En los años 90, el dramaturgo y director teatral porteño Daniel Veronese supo que un nuevo tipo de violencia se estaba gestando, una vez atravesada la atrocidad de la última dictadura cívico-militar y cuando se condensaban en el campo social sus temerarias secuelas. Y fue, precisamente, ese “nuevo tipo de violencia en el aire” el que impregnó gran parte de su obra dramática publicada por aquellos años. Entre esos textos se destaca La terrible opresión de los gestos magnánimos, que indaga en un estado de violencia que se gesta en el contexto de una familia integrada por un padre y su hija, cuando ingresa al conflicto la nueva mujer del padre “en reemplazo” de la madre muerta. Bajo la dirección de George De Bernardis y con las actuaciones de Julio Cejas, Andrea López Mediza y Patricia Pareja, la obra desembarcará esta noche, a las 21, en el Cultural de Abajo (San Lorenzo y Entre Ríos), donde permanecerá en cartel durante agosto y septiembre.
“Más allá de algunos pequeños giros en el uso de ciertas palabras, el texto está casi intacto; respetamos mucho el material. Y es una obra que Veronese da a conocer a mediados de los años 90. De hecho, su gran producción dramatúrgica es posterior a la dictadura, una época que le tocó vivir con mucha intensidad, es decir todo lo que representó la represión tanto explícita como implícitamente que generó la dictadura. Esas marcas fueron, por un lado, el gran autoritarismo y la censura impuesta de parte de los militares y, por otro, la autocensura que se vivió en las familias, en las escuelas, en todos los ámbitos públicos; todo eso instalado a partir de un miedo radicalizado que entre todos buscábamos disimular de una manera amable para no demostrar que éramos concientes del horror que se vivía, algo que con el correr de los años se transformó en un modo de sobrevivencia”, adelantó el director sobre el contexto de la obra, quien además tiene en su haber un montaje anterior sobre Formas de hablar de las madres de los mineros mientras esperan que sus hijos salgan a la superficie, del mismo autor.
En la trama, tres personajes deambulan en una casa, encerrados en sus propios discursos, y en tono jocoso se enredan en palabras que derivan en equivocaciones, malos entendidos que exponen un mundo equívoco y por momentos ridículo y absurdo. Por otro lado, flota el peligro inminente del “afuera” de la casa, donde, cercano, hay un polígono de tiro, y los disparos pueden traer consecuencias nefastas para las vidas de estos personajes.
“Más allá de que pareciera que hay temas sobre los cuales uno no se puede reír, en la obra, en la que hoy podemos descubrir, también se trata la problemática del femicidio, un tema que está muy presente en el imaginario colectivo actual; yo hago una lectura sobre los diálogos o ciertas situaciones que parecieran no tener una continuidad, que son descabellados, que van cambiando y girando; en realidad, los personajes buscan los «gestos» necesarios como para poder expresar sus sentimientos, pero esos sentimientos que por momentos logran plasmar, en algunos pasajes, se vuelven terribles. El ejemplo más gráfico sería aquél que pretende enseñarle a un niño a no cruzar la calle solo, y para que lo entienda le da un golpe en la cabeza. En este caso, esos gestos que se pretende enseñar tienen momentos de humor, otros ridículos, otros irónicos y otros, haciendo alusión al título, de una tremenda opresión, donde se hace carne lo inquietante y lo violento hasta un punto que desconcierta”, agregó De Bernardis.
El actor y director, ex integrante del Grupo de la Acción que creara el recordado Norberto Campos, reveló además que en la obra también se ponen en jaque problemáticas como el machismo en forma encubierta y las distintas formas de manipulación verbal y física que habitan a puertas cerradas, en el contexto de una especie de comedia dramática. “Es un tema que, en su momento, no aparecía de forma tan radical. Hoy, veinte años después, la mujer expresa su rechazo frente la problemática; parecía que en la sociedad se había instalado un lugar que los hombres no queríamos perder. Es ese control que el hombre buscó ejercer sobre las mujeres; es una especie de estado de control sobre la vestimenta, la forma de hablar, de moverse. En la obra, y es algo que quizás antes no pasaba, hoy se revelan con rispidez o incomodidad ciertas formas o modos que este hombre intenta instalar en el vínculo con las mujeres. Más allá del humor que aparece como fuga, es algo pesado e incómodo a lo que deberán enfrentarse los espectadores”, expresó finalmente el director acerca de la obra que cuenta con auspicio de Puerto del Arte y de la Secretaría de Extensión Universitaria de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR.