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Esperando la última ola

“Siglo XX, rumbo al XXI”, recitaba la transición hacia una dimensión desconocida Manu Chao en su disco debut como solista, Clandestino. Era octubre de 1998 y el aroma a fin de ciclo estaba en el aire.

Por allá los altermundistas profundizaban sus acciones callejeras contra la globalización capitalista, la grande Babylon, que paseaba por cumbres de toda laya su jactancia de vencedor ante la llegada del nuevo milenio. Por acá, con algunos gremios y movimientos territoriales movilizados, se iniciaba el declive del neoconservadurismo.

En Rosario debutaba un diario, El Ciudadano & la región, que llegaba a los quioscos y se proponía, también, convertirse en una alternativa, en la delgada línea que va de la contracultura a la cultura de masas.

Términos que hoy huelen a naftalina pero que, resignificados en un medio que desde hace casi cuatro años está en manos de sus trabajadores, todavía pueden decir algunas cosas. Incluso inmersos en un mar de pandemia y fake news: “Mentira la mentira, mentira la verdad”.

La misma canción cada vez con tonada diferente

En mayo de 2000 Manu Chao llegó a Rosario a presentar Clandestino. Los trabajadores de El Ciudadano… subíamos entonces al escenario para difundir ante los miles de asistentes que el diario había sido cerrado por decisión empresarial, y para pedir el apoyo a nuestro reclamo de reapertura, que se daba con movilizaciones constantes en las calles, con el apoyo de gran parte de la sociedad y con nuestros colegas nucleados tras la bandera del Sindicato de Prensa.

Tal vez allí, con la proletarización del “periodista”, cuando por la fuerza del contexto el “periodista” terminó por asumirse como un trabajador hecho y derecho, haya nacido una mística que por estos días cumple 22 años y se propone, con empecinamiento, no sólo sostener seis decenas de puestos de trabajo, sino cantar la misma canción, una y otra vez.

Pero cada vez con una tonada diferente, cada vez con la herramienta que la época disponga, siempre desde la misma perspectiva. Hoy: nuestro diario papel, de lunes a lunes; nuestra página web, también; las redes sociales, cada vez más medios en sí mismas; el formato audiovisual, y siguen las firmas. Son los canales por donde expresamos nuestra identidad.

La voz para completar o para contrarrestar la historia oficial

Mucha agua cruzó bajo el puente desde el inicio del “siglo por delante”, tal como rezaba el eslogan de El Ciudadano… en su lanzamiento. A fines de 2016, después de idas y venidas, y de luchas sindicales por la supervivencia, el diario se transformó en una cooperativa, La Cigarra.

Así, tomamos el control de la tapa (que hoy ya no es sólo la de papel porque viaja por las redes y se resemantiza), esa que cada día refleja el resumen de lo que hemos hecho y en la que sentamos posición.

Y fue completar un ciclo, ya que la línea editorial de las notas, poco más, poco menos, estuvo siempre en manos de nosotros, los trabajadores, ante las ausencias empresariales.

Los ejes fueron la canción de siempre, o sea dar voz a la calle para completar, muchas veces para contrarrestar, la historia oficial: el género y la ampliación de derechos, las crónicas del crimen y los derechos humanos, los dos grandes clubes locales y el torneo de AFA pero también el fútbol femenino, los temas gremiales y de asociativismo, la ciencia y el medio ambiente.

Con la Política, con mayúsculas, atravesándolo todo. Y con una tapa en especial como emblema de esta etapa prepandemia: “Clandestino”, cuando en 2018 el Senado optó por dejar que el aborto se siga haciendo, aun dos décadas entrado el siglo, fuera de los hospitales, con el riesgo de muerte que así conlleva.

Integrados bajo un mismo cielo

En el segundo semestre del año pasado, mientras Manu Chao reeditaba Clandestino con tres nuevas canciones, nosotros trazábamos nuestra estrategia para este 2020, incluso cuando sabíamos que, elecciones de por medio, había elementos del futuro cuyo destino no estaba a nuestro alcance modificar, salvo expresar con fuerza el rechazo a las políticas que dejan fuera de juego a las grandes mayorías y que suelen, a la vez, ensañarse con las minorías.

La pandemia, como a todos en forma individual, nos cambió la vida: era impensado que nuestra redacción pudiese funcionar sin tenernos a todos bajo el mismo techo, pero por fuerza del contexto debimos, y debemos, hacerlo.

Debimos frenar también muchos de nuestros proyectos, e ingeniarnos para llegar a fin de mes, pero pudimos llevar adelante, por ejemplo, nuestra iniciativa de membresía, que se llama Ciudadanía.

Un nombre que define a nuestra comunidad, la que incluye a nuestros lectores (hoy también usuarios, según la terminología de época) y que, para seguir con Manu Chao, nos integra bajo un mismo cielo.

Al fin y al cabo, todos nosotros, fronterizos y migrantes eternos que hacemos honor a nuestro destino de correr… esperando la última ola.

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