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Estancia Santa Rosa: emerge abandonada en medio del monte, lejos del esplendor y cerca de las balas

Para llegar hay que atravesar a pie un campo de profusa vegetación. Fue una de las numerosas propiedades de Atilio Gibertoni, dueño de lo que fue Harrod's en Argentina. Hace cinco años hubo un intento de ambicioso renacimiento, que no prosperó. Hoy es polígono de tiro de la policía

Llegar no es muy simple, pero la curiosidad que despierta lo que se conoce de su historia y los hechos que la rodean hace que muchos se tienten y encaren la travesía a pie por un campo para conocerla: es la estancia Santa Rosa, en Roldán. El casco incluye una casa grande, otras cuatro alrededor y dos galpones. La construcción principal se impone en medio de la nada. Se adivina, pese al prolongado abandono y deterioro, que hubo un momento de esplendor. Y poco a poco salen a la luz las anécdotas que, por ejemplo, aclaran parte de su estado actual, casi en ruinas y con numerosas marcas de disparos.

Para mantener el misterio hay muchos que se oponen a dar la ubicación exacta del lugar.

Alejandro Ghelfi tiene 36 años y administra la página de Facebook Rosario Paranormal. Allí, hace un tiempo, publicó sobre la estancia Santa Rosa. Explicó que le llegaron unas fotos, que pertenecen a Jesica Contreras Galarza, y comenzó a estudiar el pasado de la casa para un posteo que tuvo gran repercusión.

 

“Yo no la conozco, pero tenía fotos que me envió un seguidor (de la red social), me contó la historia y de la leyenda y así fue que empecé a buscar información”, explicó el joven a El Ciudadano.

Rosario Paranormal nació en 2018, y además de estar en Facebook se pueden encontrar sus posteos en Instagram y en YouTube. “Me gustan los temas paranormales, de misterios, veía historias de México, de España, de Buenos Aires, y quería conocer las de acá, así surgió la idea”, recordó. Hoy, con la resonancia de las primeras publicaciones, cuenta con la ayuda de los seguidores que sumó y aportan nuevas historias y detalles. Hasta se creó un grupo de WhatsApp en el que se comparten relatos.

La mención de la estancia llamó la atención de muchos. Ronit Korin lo vio, estaba en Roldán y lo que leyó lo decidió a ir hasta el lugar junto a su familia. “Vi el Instagram de Rosario Paranormal un jueves y el sábado siguiente fuimos. Dicen que se puede ir de noche, pero hay muchos yuyos para acceder a la casa y muchos bichos. No es super peligroso, pero es un descampado y además te estás metiendo en un lugar que no es de acceso público”, recordó.

“Fuimos en auto, lo dejamos sobre una tranquera y luego recorrimos a pie aproximadamente dos kilómetros de campo y monte. Hacerlo de día está bien, de noche yo no lo haría”, repitió y destacó el momento en el que ella y su familia vieron emerger del monte la torre de la casa. “Son varias casas, en la del centro vimos una jaula del tamaño de una persona”, destacó. “Vimos todo desde arriba, porque, por ejemplo, no fuimos al sótano. Es que se te viene el techo abajo, no estoy exagerando, está todo muy deteriorado. Hay muchas balas por todos lados».

Hubo varios visitantes antes que Ronit. «Cuando entrás, ves lo que un pelotudo escribió: «Si estás aquí tu alma pertenece a Lucifer». Lo leí y me reí. No sentí ninguna presencia. Sí es raro el sitio, y toda una experiencia recorrerlo”, puso los sentimientos en contexto.

Ronit y su familia entraron al edificio principal por una ventana. La puerta, el ingreso más lógico, está cerrada con un alambre.

Jesica Contreras Galarza fue la que detonó la curiosidad. Sacó en 2018 las fotos que luego aparecieron en la página de Facebook. “Fue una visita que hicimos en conjunto con unos amigos con los que practicamos Urbex (exploración urbana de lugares generalmente en ruinas o fuera de los cascos céntricos, como cementerios, escuelas rurales o casas abandonadas). La casa estaba bastante deteriorada y con casquillos ya que se utiliza como práctica y entrenamiento táctico”, explicó.

La decadencia tiene su gracia. “El lugar es bellísimo, te recibe el casco de la estancia con su nombre en mosaicos, tiene un mirador en el segundo piso al que se accede por una escalerita, tiene un serpentario, que se suele confundir con celdas, y una suerte de sótano que por lo que se ve se utilizaba para almacenar alimentos. Hay caballerizas, sectores con autos abandonados, entre ellos un tractor. La historia del lugar no la conozco muy bien, pero está lejos de lo paranormal para mí. Nosotros, que solemos hacer urbex, tenemos la capacidad de sentir diferentes sensaciones, y esa estancia no tiene ninguna emparentada con sensaciones desagradables o de miedo”.

Bueno lejos de ser un espacio fantasmagórico si está lleno de leyendas: esas celdas, que para algunos son serpentarios, para otros dicen que son jaulas que se utilizaban para torturar ciudadanos en la época de la dictadura cívica militar. También se escucha en el imaginario que la casa pertenecía a Perón, pero nada se puede corroborar empíricamente.

La tienda Harrod’s, el recuerdo de la niñez de una mujer

Maria Elena Meloni cuenta que entre 1970 y 1983 su padre fue empleado de la firma Timbó, cuyo titular es Atilio Gibertoni. El empresario, ya septuagenario y esquivo a la exposición mediática, nació en Italia pero arrastra muchos años de actividad en la Argentina. Incursionó en la actividad agropecuaria, pero aunque su rostro permanece en las sombras es conocido por haber sido dueño de la tienda inglesa Harrod’s, cuya única sucursal en la Argentina estuvo en un imponente edificio de ocho plantas y más de 47 mil metros cuadrados de superficie cubierta en la ciudad de Buenos Aires.

“La función de mi padre era recorrer las 32 estancias de la compañía, controlaba a los encargados de cada una”, explicó la mujer. Santa Rosa era bellísima, me acuerdo que en unas vacaciones de invierno mi papá mandó a reparar la fuente que estaba en el medio del parque. Tenía pisos de madera, que de noche crujían. Mi padre estaba por periodos cortos. Yo iba de visita porque mis padres estaban separados. Entonces, pasaba allí unos días en las vacaciones de invierno o de verano, y algún fin de semana”.

María recuerda que en el casco no vivía nadie. Lo ocupaba su padre o algún directivo cuando se quedaban en el lugar. “Tenían un aras de pura sangre y traían a los caballos a Buenos Aires para correr en el hipódromo”, contó.

María se excusa por no retener tantos detalles como, asegura, conocía su padre, ya fallecido. Sin embargo, le quedan imágenes fuertes: “Tenía una escalera de película y unos vitraux hermosos”.

“Recuerdo haber visto el nacimiento de un potrillo. Mi papá me despertó para que lo presenciara, era muy temprano”, relató con añoranza. Ahora se pregunta dónde habrán quedado los muebles que conoció impecables pese a su antigüedad , lo mismo que la vajilla y los adornos que quedaron en su memoria.

Una esperanza de resurrección que no fue

Varios portales de noticias regionales publicaron, en 2016, sobre un ambicioso proyecto con eje en la estancia: crear allí, en un predio que se anunciaba como de 7.469 hectáreas, un Country Club.

El desarrollo en cuestión preveía destinar unas 510 hectáreas para un Club House Principal, con el edificio construido en el 1900 reacondicionado para dar cabida a un restaurante, un bar, salón de Bridge, sala de juegos, de video, sauna, guardería de niños, estacionamiento, pileta de natación de 20 metros por 50 y solarium. El diseño agregaba un área deportiva con una cancha de fútbol, dos de hockey, otro par de tenis de polvo de ladrillo y diez de paddle.

A lo anterior se sumaban cuatro canchas de polo, una caballeriza y una pista de equitación, más una cancha de golf de 18 hoyos con Club House. Y cuatro bloques con un total de 48 departamentos de 2 ambientes con servicio de mucamas.

El italiano Gibertorni y la tienda Harrod’s

Sobre el propietario de la estancia Santa Rosa se conoce que fue dueño de la tienda Harrod’s en Buenos Aires, la primera y única franquicia sudamericana de la casa creada por el londinense Henry Charles Harrod.

La fachada sobre la porteña calle Florida, señalada como Patrimonio de la ciudad, fue inaugurada en marzo de 1914. En 1922, la tienda se fusionó con otra porteña, fundada en 1883 por el inglés Adolfo Gath y el santiagueño Lorenzo Chaves. En 1970, ambas tiendas fueron adquiridas por Almacenes Argentinos, subsidiaria de la financiera Anglo del Rio de la Plata, de capitales italianos.

El flujo comercial de Harrods se deterioró desde los años de la hiperinflación y no volvió a recuperarse. En 1977, los grupos Perez Companc y Tornquist compraron el paquete accionario de Almacenes Argentinos. En esos años comenzó la meteórica carrera de Atilio Gilbertoni, quien tenía a su cargo la dirección comercial y quien en pocos años, pasó de empleado a dueño del 51% de las acciones de Harrod’s.

En 1983, el multimillonario egipcio Mohamed Al Fayed pagó 350 millones de dólares por la casa matriz de Harrod’s y quiso recuperar la licencia sudamericana: se dice que le llegó a ofrecer a Gibertoni 10 millones de dólares, sin éxito. Entonces, llevó el tema ante los tribunales de Londres, que en mayo de 1998 fallaron definitivamente a favor de Gibertoni.

Entre 1993 y los primeros meses de 1999, no menos de cinco inversores se interesaron en comprar la tienda: la chilena Falabella, la española El Corte Inglés, la francesa Printemps y dos cadenas hoteleras. Los promotores fueron dos altos funcionarios, Orlando Ferreres (ex viceministro de Economía, en 1993) y Manuel Solanet (ex secretario de Hacienda durante 1998). Gibertoni les pidió que consiguieran inversores: entre operadores inmobiliarios y hoteleros, bancos de inversión y empresarios de comercio, hubo ofertas de hasta 50 millones de dólares. Pero todos los intentos naufragaron porque el ítalo argentino no quería resignar su control accionario sobre la tienda.

Pero, además del interés comprador, había deudas. A mediados de junio de 1999, el juez en lo civil Luis Gaibroyz dio lugar a los reclamos de los acreedores: ex empleados, el ente residual de Obras Sanitarias, la auditoría Arthur Andersen y el Banco de Santa Fe. El magistrado designó a las inmobiliarias Vinelli y Llauro para que concreten el remate. Harrod’s, la última gran tienda de Buenos Aires que todavía conserva su formato original, sería finalmente vendida en una subasta a mano alzada con un precio base de 8,8 millones de dólares.

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