Hace 35 años, el 12 de febrero de 1984, moría en París uno de los grandes escritores argentinos de todos los tiempos. Mejor cuentita que novelista o poeta, Julio Cortázar se despedía del mundo de los vivos acorazado por innumerables lectores de todo el mundo, revolucionarios internacionales y músicos de jazz que habían idolatrado «El perseguidor». Dueño de una imaginación portentosa, el género fantástico fue el que mejor contuvo el estilo preciso y sorpresivo de sus cuentos maravillosos. Los que contienen Bestiario (1951), Final del juego (1956), Todos los fuegos el fuego (1966), Alguien que anda por allí (1977) entre los más reconocidos, leídos y donde se encuentran relatos fabulosos como La noche boca arriba, Continuidad de los parques, los mencionados Casa tomada, El otro cielo y El perseguidor, La autopista del sur, Final del juego. También, claro, Cortázar escribió una novela que atraviesa el tiempo y es hoy un clásico de la literatura universal: la lúdica, histriónica y portentosa Rayuela, donde la Maga, una de sus protagonistas, inventa un idioma propio. Como bien puede decirse del propio autor –alguien que influenciaría a vastas generaciones de escritores–, a quien es posible reconocer su estilo en apenas una frase y que cualquier parecido alcanza ahora el estatus de “cortazariano”.