se aprobó con participación de especialistas del Conicet, Sandra Díaz, Gabriela Lichtenstein y Christopher Anderson, el nuevo “Marco Global de Biodiversidad (MGB) Kunming-Montreal” para 2030, el cual reemplaza las “Metas de Aichi” que tuvieron vigencia entre 2010 y 2020.
Un acuerdo final con cuatro objetivos y veintitrés metas
El acuerdo final tiene 4 objetivos y 23 metas, relacionados con a) mantener y restaurar la biodiversidad de especies y poblaciones y los ecosistemas, así como la resiliencia y conectividad de estos últimos, para el año 2050, b) asegurar las contribuciones de la naturaleza para la gente en forma sostenible, c) compartir de manera justa y equitativa los beneficios de la naturaleza y d) obtener los recursos financieros y otro apoyo necesario para la implementación del acuerdo.
A lo largo de las negociaciones previas al acuerdo y durante la misma COP15, distintas investigadoras e investigadores del Conicet hicieron sus aportes para promover la vinculación de la ciencia y las políticas públicas.
Sandra Díaz es investigadora del Conicet en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal: en 2019, se publicó la Evaluación Global de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos por parte de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos que sirvió como una de las piezas clave para el nuevo Marco Global del CBD.
Dice la investigadora: “Considero que es un gran logro tener este Nuevo MGB, para el cual trabajaron muchísimas personas durante varios años. Es un complejo mosaico de metas muy bien planteadas, precisas, cuantificables, y otras que son aspiraciones vagas, que suenan bien pero serán muy difíciles de monitorear en la práctica, porque no son realistas. Por ejemplo, «reducir por diez la tasa de extinción de especies para 2050» es muy ambicioso, pero es bien concreto y monitoreable. En cambio «alentar y habilitar a que las grandes empresas privadas reduzcan su huellas sobre la biodiversidad» no lo es”.
Algunas metas resultaron difusas o «lavadas» en relación a su versión original
Gabriela Lichtenstein es investigadora del Conicet en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano y fue autora principal del informe de IPBES sobre el Uso Sostenible de la Vida Silvestre, y participó de la COP15, así como de las reuniones previas del Grupo Oficioso sobre el Marco Global para la Biodiversidad.
De acuerdo a Lichtenstein, el Marco Global resultante de la COP15 “es un claro compromiso fruto de negociaciones multilaterales. Como resultado, algunas metas resultaron difusas o «lavadas» en relación a su versión original, y el documento no resultó tan ambicioso como muchas instituciones hubieran esperado.
Sin embargo, es un gran logro colectivo, y cabe destacar, entre otros, los objetivos de acción para la conservación de especies, y la meta de proteger al menos 30% de las áreas terrestres, de aguas continentales, costeras y marinas en la cual se reconocen y respetan los derechos de las comunidades indígenas y locales.
El sistema científico nacional está jugando un rol protagónico en varios procesos mundiales de vinculación ciencia-política sobre la biodiversidad y la naturaleza
Christopher Anderson, investigador del Conicet en el Centro Austral de Investigaciones Científicas: Como experto argentino ante IPBES desde el año 2015, Anderson ha sido coordinador del capítulo en la Evaluación Regional de la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos para las Américas y el informe sobre Los Múltiples Valores y Valoraciones de la Naturaleza. Según su experiencia, tanto en IPBES como en la COP15, resalta: “Me llama mucho la atención el hecho de que no es solamente un investigador argentino participando en estos espacios, sino nuestro sistema científico nacional está jugando un rol protagónico en varios procesos mundiales de vinculación ciencia-política sobre la biodiversidad y la naturaleza. Es muy notable que «desde el fin del mundo» estamos aportando los insumos de conocimiento y liderando múltiples grupos de trabajo para tomar mejores decisiones no solo sobre la conservación sino la relación de la naturaleza con el bienestar humano”.
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