La presidenta brasileña Dilma Rousseff suspendió ayer en forma oficial el viaje que tenía programado para el próximo 23 de octubre a Estados Unidos, insatisfecha con las explicaciones dadas hasta ahora por la Casa Blanca sobre el espionaje a sus comunicaciones, las de sus asesores y a la estatal petrolera Petrobras.
“Teniendo en cuenta la proximidad de la programada visita de Estado a Washington –y en ausencia de una investigación de lo ocurrido, con las correspondientes explicaciones y compromiso de cesar la interceptación– no están dadas las condiciones para la realización de la visita”, señaló una nota de la presidencia de Brasil.
El comunicado agrega que, “de esa forma, los dos presidentes (en una comunicación telefónica) decidieron postergar la visita de Estado, pues sus resultados no deben quedar condicionados a un tema cuya solución satisfactoria para Brasil aún no fue alcanzada”.
Los documentos filtrados por el ex consultor de inteligencia estadounidense Edward Snowden y publicados en las últimas semanas por el diario O Globo y la TV Globo indican que la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) espió las comunicaciones de Rousseff y de varios de sus asesores, y también a la petrolera estatal Petrobras, que tiene en sus manos los gigantes yacimientos descubiertos en aguas brasileñas.
La visita de Estado de Rousseff a Washington auguraba “una nueva era en las relaciones” entre Brasil y Estados Unidos, según había afirmado el vicepresidente estadounidense Joe Biden en una reciente visita al gigante sudamericano. Iba a ser la primera visita de Estado ofrecida por Obama a un mandatario extranjero este año, una deferencia reservada a los socios estratégicos de Washington.
“Estamos ante el peor momento de las relaciones bilaterales entre Brasil y Estados Unidos en tres décadas”, evaluó Alberto Pfeiffer, especialista del Grupo de Análisis y Coyuntura Internacional (Gacint) de la Universidad de San Pablo. Esa reaproximación ahora en parte frustrada era considerada clave por sectores económicos brasileños, en un momento de desvalorización del real –que torna las exportaciones brasileñas más competitivas–, y de creciente déficit comercial con EE.UU.
En 2010, China desplazó a EE.UU. como principal socio comercial de Brasil, aunque Estados Unidos sigue siendo el principal inversor en el país sudamericano.
El intercambio comercial con Estados Unidos fue récord en 2011 y 2012, con casi 60.000 millones de dólares, pero con un déficit para Brasil que este año ya alcanza 7.700 millones de dólares.
Las denuncias del espionaje ya han impactado la negociación para la compra de aviones caza que están paralizadas, y una eventual rápida decisión en favor de la estadounidense Boeing, informó una fuente de gobierno a la AFP.